La cefalea en racimos, también conocida como cefalea de Horton, se caracteriza por un dolor extremadamente intenso en un lado de la cabeza, a menudo concentrado alrededor de uno de los ojos. Este tipo de cefalea puede ir acompañada de síntomas como enrojecimiento ocular, inflamación y caída del párpado, lagrimeo y congestión nasal. Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), alrededor de 50.000 personas en España padecen esta afección. Aunque es poco frecuente, la cefalea en racimos es hasta siete veces más común en hombres que en mujeres, y hasta un 44% de quienes la sufren también presentan síntomas de depresión.
El doctor Jorge Mañez, neurólogo del Hospital Vithas Valencia 9 de Octubre e integrante del Instituto de Neurociencias Vithas (INV), explica que el nombre de esta cefalea proviene de la aparición de crisis de dolor que tienden a sucederse en "racimos" o brotes. Estos episodios pueden ocurrir durante varios días consecutivos, generalmente en la misma época del año para cada paciente, o en casos más severos, varias veces al año. Durante estos brotes, es común que se produzcan múltiples episodios de dolor en un mismo día, a menudo desencadenados al poco tiempo de quedarse dormido o al despertar por la mañana, con una duración que oscila entre 15 minutos y 3 horas.
No suele ser hereditaria y no se ha identificado un gen específico asociado, tener un familiar de primer grado afectado aumenta la probabilidad de desarrollarla
Aunque la cefalea en racimos no suele ser hereditaria y no se ha identificado un gen específico asociado, tener un familiar de primer grado afectado aumenta la probabilidad de desarrollarla. Además, factores como el aumento de histamina o serotonina, el consumo de tabaco y alcohol, y el estrés pueden actuar como desencadenantes de las crisis.
DIAGNÓSTICO
El doctor Mañez advierte que las cefaleas, en general, son frecuentemente infradiagnosticadas, ya que muchas personas asumen que el dolor de cabeza es algo normal o relacionado con el estrés, lo que les impide buscar atención especializada. De acuerdo con la SEN, más del 57% de los pacientes con cefalea en racimos reciben un diagnóstico inicial erróneo, y más del 50% no recibe un tratamiento preventivo adecuado.
Se requiere realizar una prueba de imagen cerebral, como una resonancia magnética, para descartar otras patologías
El diagnóstico de esta afección es clínico y se basa en la información que proporciona el paciente sobre la localización y tipo de dolor, síntomas asociados, inicio, frecuencia y duración de las crisis, así como los posibles desencadenantes. También se requiere realizar una prueba de imagen cerebral, como una resonancia magnética, para descartar otras patologías.
Para abordar las crisis, se utilizan antiinflamatorios y triptanes, medicamentos similares a los empleados en el tratamiento de la migraña. Sin embargo, este tipo de dolor responde especialmente bien a la administración de oxígeno puro al 100%. Para acortar la duración de un brote de episodios, se puede aplicar un tratamiento de corticoesteroides durante varias semanas.
En los casos más severos, donde la cefalea en racimos se vuelve crónica, el objetivo es prevenir la aparición de las crisis. En estas situaciones, se prescribe medicación diaria para reducir tanto la frecuencia como la intensidad de los episodios, así como para retrasar o evitar la aparición de los racimos. Los tratamientos pueden incluir fármacos que modulan la actividad vascular cerebral y neuronal, como betabloqueantes y antagonistas del calcio, entre otros.