La evidencia científica sobre cómo el cambio climático influye de forma perjudicial en nuestra salud es sólida y creciente. Especialmente en el caso de los niños y jóvenes que ven como día a día el futuro empeora y no pueden hacer nada por evitarlo. Una situación que los convierte en grupos vulnerables ante la denominada como “ansiedad climática o ecoansiedad”: angustia relacionada con la crisis climática y ecológica.
Aunque dolorosa y angustiosa, la ansiedad climática es completamente racional y no implica la existencia de un problema de salud mental. Su prevalencia está en aumento a medida que las personas son cada vez más conscientes de las amenazas globales actuales y futuras derivadas del calentamiento global y la contaminación. La ansiedad es una emoción que nos alerta del peligro y puede hacer que la persona que la sufre quiera documentarse para conocer mejor la situación.
En situaciones amenazantes e inciertas como la crisis climática esta puede ser considerada como “ansiedad práctica”, ya que tiene el efecto "beneficioso" de conducir a las personas a reevaluar su comportamiento con el objetivo de responder de forma adecuada. Esta exposición es precisamente el punto de partida del primer estudio realizado focalizado en la ansiedad climática en niños y jóvenes a nivel mundial, cuyos resultados han sido publicados por The Lancet Planetary Health.
Para el desarrollo de esta investigación se ha realizado una encuesta a 10.000 jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y los 25 años en 10 países: Australia, Brasil, Finlandia, Francia, India, Nigeria, Filipinas, Portugal, Reino Unido y Estados Unidos (un total de 1.000 encuestados por cada país). Las invitaciones para la realización de los cuestionarios se realizaron a través de la plataforma Kantar entre el 18 de mayo y el 7 de junio de 2021. A través de estos cuestionarios se han recopilado datos sobres los pensamientos y sentimientos de los participantes en relación al cambio climático y las acciones y/o respuestas de los gobiernos.
La principal conclusión es evidente: todos los participantes estaban preocupados por el cambio climático. El 59% estaba “muy o extremadamente” preocupado, y el 84% lo estaba “moderadamente”. Debido a esta situación, más del 50% de los participantes en el estudio reportó sentimientos de tristeza, ansiedad, enojo, impotencia y culpa. Más del 45% de los encuestados ha señalado que los sentimientos que experimentan como consecuencia de la situación climática afectan de forma negativa a su vida diaria. En este punto cabe destacar, por ejemplo, que el 75% ve el futuro como “aterrador” o que el 83% considera que la humanidad ha fallado a la hora de cuidar el planeta que habitamos.
Más del 45% de los encuestados ha señalado que los sentimientos que experimentan como consecuencia de la situación climática afectan de forma negativa a su vida diaria
Observando las valoraciones de las acciones y respuestas gubernamentales en la lucha contra el cambio climático, los encuestados afirman que les producen sentimientos de “traición” y de “intranquilidad”, amén de ser a todas luces insuficientes dada la magnitud del problema.
El cambio climático plantea un riesgo para la salud mental que puede ser entendido a través de modelos de salud basados en estrés-vulnerabilidad. La exposición a estrés crónico en la infancia tiene un impacto duradero y aumenta el riesgo de desarrollar problemas de salud mental.
Razón por la que comprender el estrés del cambio climático requiere de la comprensión de cómo interactúan los múltiples factores que intervienen. Por ejemplo, ante los desastres ocasionados por el cambio climático, no debemos quedarnos únicamente con las consecuencias directas (destrucción o traumas) e indirectas (agotamiento de recursos públicos y personales), sino que hay que prestar también atención a la ansiedad climática.
Especialmente en el caso de los niños y los jóvenes que se enfrentan ante estas situaciones a elevados factores de estrés y no cuentan con suficientes recursos para mitigarlos o evitarlos. El estudio expone en este sentido que los niños que enfrentan un futuro severamente dañado por el cambio climático, necesitarán apoyo.
"La ansiedad climática puede no constituir una enfermedad mental, pero las realidades del cambio climático junto con la falta de acción de los gobiernos son factores estresantes crónicos, a largo plazo y potencialmente ineludibles"
“Estos altos niveles de angustia, impacto funcional y sentimientos de traición afectarán negativamente la salud mental de los niños y jóvenes. La ansiedad climática puede no constituir una enfermedad mental, pero las realidades del cambio climático junto con la falta de acción de los gobiernos son factores estresantes crónicos, a largo plazo y potencialmente ineludibles”, argumentan los autores del estudio.
“Es probable que estos factores aumenten el riesgo de desarrollar problemas de salud mental, particularmente en personas más vulnerables, como niños y jóvenes, que a menudo enfrentan múltiples factores estresantes de la vida sin tener el poder de reducir, prevenir o evitar dichos factores estresantes”, añaden.
A medida que los eventos meteorológicos severos relacionados con el cambio climático persisten, se intensifican y aceleran su aparición, es posible deducir que, en ausencia de factores mitigadores, los impactos en la salud mental continuarán con los patrones expuestos a lo largo de estas líneas y empeorarán con el paso del tiempo.
Los factores que se sabe que protegen contra los problemas de salud mental incluyen los recursos psicosociales, habilidades para poder afrontar los hechos y ayuda para abordar y mitigar los factores estresantes. En el contexto de la ansiedad climática en el que nos encontramos, esta protección se materializaría en la forma en la que los sentimientos y puntos de vista de uno sean escuchados, validados, respetados y aplicados, particularmente por aquellos en posiciones de poder y de quienes dependemos, acompañado de acciones colectivas en defensa y protección del medio ambiente.