La combustión de combustibles fósilesse erige como uno de los grandes agentes contaminantes del aire y una de las principales fuentes de emisión de gases de efecto invernadero, los dos principales impulsores del cambio climático que ya se posiciona como una amenaza para la salud pública. La literatura científica ha descrito ya, especialmente a través de la creciente evidencia surgida en los últimos años, los efectos perjudiciales que el cambio climático tiene en nuestra salud, especialmente en los grupos más vulnerables como los niños.
El cambio climáticoafecta con especial incidencia en los niños tanto a nivel físico como mental ya que se encuentran en desarrollo, por lo que los impactos ambientales acumulativos son una preocupación creciente, y es necesario que los profesionales de la salud comprendan los múltiples daños que el cambio climático y la contaminación del aire pueden provocar en sus organismos.
Los niños de todas las edades, incluso cuando se encuentran en el útero materno, son especialmente vulnerables a los impactos ambientales relacionados con el clima y la contaminación. La razón reside en su desarrollado y la susceptibilidad a la irrupción de sustancias químicas tóxicas y otros factores estresantes. En este sentido, es importante señalar que los mecanismos biológicos de defensa focalizados en desintoxicar el cuerpo de sustancias químicas, reparar los daños que puedan producirse en el ADN y que brindan protección inmunológica, son inmaduros en los niños. Factor que incrementa significativamente su vulnerabilidad al estrés psicosocial y a los tóxicos físicos.
Tal y como expone un reciente análisis realizado sobre esta fotografía en New England Journal of Medicine, el cambio climático se traduce en un aumento de los eventos climatológicos extremos como las olas de calor o las sequías. Una preocupante situación que golpea doblemente a los países con menos recursos. Estos eventos afectan de forma muy perjudicial a los niños puesto que tienen mayores necesidades nutricionales y de líquidos que los adultos para un correcto desarrollo. Por supuesto, la falta de madurez de sus organismos incrementa su vulnerabilidad a las temperaturas extremas y su dependencia del cuidado de los adultos que, en muchas ocasiones, desconocen los riesgos reales a los que se enfrenta la salud de los más pequeños en el contexto climático en el que nos encontramos.
El cambio climático afecta con especial incidencia en los niños tanto a nivel físico como mental ya que se encuentran en desarrollo, por lo que los impactos ambientales acumulativos son una preocupación creciente
El cambio climático y el aumento de los fenómenos climatológicos extremos provocan además el desplazamiento de poblaciones. Movimientos migratorios que aumentan significativamente la vulnerabilidad de los niños ya que son propensos a sufrir lesiones físicas y traumas psicológicos como resultado de tener que abandonar sus hogares.
Todos estos factores no solo repercuten en la salud física y mental durante la infancia, sino que sus efectos pueden manifestarse durante toda la vida como consecuencia de los problemas causados en las primeras etapas de la vida y de desarrollo.
El referido análisis publicado en New England Journal of Medicine alerta de que el cambio climático afecta a todo el mundo, por lo que todos los niños se encuentran en peligro como demuestra el hecho de que la práctica totalidad de los menores del planeta se encuentran en riesgo de sufrir, al menos, un peligro climático.
La contaminación del aire es un desencadenante de numerosas enfermedades respiratorias como asma o bronquitis y provoca el deterior del desarrollo y la función pulmonar. Una investigación ha demostrado que los niños con una mayor exposición a la contaminación del aire tenían un mayor número riesgo de desarrollar asma grave y niveles más bajos de células T reguladoras. Dos factores que incrementan sustancialmente los riesgos en caso de desarrollar enfermedades alérgicas en comparación con los niños que crecen en áreas menos contaminadas.
Es necesario que los profesionales de la salud comprendan los múltiples daños que el cambio climático y la contaminación del aire pueden provocar en sus organismos
Diversos estudios han demostrado además que la contaminación del aire está fuertemente asociada con un mayor riesgo de mortalidad infantil. En 2019 se estima que la exposición ambiental a las partículas contaminantes PM2.5 provocó en todo el mundo más dos millones de partos prematuros. La mayoría de estos nacimientos prematuros se produjeron en países de medios y bajos ingresos lo que complica aún más el desarrollo de estos niños. La exposición a estas partículas es un factor de riesgo reconocido de parto prematuro y bajo peso al nacer. Estas complicaciones en el nacimiento suponen un elevado riesgo de infecciones en las vías respiratorias bajas, enfermedades infecciosas y asma, así como discapacidad intelectual a largo plazo.
La exposición prenatal y posnatal a varios contaminantes del aire también se ha asociado con una cognición reducida, problemas de atención, trastorno por déficit de atención con hiperactividad y rasgos autistas en la infancia.
La exposición simultánea a peligros climáticos y a una mala calidad del aire es común a todos los niños del mundo tal y como hemos señalado. Un riesgo que se comprende mejor con un dato: uno de cada tres niños en todo el mundo, lo que supone más de 850 millones de niños, vive en áreas donde se superponen al menos cuatro impactos climáticos y ambientales como la escasez de agua, la contaminación del aire, sequías severas e inundaciones.
“Los datos son convincentes sobre el número de víctimas entre los niños y las mujeres embarazadas como consecuencia del cambio climático y la contaminación del aire provocados por los combustibles fósiles, y cómo afecta a su salud a corto y largo plazo”, advierten los autores del análisis.
“Las intervenciones, que en muchos casos son económicas, existen para abordar las causas del cambio climático, la contaminación del aire y las disparidades que se han creado. Los profesionales de la salud tienen el poder de proteger a los niños que cuidan mediante la detección e identificación de aquellos que están en alto riesgo, educando a ellos y sus familias sobre intervenciones efectivas y abogando por estrategias sólidas de mitigación y adaptación”, concluyen.