Calor y deshidratación, los enemigos de las enfermedades crónicas este verano: "Informarse es clave"

El Dr. Jesús Santianes Patiño explica en ConSalud.es cómo el verano y el calor afectan a las enfermedades crónicas y lanza una serie de recomendaciones para mantenerlas controladas

Calor y deshidratación, enemigos de las enfermedades crónicas este verano (Foto. Freepik)
8 julio 2024 | 19:30 h
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El verano es una época para disfrutar, relajarse y desconectar. Sin embargo, las altas temperaturas pueden provocar todo lo contrario: las personas no duermen, no se concentran o están irascibles. Pese a todo, esta situación “no es nada” en comparación con la que viven muchos pacientes con enfermedades crónicas, que ven agravadas sus patologías o que experimentan síntomas desagradables. Ante este escenario, se deben extremar las precauciones para disfrutar de un verano relajado y divertido.

En concreto, las enfermedades crónicas que más se ven afectadas por las altas temperaturas en verano son las cardiovasculares, las respiratorias, la diabetes y las enfermedades renales. No obstante, el verano también puede afectar a personas con patologías de la esfera mental como, por ejemplo, los trastornos afectivos.

El calor puede, por ejemplo, influir en la hipertensión arterial, algo que sucede a través de varios mecanismos fisiológicos. “La exposición a altas temperaturas provoca vasodilatación cutánea, que inicialmente puede disminuir la presión arterial sistémica. Sin embargo, para compensar esta vasodilatación, el cuerpo aumenta la frecuencia cardiaca, lo que incrementa la carga sobre el corazón”, explica para ConSalud.es el Dr. Jesús Santianes Patiño, coordinador del Grupo de Trabajo de Cronicidad y Dependencia de Semergen.

Las enfermedades crónicas que más se ven afectadas por las altas temperaturas en verano son las cardiovasculares, las respiratorias, la diabetes y las renales

Por otro lado, el calor produce un aumento de la sudoración, lo que puede conducir a la deshidratación, que a su vez reduce el volumen plasmático, provocando una mayor viscosidad sanguínea. En consecuencia, aumenta la resistencia vascular periférica. “Este fenómeno puede exacerbar la hipertensión arterial y aumentar el riesgo de eventos cardiovasculares agudos, como infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares”. La combinación de estos efectos provoca que las personas con hipertensión arterial sean especialmente vulnerables durante los periodos de calor extremo.

Paralelamente a esto, durante la época estival, los pacientes con insuficiencia cardiaca pueden experimentar una exacerbación de sus síntomas, también por el aumento de las temperaturas y la deshidratación. Uno de los síntomas más comunes es la disnea: el calor puede aumentar la frecuencia respiratoria y la demanda de oxígeno, agravando la sensación disneica. Además, el sobreesfuerzo necesario para la termorregulación provocará sensación de fatiga, disminuyendo la tolerancia al ejercicio físico. A su vez, se produce un aumento de retención de líquidos debido a la disfunción cardiaca que se agudiza por las altas temperaturas, afectando fundamentalmente a las extremidades inferiores.

En lo relativo a la diabetes, existen varios factores que van a causar que los pacientes se vean afectados por las altas temperaturas. Por ejemplo, la hiperglucemia aumenta la diuresis, favoreciendo la aparición de deshidratación. Esto, a su vez, puede dificultar el control glucémico y agravar la hiperglucemia. Además, la neuropatía diabética dificulta la termorregulación, disminuyendo la sudoración y aumentando el riesgo de presentar hipertermia. Los problemas cutáneos son otro de los retos que deben enfrentar los pacientes diabéticos en verano: el calor, la humedad y la sudoración aumentan el riesgo de presentar infecciones cutáneas a las que los pacientes diabéticos ya tienen una susceptibilidad aumentada. Finalmente, las temperaturas elevadas pueden afectar a fármacos como la insulina, que requieren de unas condiciones de preservación determinadas.

En verano, los pacientes con problemas respiratorios tienen una de cal y otra de arena. Por un lado, en los meses calurosos disminuyen los cuadros de infecciones respiratorias asociados a virus como, por ejemplo, el de la gripe. Esto disminuye el número de exacerbaciones relacionadas que presentan los pacientes. Por otro lado, las altas temperaturas suelen coincidir con un aumento de la contaminación atmosférica o de sustancias alérgenas en el aire, que pueden empeorar los síntomas en los pacientes con enfermedades respiratorias.

"De forma general, podemos recomendar mantener una hidratación adecuada, bebiendo agua regularmente y evitando bebidas con cafeína o alcohol"

En la enfermedad renal, la deshidratación disminuye el volumen plasmático, lo que va a reducir la perfusión renal, pudiendo causar insuficiencia renal aguda o agudizar situaciones de insuficiencia renal crónica. “La hemoconcentración también favorece la aparición de cálculos renales, sobre todo en pacientes que ya presentan antecedentes de nefrolitiasis”. A su vez, la deshidratación también induce la liberación de hormonas antidiuréticas, como la vasopresina, en un intento de retener agua y sodio pudiendo provocar una elevación de las cifras de presión arterial, de acuerdo con el experto.

Ante este escenario, y con el objetivo de que los pacientes disfruten de un verano sin preocupaciones, el doctor lanza una serie de recomendaciones para poder disfrutar de un verano saludable. “De forma general, podemos recomendar mantener una hidratación adecuada, bebiendo agua regularmente y evitando bebidas con cafeína o alcohol. También se debe evitar el calor extremo y usar siempre protección solar, aplicando protector solar de alto SPF”. Además, añade que no se puede olvidar vigilar las cifras de presión arterial o glucemia y tomar la medicación, sin omitir ninguna dosis.

“Seguir una dieta equilibrada, aprovechando para comer frutas y verduras de temporada, así como realizar actividad física moderada aprovechando las horas más frescas del día es también fundamental. En este aspecto, se deben buscar lugares climatizados y evitar ambientes calurosos. Por último, hay que vigilar los cambios y educarse. La educación es prevención: informarse sobre las patologías propias o de personas del entorno es clave”, concluye el experto.

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