El mes de marzo comienza con la celebración de dos días importantes: el Día Mundial de la Concienciación sobre la Autolesión y el Día Mundial del Bienestar Mental para Adolescentes. Se tratan de dos fechas que pretenden sensibilizar a la población acerca de los problemas de salud mental que afrontan los adolescentes, así como desestigmatizar este tipo de trastornos y ofrecerles apoyo para que no recurran a la autolesión con intención de daño.
Lo cierto es que la adolescencia es una etapa complicada. El joven de entre 10 y 19 años está buscando su lugar en el mundo, está aprendiendo a comunicarse con los de su edad y la expresión emocional da un cambio radical. En los últimos años hemos visto que los trastornos mentales en los adolescentes han ido en aumento. El porcentaje de población joven que declara haber padecido problemas de salud mental con mucha frecuencia ha pasado del 6,2% en 2017 al 15,9% en 2021, según el Barómetro Juvenil 2021 Salud y Bienestar.
La definición de bienestar contempla unas “condiciones físicas y mentales que proporciona un sentimiento de tranquilidad”, por lo que sin una buena salud mental, no hay bienestar. “Cuando hablamos de bienestar y salud mental, no es solo no tener ansiedad. Es también el fomento de una estabilidad y un equilibrio emocional para percibir las adversidades como retos y no como amenazas”, explica Paula G. Valverde, experta en Trastorno Mental Grave y Psicóloga especialista en suicidio.
"En comparación con otras generaciones anteriores, los adolescentes ya no tiene tanto miedo de visibilizar la salud mental"
Son muchos los factores que afectan a la salud mental y al bienestar. Cuantos más sean los factores de riesgo a los que están expuestos los adolescentes, mayores serán los efectos que puedan tener para su salud mental. Algunos de estos factores que pueden contribuir al estrés durante la adolescencia son la exposición a la adversidad, la presión social de sus compañeros y la exploración de su propia identidad. Además, el hecho de no ocuparse de los trastornos de salud mental de los adolescentes tiene consecuencias que se extienden a la edad adulta y restringen sus posibilidades de llevar una vida plena en el futuro. A corto plazo puede llevar a perjudicar la salud física. Aquí es donde destacan la autolesión no autolítica no suicida.
Tal y como define la psicóloga, es una acción auotoinfligida “que causa dolor pero no con intención de muerte. Suele expresar el sufrimiento en la persona que lo lleva a cabo. Esto quiere decir no lo hace por llamar la atención, lo hace porque está sintiendo mucho padecimiento que está creando un malestar emocional y no está sabiendo gestionarlo. Muchas veces, estas lesiones canalizan el dolor en dolor emocional en algo físico porque en algunas ocasiones el dolor físico es mucho más fácil de gestionar que el emocional, que también es muy difícil de transmitírselo a otra persona a la hora de pedir ayuda”.
Esta práctica está, sobre todo, extendida en los adolescentes que presentan ansiedad, depresión, problemas de conducta o problemas familiares. En ocasiones es una forma de llamar nuestra atención sobre su dolor, lo que se llama en psicología una “petición de auxilio”. Además, tal y como defiende Paula Valverde, “hay un efecto de contagio”. “Existen autolesiones que ahora mismo, con el uso de redes sociales, se han convertido más frecuentes y que incluso se normalizan. Si vemos que una técnica autolesiva se hace viral en TikTok, es porque es la moda y hay que hacerlo”.
"Los adultos debemos estar informados sobre salud mental y los adolescentes deben sentir que pueden confiar en nosotros a la vez que les damos un espacio de crecimiento"
“Esto es lo que llamamos las lesiones visibles, que son las que se visibilizan y las podemos interpretar como que desean que sean vistas para que si una persona se autolesiona en brazos o cara es porque es quiere pedir ayuda porque personalmente no se atreve hacerlo. Luego tenemos las lesiones que no son tan visibles que están ubicadas en zonas del cuerpo que son más difícil de localizar. En este caso tendremos que evaluar lo que está sucediendo, porque definitivamente es una manera de no ser descubierta”.
A todo esto hay que sumar el factor de los estigmas y el desconocimiento de los trastornos mentales. Para los jóvenes, y para otros rangos de edad, no es lo mismo decir ‘tengo depresión’ que ‘tengo esquizofrenia’. “Algunos diagnósticos dan más sustos que otros, sobre todo, aquellos que van acompañado de psicosis, con un trastorno límite de la personalidad o con un trastorno bipolar. Son enfermedades que son vistas con más gravedad y los jóvenes necesitan conocerlas y comprenderlas”.
Pese a todo este mundo que resulta difícil de aceptar y salir, la psicóloga reconoce que los jóvenes cada vez se preocupan más por su bienestar. “En comparación con otras generaciones anteriores, los adolescentes ya no tiene tanto miedo de visibilizar la salud mental y reconocer que van al psicólogo”. Además, recuerda que en todo este proceso es importante que “los adultos estemos informados sobre salud mental y sepan que pueden confiar en nosotros a la vez que les damos un espacio de crecimiento”.