El Covid-19 ha puesto patas arriba la economía, la forma en la que nos relacionamos y, también, la vida de muchas personas. Este descontrol provocado por la pandemia ha aumentado la vulnerabilidad a sufrir determinados trastornos psicológicos en la población de riesgo. Un ejemplo: los trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
Los expertos han señalado un aumento notable en las consultas referentes a los TCA durante y tras el confinamiento. En el Hospital Niño Jesús de Madrid notificaron, en un primer momento, un incremento del 20% de las consultas. Sin embargo, desde el centro adelantan para ConSalud.es que un reciente estudio, que pronto verá la luz, revela que el porcentaje ha sido aún mayor, del 35%.
En este sentido, la jefa del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Niño Jesús, la Dra. Montserrat Graell, apunta que no sólo hubo un aumento del número de consultas, sino que se agravó también la “complejidad clínica de los casos”. Es decir, el confinamiento estricto agudizó tanto el número de diagnósticos de TCA, como la gravedad de los mismos. Por ejemplo, en el Hospital Universitario de Móstoles se triplicaron los ingresos por TCA en este mismo periodo.
El primer resultado que ofrece la búsqueda de “TCA” en el imaginario colectivo de la sociedad es el de chicas jóvenes con problemas de autoestima que quieren estar más delgadas, pero nada más lejos de la realidad.
“La comida puede ser la forma de control ante situaciones de descontrol”
“Hay mucho más que eso, es un trastorno mental grave que genera sintomatología severa, tanto a nivel físico como psicopatológico, que pone en riesgo la vida”, subraya la Dra. Gadell para este medio, y añade que los TCA son las enfermedades mentales que provocan más suicidios, más incluso que la depresión. “No son niñas que están entretenidas en redes sociales mirando cuánto pesan, es algo bastante más complejo”.
El confinamiento estricto generó un caldo de cultivo de factores de riesgo que propició el desarrollo o agravamiento de los TCA. Los trastornos de la conducta alimentaria son “patologías de control”, comenta para este medio la jefa del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Móstoles, la Dra. Mercè Salvador.
“Las personas con TCA intentan controlarlo todo y, ¿qué situación más descontrolada que esta?”. “La comida puede ser la forma de control ante situaciones de descontrol”, apostilla la psicóloga de la Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia (Adaner), Marian Fernández. “Se tuvieron que interrumpir las consultas y tratamientos terapéuticos grupales”, señala la Dra. Salvador, lo que supuso un “retroceso”, tal y como apunta la psicóloga de Adaner.
Además del abandono de rutinas y tratamientos, del estrés social, del aislamiento, del miedo, de la ansiedad y de la incertidumbre, la pandemia ha traído consigo muchas horas de tiempo libre, que se han traducido, entre otras cosas, en el consumo de redes sociales. En el confinamiento sufrimos un “bombardeo constante” de publicaciones sobre cocina, recetas y rutinas de ejercicio.
Ellas, son la diana de esta presión: 9 de cada 10 pacientes con algún trastorno alimenticio son mujeres
Esto también ha supuesto un factor de riesgo añadido que ha favorecido tanto las recaídas, como la aparición de trastornos. Además de los factores culturales relacionados con el entorno, la Dra. Gadell informa de que en estudios recientes “se ha observado una predisposición genética clara que tiene que ver con los rasgos de temperamento individuales, relacionados con la tendencia y la tolerancia a las restricciones alimentarias”.
En otras palabras, los pacientes con TCA siguen un patrón genético y toleran más lo que vulgarmente conocemos como “pasar hambre”. Con todo, la médica subraya que para que aparezca el trastorno, esta vulnerabilidad debe combinarse con “los factores ambientales de estilo de vida, la cultura de la delgadez y el entorno cultural”.
La presión social y los cánones de belleza– en ocasiones imposibles de conseguir y fruto de fotomontajes – han fomentado que en los últimos 20 años se hayan duplicado los casos de TCA. Ellas, son la diana de esta presión: 9 de cada 10 pacientes con algún trastorno alimenticio son mujeres. Además, estas patologías que antes “aparecían con 15 años, ahora lo hacen con 12 o 13”, apunta la Dra. Graell. Aunque la mayoría de TCA se manifiestan durante la adolescencia, “no es raro ver casos de mujeres de entre 40 y 50 años”, recalca la Dra. Salvador.
Aunque los especialistas en salud mental señalan que el tratamiento de los TCA es a largo plazo, aseguran que se puede superar la patología. La salud mental es la gran olvidada y los pacientes con enferemedades psiquiátricas viven rodeados de estigmas. “Queremos que se deje de ver a las personas con TCA como caprichosas; la enfermedad no es solo no me gusta mi cuerpo o me cuesta comer”, apunta la psicóloga Marian Fernández.
“Las enfermedades mentales se curan”
La prevención es un aspecto crucial para evitar que un paciente desarrolle un TCA. En la adolescencia es cuando suele aparecer la enfermedad. Por esta razón, las campañas de prevención en esta edad “llegan tarde, es mejor iniciar la prevención a los 6 o 7 años, cuando se construye la imagen de uno mismo”.
Adherirse al tratamiento es importante y la doctora del Niño Jesús recalca que el tiempo medio de duración de este es de cuatro años. En este aspecto, desde Adaner quieren lanzar un mensaje de ánimo a estas pacientes, subrayando que “las recaídas son parte de la recuperación, no hay que tenerles miedo, no es todo o nada”. “Las enfermedades mentales se curan”, concluye la Dra. Salvador.