El embarazo es un momento en el que el cambio hormonal, las inquietudes y las circunstancias personales llevan a un aumento de las patologías de salud mental preexistentes, a una reaparición o a una aparición en aquellas personas con mayor propensión. Según señala la Dra. Concepción Chinchilla, psiquiatra del programa de Salud Mental Perinatal del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, en torno al 20% de las mujeres tiene algún trastorno psiquiátrico durante el embarazo y/o el postparto y una de cada 10 sufre depresión postparto.
La anorexia nerviosa es uno de los trastornos más frecuentes dentro de los trastornos de conducta alimentaria (TCA), y en mujeres gestantes afecta a una de cada 200 mujeres, como señalaba un estudio de la universidad australiana de Monash publicado en la revistaTheLancet Psychiatry. Además, las personas que ya presentaban un diagnostico o conductas de TCA empeoran del embarazo.
Hablamos de un momento en el que las mujeres empiezan a ganar peso, a no estar contenta con sus cuerpos y a no aceptarse posiblemente por problemas subyacentes no tratados. Si la anorexia no está curada, cuando llegue esta situación la mujer tenderá a castigarse con la comida afectada por los cambios en su cuerpo, algo que afectará no solo a ella sino al proceso del embarazo y al bebé.
“Es una patología poco conocida tanto a nivel sanitario como social y la evidencia científica es bastante limitada”
Sin embargo, como denuncia este mismo estudio, existe una falta de pruebas específica para diagnosticar la anorexia durante el embarazo. “Es una patología poco conocida tanto a nivel sanitario como social y la evidencia científica es bastante limitada”, coincide la Dra. María Goya, ginecóloga del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona y miembro de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) en conversación telefónica con Consalud.es.
Esto conlleva a que el trastorno pase desapercibido, convirtiéndose en una patología infradiagnosticada e infraestimada que provoca importantes riesgos para la madre y para el bebé durante el periodo de gestación. “El principal problema es que algunas llegan sin diagnóstico anterior y como comienzan a ganar índice de masa corporal (IMC) no nos damos cuenta y no les prestamos atención”, comenta la Dra. Goya. Esto lleva a que se produzcan mayores complicaciones.
Que la madre tenga un TCA conlleva peligros tanto para el bebé como para la madre. En el caso de esta última, lo más frecuente es que la baja ingesta de alimento lleve al cuerpo a estar muy activo con un hipermetabolismo que le permita aprovechar todos los nutrientes que recibe. “Esto aumenta en 1,9 más el riesgo de fallo hepático y como consecuencia se duplica el riesgo de ingresar en la UCI", indica la Dra. Goya. Si el porcentaje de riesgo de que una embarazada sin patologías ingrese en la UCI es de 0,5%, en el caso de que esta mujer tenga anorexia aumenta entre el 1 y el 3%.
LOS NIÑOS TENDRÁN TENDENCIA AL SOBREPESO
En cuanto al bebé, existe 1,99 veces más riesgo de muerte fetal, también hay mayor riesgo de que el bebé nazca con bajo peso o de forma prematura, lo que supone un mayor riesgo de complicaciones infantiles que incluso se pueden dar durante la edad adulta.
Los niños tendrán “un mayor riesgo de obesidad y riesgo cardiovascular, porque no saben cómo gestionar un mayor aporte calórico”
A largo plazo, el haber tenido pocos nutrientes durante el desarrollo dentro de la madre, puede conllevar consecuencias en el crecimiento y en la lactancia materna y que se mantengan durante la edad adulta. “Tras nacer tendrán el metabolismo alterado, programado para aprovechar al máximo los nutrientes que le llegan”, señala la Dra. Goya. Esto llevará a que una vez que comienzan a recibir una alimentación correcta durante la lactancia y ya más mayores, “tengan un mayor riesgo de obesidad y riesgo cardiovascular, porque no saben cómo gestionar un mayor aporte calórico al no estar acostumbrados”.
Pese a todos los datos con los que se cuenta, siguen faltando estudios y una guía para manejar esta situación y evitar que afecte a los niños una vez nacidos. “A la madre se le propone hacer una analítica de iones para ver que no ha recaído, y al bebé la única forma de conocer su situación es hacerle un estudio del crecimiento fetal”. Con todo, continúa la obstetra, “necesitamos nutricionistas para ajustar la dieta alimentaria, e implantar todo esto no es viable cuando hablamos del 0,5% de las embarazadas”. Por ello apuesta por la necesidad de divulgar e informar acerca de esta enfermedad en hospitales y Atención Primaria, para saber detectarlos antes de que sea tarde.