La alergia alimentaria en la población pediátrica está aumentando. Según un estudio publicado en 2008 en Anales de Pediatría Continuada, la prevalencia en España de este tipo de alergia en niños era de un 3%, y se incrementaba a un 6% en los niños más pequeños. Actualmente, se estima que la prevalencia se sitúa en un 6 y 8% respectivamente. Cada año se produce un incremento de un 2%, según la Asociación Española de Pediatría (AEP). Un problema que ha supuesto un acicate para mejorar su abordaje, lo que se ha traducido en importantes avances en la prevención y tratamiento.
Son niños que no pueden tomar ciertos alimentos como la leche de vaca, el huevo, el pescado, los cacahuetes, frutos secos, diferentes frutas… Una situación que les puede producir una importante afectación. De estornudos o urticarias, pueden llegar a sufrir náuseas, diarrea de inicio retardado o pérdida de conocimiento. Durante años la principal y única estrategia ha sido la de eliminar de la dieta del niño esos productos que causaban alergia. De esta forma durante su día a día tenían que controlar que todo lo que tomasen no tuviera rastros de alérgenos. Una tarea a veces muy complicada y en la que un fallo podría desencadenar una reacción.
Dra. Laura Valdesoiro: “El diagnóstico molecular nos permite, no solo conocer el alimento al que el paciente tiene alergia, sino a qué proteína del alimento tiene alergia”
Esto, por suerte ha cambiado. “El diagnóstico molecular nos permite, no solo conocer el alimento al que el paciente tiene alergia, sino a qué proteína del alimento tiene alergia”, explica a ConSalud.es la Dra. Laura Valdesoiro Navarrete, de la Unidad de Alergia y Neumología Pediátricas del Hospital Universitari Parc Taulí de Sabadell y coordinadora del grupo de trabajo de Alergia a Alimentos de la Sociedad Española de Inmunología, Alergología y Asma Pediátricas (SEICAP).
De esta forma, los profesionales sanitarios son capaces de conocer si los pacientes son alérgicos a una proteína que está exclusivamente presente en un alimento, o a una proteína que comparte con una familia de alimentos. Saber esto permite determinar si los pacientes son, por ejemplo, alérgicos a todos los frutos secos y no pueden tomar ninguno, o tienen reacciones solo con la avellana o la nuez y el resto de frutos de la familia no, por lo que abre la oferta gastronómica de estas personas.
“Estas proteínas, además, tienen características propias”, señala la Dra. Valdesoiro. Estas características, subraya, las pueden hacer termorresistentes o termo sensibles. “En este último caso, si por ejemplo tenemos una proteína de leche u otra de huevo que reacciona y cambia su configuración con la temperatura, si la cocináramos a altas temperaturas los pacientes podrían comerlos sin temor a una reacción alérgica”.
AVANCES EN PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO
Otro de los grandes avances que se han producido en el abordaje de estos pacientes es el de inducción artificial de tolerancia por vía oral, o inmunoterapia. Una técnica que consiste en administrar dosis mínimas del alimento al que el paciente es alérgico. Estas dosis van creciendo y con ello consiguen una tolerancia suficiente para que puedan ingerir de forma accidental este alimento sin sufrir una reacción alérgica. A veces también se consigue una tolerancia total.
“Esto cambia mucho la calidad de vida de los niños y cómo se desenvuelven en actos sociales como un cumpleaños o en campamentos”, indica la pediatra del Hospital Universitari Parc Taulí de Sabadell. De esta forma se evitan y previenen las reacciones con alimentos ocultos. “A largo plazo es intentar que los pacientes dejen de ser alérgicos a estos alimentos”. Algo, admite la experta, que es complicado “y no todo el mundo lo logra”. Se estima que la tasa de éxito de este tipo de inmunoterapia es del 60-80%, y se ha usado especialmente con los frutos secos o con los productos con proteína LTP, presente en diferentes frutas como el melocotón.
“La introducción precoz de los alimentos en la dieta se ha demostrado que favorece la tolerancia inmunológica y nos permite hacer una prevención primaria”, añade la Dra. Valdesoiro Navarrete
En los últimos años, además, se está trabajando mucho para prevenir la alergia. “La introducción precoz de los alimentos en la dieta se ha demostrado que favorece la tolerancia inmunológica y nos permite hacer una prevención primaria”, añade la Dra. Valdesoiro Navarrete. A principios de siglo se estableció que la lactancia materna fuera exclusiva los primeros seis meses de edad.
La tolerancia al huevo, al cacahuete o a la leche de vaca se incrementa con su incorporación a la dieta complementaria de los bebés en los primeros seis meses de vida, o incluso antes si el desarrollo neurológico, se sostenga sentado o tenga curiosidad por la comida que toman sus padres o las personas a su alrededor. “Siempre manteniendo la lactancia materna”, recuerda la experta.
Además, la prevención también se puede hacer de forma prenatal. “Las mujeres embarazadas tienen que tener una dieta variada. Es importante tener en cuenta que el que coman los productos potencialmente alérgenos previene de esta patología”, señala la Dra. Valdesoiro Navarrete. La investigación mientras, con la biología molecular y la inmunoterapia oral, seguirá buscando la forma de reducir la alergia a los alimentos de aquel 8% de niños que actualmente la sufren.