La multiplicación de alarmas generadas por los sistemas de monitorización supone una preocupación creciente para las instituciones sanitarias que empiezan a estar cada vez más concienciadas sobre la necesidad de mejorar el entorno de la UCI, no sólo para los pacientes sino también para los profesionales. La exposición a un exceso de alarmas, especialmente las que no requieren actuación –llamadas “falsas alarmas”- puede provocar una insensibilización en los profesionales sanitarios, un síndrome llamado fatiga por alarmas.
La fatiga por alarmas puede llevar a que éstas se silencien como acto reflejo, infringiendo los protocolos de monitorización y pasando por alto las realmente importantes. Esto supone una carga adicional para el profesional y pone en peligro su capacidad de atención al paciente.
El estudio “An investigation of sound levels on intensive care units with reference to the WHO guidelines” realizado por investigadores del Kadoorie Center Research Group for Critical Care and Education, en Reino Unido, ha demostrado que en las UCI’s analizadas los niveles de ruido superan los límites recomendados por Organización Mundial de Salud.
En España, un análisis realizado por el equipo de consultores clínicos de Philips en la UCI del centro médico Teknon de Quirónsalud en Barcelona, reveló que en un periodo inferior a dos meses, los profesionales sanitarios están expuestos a cerca de 50.000 señales sonoras, un promedio de 79 alarmas por cama al día.
La fatiga por alarmas puede llevar a que éstas se silencien como acto reflejo, infringiendo los protocolos de monitorización
Las consecuencias del exceso de alarmas se traducen en la dificultad de reconocer las realmente importantes, lo que representa un riesgo para la seguridad del paciente.
“Un nivel de ruido elevado causa estrés a los profesionales sanitarios. Además, el profesional se acostumbra excesivamente a las alarmas y, por lo tanto, su atención decrece. Hay un ruido de fondo que llega a ser el habitual y sobre ese ruido es difícil discernir aquellos eventos realmente importantes”, ha explicado el doctor Félix Lacoma, Jefe de Servicio de la Unidad de Cuidados Intensivos de Quirónsalud Madrid.
En este centro actualmente se está llevando a cabo un proyecto de optimización de la gestión de alarmas junto con Philips, para medir y racionalizar la cantidad de las mismas en su centro. “Sabemos que hay muchas irrelevantes y que contaminan el entorno. Con este proyecto esperamos racionalizar el uso de las alarmas y mejorar el entorno para pacientes y profesionales”, ha apuntado Lacoma.
Realizar sesiones informativas con el personal sanitario, reforzar su formación en el manejo de las alarmas clínicas, aprender a evitar la “sobre-monitorización” y establecer alarmas visuales para disminuir las sonoras, son algunas de las medidas que se aplican en este tipo de proyectos y que se desprenden de los resultados obtenidos en la fase de análisis.
Con este tipo de medidas, centros como el Hospital St. Antonius (Nieuwegein, Países Bajos) han logrado reducir el número de alarmas hasta en un 40%.