La pandemia ha supuesto un duro golpe para la salud mental de la población. La OMS advirtió en los primeros meses de confinamiento que la Covid-19 iba a afectar especialmente a mujeres, mayores y jóvenes. Los problemas de salud mental como la ansiedad o la depresión han crecido casi un 200%. Algo que también afecta a los trastornos de conducta alimentaria (TCA), que han aumentado en volumen y en gravedad durante los dos últimos años.
“No ha sido tanto el aumento de casos como que las pacientes que tenemos están siendo más complejas”, indica para Consalud.es la Dra. Belén Unzeta, coordinadora y psiquiatra de la Unidad de TCA del Hospital Universitario de Santa Cristina. Según señala, esto se ha debido “a que el confinamiento hizo que las pacientes tuvieran en algunos casos menos acceso a la comida, en otros casos más acceso. Luego la convivencia familiar también ha creado conflictos, había falta de espacios de actividad física y se acudía a las redes sociales donde hay nutricionistas con criterios bastante sesgados”.
Las consultas en los hospitales han aumentado, algo que señaló este verano a este medio el Hospital Niño Jesús de Madrid, que notificóun incremento de un 35%. También los ingresos hospitalarios, que no solo han aumentado, sino que también “han tenido mayor duración”, según señala la Dra. Unzeta. Los ingresos en muchos casos han precedido a la atención psicológica y especializada de los centros y unidades de salud mental y de trastornos de la conducta alimentaria, algo que en los últimos años se había evitado por los protocolos de atención en los centros de salud. Chicas jóvenes, sin patologías previas, son ingresadas en los hospitales con cuadros de ansiedad, anorexia nerviosa, bulimia nerviosa e incluso autolesiones.
"En 2020 nos entraron 5.000 casos, lo mismo este año. Antes eran 2.000”, informa Sara Bujalance
En España se calcula que 400.000 personas sufren algún tipo de TCA. Estos son trastornos de índole psicológica cuyo origen difiere según las personas: problemas de autoestima, tipo de personalidad, conflictos familiares, relación con la sociedad o concepción del propio cuerpo. Afecta más a niñas adolescentes, pero tampoco están exentos los hombres. Y siempre va más allá del problema con la comida, de dejar de comer, vomitar o tener un atracón. Por eso, situaciones como la pandemia pueden favorecer el desarrollo de estas patologías.
“Hay más casos, mayor gravedad y esto se sigue manteniendo ante el colapso de la sanidad”, coincide Sara Bujalance, psicóloga especialista en TCA y directora de la Asociación contra l’Anorèxia i la Bulimia. Su asociación ha recibido más del doble de consultas en estos dos años de pandemia. “En 2020 nos entraron 5.000 casos, lo mismo este año. Antes eran 2.000”, informa por teléfono.
AUMENTO IMPORTANTE DE LOS DATOS
La Asociación contra l’Anorèxia i la Bulimia ha publicado los resultados de la encuesta que han realizado durante el curso 2020-21 a 5135 adolescentes de Cataluña. Según los hallazgos, la pandemia ha incrementado la insatisfacción corporal entre los adolescentes y aumentado los casos de TCA. En este sentido destacan que un 47% de las adolescentes quiere adelgazarse. “Este dato es muy alarmante, si tenemos en cuenta que hablamos de una etapa, la adolescencia, muy vulnerable donde el deseo para adelgazar puede favorecer el desarrollo de un TCA”, recoge el estudio.
Durante este año, el 41% de las adolescentes encuestadas han hecho dieta para adelgazar sin seguimiento médico. Y un 8,7% cree que puede estar sufriendo un TCA. Puede que parezca poco, pero este dato refleja de nuevo el impacto que la pandemia Covid-19 ha tenido en los más jóvenes. En la encuesta del curos 2019-20, la cifra de encuestados que afirmaron creer que tenían un TCA era de un 4,7%, lo que supone casi la mitad de lo que nos encontramos tras la pandemia.
Pese a estos datos, todavía se desconoce la magnitud real que la pandemia ha tenido en el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria. Los casos se han duplicado, pero muchas pacientes no reconocen desde el principio que tienen un problema y no acuden a pedir ayuda. “Hace falta más estudios a los largo de los próximos años para conocer la situación real”, concluye Bujalance.