La adversidad en la infancia temprana, debido a problemas como la falta de recursos económicos o los conflictos, se ha relacionado de forma histórica con problemas relacionados con la salud mental y un funcionamiento cognitivo deficiente a medida que los niños crecen. La evidencia científica ha revelado que el periodo en el que el cerebro se desarrolla con mayor rapidez es durante los dos o tres primeros años de vida. Un lapso temporal crítico en términos de adaptabilidad y capacidad de respuesta.
Los problemas y adversidades que se experimenten en estos primeros años, como una mala nutrición, falta de estímulos o carecer de las protecciones adecuadas, pueden tener efectos perjudiciales con repercusión durante toda la vida. Estos factores desempeñan un papel fundamental clave en el desarrollo de los más pequeños, pero hasta ahora se ha ahondado poco en cómo interactúan y evolucionan con el tiempo.
Un grupo de investigadores pertenecientes a la Universidad de Cambridge, en colaboración con expertos en Nigeria, ha analizado la interacción entre la adversidad en la infancia temprana, las dificultades relacionadas con la salud mental y el funcionamiento cognitivo a lo largo de toda la infancia. Los resultados han sido publicados en la revista Journal of Child Psychology and Psychiatry. La conclusión principal es clara: la salud mental infantil se ve afectada en la medida en que la adversidad en las etapas tempranas impacta en el funcionamiento cognitivo posterior.
Para llegar a este punto los responsables de este trabajo analizaron los datos del Millennium Cohort Study que ha evaluado a 13.287 niños a través de una amplia variedad de pruebas realizadas a los tres, cinco, siete, 11 y 14 años. Seleccionaron medidas de adversidad en la vida temprana (antes de los tres años de edad), salud mental y funcionamiento cognitivo. Se diseño una técnica estadística para determinar en qué medida la salud mental afecta a la relación entre la adversidad en la vida temprana y el funcionamiento cognitivo en las siguientes etapas de la infancia.
A través de este trabajo han hallado que la adversidad en la vida temprana se asocia con un rendimiento más bajo en términos de memoria y vocabulario. Por ejemplo, una salud mental más deficiente entre los tres y los 14 años como resultado de la adversidad en la vida temprana representó el 59% de la variación en el desempeño más deficiente de la memoria a los 11 años, y explicó el 70% del desempeño más deficiente en términos de vocabulario a los 14 años.
"Han hallado que la adversidad en la vida temprana se asocia con un rendimiento más bajo en términos de memoria y vocabulario"
Los investigadores indican que la adversidad antes de cumplir los tres años predecía de fuertemente una peor salud mental entre los tres y los 14 años. El momento álgido se experimenta a los tres años y se debilita con el paso del tiempo. “En otras palabras, los niños que experimentan adversidades en la vida temprana tenían más probabilidades de experimentar dificultades de salud mental entre los tres y los 14 años, aunque el momento crítico se registra a los tres años”, exponen los autores. Una reflexión que sugiere que la exposición a la adversidad en los tres primeros años de vida, periodo de desarrollo muy sensible, tiene un impacto negativo a largo plazo en la salud mental.
“Nuestros hallazgos sugieren que la adversidad en la vida temprana puede conducir a periodos prolongados de mala salud mental, lo que a su vez puede tener efectos duraderos en el rendimiento cognitivo, como la memoria y el vocabulario”, declara a través de un comunicado el doctor Tochukwu Nweze, profesor en el MRC Cognition and Brain de la Universidad de Cambridge.
Los resultados de este trabajo sugieren además que si las dificultades conductuales y psicológicas pueden abordarse cuando los niños son pequeños, los efectos de la adversidad en la vida temprana en la cognición pueden reducirse. Hecho que enfatiza en la pieza clave que son los educadores, padres y médicos.
“Ya sabemos que la salud mental y la cognición deficientes están asociadas con numerosos problemas de comportamiento que afectan la calidad de vida y la satisfacción. Esto refuerza la necesidad de intervenciones tempranas para brindar a los niños los mejores resultados posibles en la vida”, añade.
Los autores exponen que, en un momento de crecientes desafíos de salud mental entre los adolescentes y jóvenes, perjudicados por factores de riesgo contemporáneos como conflictos bélicos, pandemias y cambio climático, los educadores y los profesionales médicos deben centrarse en desarrollar la resiliencia en los niños que han experimentado problemas tempranos en las primeras etapas de la vida.
“De esta manera, podemos esperar romper las dificultades de salud mental autosostenibles que enfrentan las personas que han experimentado adversidades en la vida temprana”, concluye Nweze.