A lo largo de las últimas décadas muchas de las grandes ciudades del mundo han intensificado sus esfuerzos para adaptarse a las necesidades climáticas y reducir el impacto que nuestras actividades tienen en nuestro entorno, como es el caso de la contaminación. El objetivo principal de todos estos avances se focaliza en preservar la salud.
La población de las grandes ciudades no cesa en su crecimiento. Estas urbes se erigen como grandes consumidoras de energía procedente de combustibles fósiles y productoras de gases de efecto invernadero. Avanzar en los procesos de descarbonización de las metrópolis es esencial para revertir el calentamiento global. Un camino que no está exento de desafíos en el que las grandes ciudades ya han dado sus primeros pasos a través de la fijación de metas de cero emisiones, planes graduales para el fomento de sistemas de transporte público más ecológicos o la apuesta por las energías renovables.
El aumento de la temperatura media del planeta, que encuentra su origen en el efecto invernadero provocado por las emisiones masivas de gases, convierte a estas urbes en espacios vulnerables ante, por ejemplo, las olas de calor que se suceden con cada vez mayor frecuencia. La elevada densidad poblacional de las ciudades genere el conocido como “efecto de isla de calor urbano”. Cabe señalar que los sistemas de construcción masificados que imperan en muchas metrópolis también aumentan su vulnerabilidad ante otros fenómenos meteorológicos extremos como las inundaciones e, incluso, ante posibles brotes de enfermedades infecciosas como ya hemos vivido con la propagación de la Covid-19.
Partiendo de esta fotografía centramos la atención en una revisión publicada en PLOS Climate focalizada en el análisis comparativo de grandes ciudades adaptables a la salud. Para ello los responsables de este trabajo analizaron varios parámetros como aquellas urbes altamente activas en el cuidado de la salud, análisis de sus planes de adaptación climática, herramientas de revisión sistemática y comparación entre los distintos resultados de las ciudades analizadas. La muestra final seleccionada estuvo compuesta por 16 ciudades ubicadas en países de altos ingresos y seis en naciones de medios y bajos ingresos.
Dentro del primer grupo encontramos: Austin Auckland, Baltimore, Boston, Las Vegas, Phoenix, Salt Lake City, San Francisco y Washington (Estados Unidos), Barcelona (España), Calgary y Vancouver (Canadá), Lisboa (Portugal), Tel Aviv (Israel) y Londres (Reino Unido). El segundo grupo lo componen Buenos Aires (Argentina), Ciudad del Cabo (Sudáfrica), Calcuta (India), Río de Janeiro (Brasil), Hong Kong (China) y Ciudad Quezon (Filipinas). Los autores de la investigación indican que todas las regiones del mundo se encuentran representadas por, al menos, dos ciudades. La población total del conjunto de las metrópolis analizadas supera los 120 millones de personas.
RIESGOS PARA LA SALUD Y PLANIFICACIÓN URBANA
Profundizando en el análisis, vemos que todas estas urbes han identificado varios peligros para la salud de sus poblaciones relacionados con el clima. En todas las olas de calor extremo se posicionan como una de las grandes preocupaciones. Riesgo al que algunas añaden las sequías o los incendios forestales. El 82% de estas ha reportado peligros relacionados con precipitaciones extremas y, en consecuencia, inundaciones. Todas aquellas que se sitúan en el costa o cerca de ella (52%) ven en el aumento del nivel del mar una de las grandes amenazas. El 50% de estas ciudades informan de que el aumento de la contaminación del aire también se relaciona con el clima.
En todas las olas de calor extremo se posicionan como una de las grandes preocupaciones. Riesgo al que algunas añaden las sequías o los incendios forestales
En cuanto a los principales riesgos asociados con la salud derivados de estos riesgos, siendo las más destacadas las enfermedades relacionadas con el calor (HRI, por sus siglas en inglés), entre las que se incluyen los golpes de calor, estrés por altas temperaturas, insolación, enfermedades cardiovasculares y complicaciones renales, con especial atención a los más mayores y los más pequeños.
Las enfermedades respiratorias se sitúan como uno de los grandes riesgos, especialmente ante la combinación de dos peligrosos factores como son el aumento de los niveles de contaminación y las elevadas temperaturas. Varios de los planes evaluados de estas ciudades también prestan atención a las enfermedades transmitidas por vectores (con especial foco sobre el dengue y la enfermedad de Lyme), así como las enfermedades diarreicas transmitidas a través del agua cuya prevalencia se incrementa tanto en las sequías como en las inundaciones.
En base al análisis realizado los responsables del mismo destacan que la integración de la salud pública en la planificación de la adaptación al clima en los entornos urbanos “sigue siendo más un objetivo que una realidad”. Incluso en las grandes ciudades con amplias posibilidades y recursos para materializar esta necesidad, el papel que desempeña la salud pública en los planes de adaptación climática es “modesto, y son muy pocas las urbes que parecen haber integrado una perspectiva de salud entre las prioridades de sus planes de adaptación climática.
PRINCIPALES RECOMENDACIONES
“En nuestra muestra, la participación de la agencia de salud pública fue más alta en la planificación del calor y la vigilancia de la salud climática. Las actividades de planificación del calor prevalecieron en este grupo de ciudades, mientras que las actividades de vigilancia de la salud climática fueron mucho más escasas”, exponen.
Las enfermedades respiratorias se sitúan como uno de los grandes riesgos, especialmente ante la combinación de dos peligrosos factores como son el aumento de los niveles de contaminación y las elevadas temperaturas
“También descubrimos que, según se informa, varias agencias están involucradas en la implementación de actividades asociadas con la salud propuestas en los planes de adaptación climática de la ciudad, en particular, agencias de planificación, medio ambiente, gestión y respuesta de emergencias, servicios meteorológicos y servicios públicos e infraestructura. Nuestros hallazgos sugieren varias oportunidades de cogobernanza climática-salud que podrían mejorar los resultados de adaptación de las grandes ciudades”, resumen los autores, proponiendo los siguientes plantes:
- Ampliar la vigilancia climática de la salud para guiar y orientar los objetivos de los planes de adaptación y la evaluación del éxito. Aunque algunas de las ciudades analizadas (Barcelona, por ejemplo) ya han dado los primeros pasos, aún no está totalmente optimizado.
- Ampliar la participación de la salud pública de manera más sólida en la monitorización de la vulnerabilidad (en colaboración con otros servicios como los meteorológicos o planificación urbana). El análisis ha hallado los primeros indicios de estos pasos en algunas ciudades como es el caso de San Francisco.
- Integrar la planificación de las acciones contra el calor en las ciudades globales, particularmente en los trópicos, con base en las mejores prácticas emergentes que priorizar una integración más estrecha de las agencias de salud locales. Los pasos más decididos en este sentido se han observado en Río de Janeiro con sistemas de alerta temprana del calor, por ejemplo.
- Mejorar la participación de la salud pública de la ciudad en la preparación, colaboración con los departamentos de respuesta y gestión de emergencias.
- Identificación de las principales barreras y los facilitadores de la integración del departamento de salud de la salud en la planificación de la adaptación climática, incluidos los recursos y la capacitación, así como la alineación de la investigación sobre salud climática urbana con las necesidades reales de información relacionadas con la adaptación de las ciudades.
- Mejorar el enfoque en ciudades en países de medios y bajos ingresos, particularmente en África, América Latina y Asia.
A pesar de que el camino es largo y apenas nos encontramos en su inicio, las ciudades se presentan como socios prometedores para alcanzar la adaptación climática del entorno que representan en términos de salud. El principal problema de base es que los departamentos de salud de estas ciudades cuentan con recursos insuficientes para el desarrollo de esta empresa y la salud se encuentra entre las áreas más bajas del gasto sectorial urbano en términos de adaptación. Una situación que en los dos últimos años se ha visto gravemente afectada por la pandemia que ha fagocitado la mayor parte de los recursos humanos, económicos y materiales.
La nueva estrategia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) coloca la salud urbana en el centro de la planificación de las ciudades. Y es que las grandes ciudades tienen estructuras de gobernanza que pueden facilitar el desarrollo de las soluciones integradas necesarias para lograr una adaptación climática focalizada en la salud de forma eficiente.