Desde nuestros orígenes más remotos, y no me refiero a los abuelos, bisabuelos o tatarabuelos, sino a los del ser humano, hemos debido superar dificultades primero para adaptarnos a un entorno hostil y progresivamente para ir rebasando retos físicos, químicos, meteorológicos, etcétera.
Y así in crescendo hasta dejar atrás el tribalismo, convertirnos en sociedad, vivir y compartir y empezar entonces otra rivalidad, pero ya no solo con nuestros semejantes, sino también contra nuestras propias metas, desafíos por superar nuestros límites.
Quienes no hemos vivido una guerra, no hemos conocido más que por referencias bibliográficas, fílmicas o por la tradición oral, el horror, el espanto, la destrucción del hombre por el hombre por razones, en la distancia, aparentemente espurias, pero impregnadas por el orgullo de los combatientes.
Sin embargo, acabamos de pasar hace apenas dos años una calamidad que ya se extiende demasiado pese a los muchos avances científicos, y de cuya fecha de conclusión aún no tenemos certeza. Quizá entonces tampoco tengamos datos y haya que esperar varias generaciones para evaluarlo con perspectiva, como todo en la vida.
"Siempre trato de alentar el espíritu inconformista de esfuerzo, de sacrificio para levantarse de las situaciones más adversas, aunque el dolor les retuerza y sus caras se descompongan, pero las actitudes derrotistas no resultan buenas consejeras"
Pero tanto en nuestros antepasados ya fosilizados, como los honrados por la Historia, como los enterrados en camposantos, como los evanescentes en forma de polvo de estrellas, había, hubo, hay y espero que siga habiendo una voluntad de vencer, de superación para adaptarse y sobrevivir a las contingencias de cada momento.
No deja de estar presente el darwinismo como justificación de las adaptaciones a cada escenario, más o menos hostil, complejo, inabarcable, pero nada como una buena actitud camaleónica para acabar siendo confundido con el medio hasta pasar desapercibido si así lo exige el guión o destacar por encima del resto, si de competitividad hablamos.
Recientemente hemos vivido un episodio deportivo que rozaba la épica, yo aún diría más, alcanzó el grado de gesta e incluso el del milagro… pero viniendo de quien vino, solo puede uno rendirse a la evidencia de un compatriota elegido para la gloria, un tenista que hace apenas 4 meses estaba cojo con muletas, que hace uno pasaba el covid-19, que dos semanas antes del torneo dudaba si competir de nuevo y de todo se repuso, se rehizo y se levantó para aumentar su leyenda.
Como ya saben a quién me refiero, no emplearé su nombre en balde porque en verdad, igual que la mayoría de aficionados, dudábamos de un nuevo éxito cuando lo vimos todo perdido y el tanteador se volvía tremendamente adverso en su tercer acto. Quien diga lo contrario miente. Y en verdad solo él podía remontarlo, cual ave fénix, recomponerse de sus cenizas y superar deportivamente a su rival. En toda mi vida no había visto nada semejante.
Bien saben quiénes me leen a qué me dedico, cuál es mi especialidad y a qué personas trato, muchas de las cuales, vienen sin ilusión, pero con esperanza por el canto de sirenas que han oído en lontananza de un médico que les puede ayudar con su problema. ¡Ojalá tuviera esa varita que aplicara la magia necesaria!
"Nada de lo humano nos es ajeno y menos el dolor, pero hay un punto donde acaba la ciencia y el conocimiento, y queda un tránsito que todos hemos de surcar con coraje y honor para vivir y convivir con ello"
Sin embargo, es el realismo lo que ha de caracterizar mi discurso y plantearles desde el leal saber y entender las opciones, los tiempos, los medios, y los recursos. No puedo garantizar los resultados, pero sí el uso diligente de los medios a mi alcance.
Son principios fundamentales extraídos del mundo castrense y creo que de aplicación en todo tipo de operaciones: la voluntad de vencer, la libertad de acción y la capacidad de ejecución.
En esa línea siempre trato de alentar el espíritu inconformista de esfuerzo, de sacrificio para levantarse de las situaciones más adversas, aunque el dolor les retuerza y sus caras se descompongan, pero las actitudes derrotistas no resultan buenas consejeras. Hay pacientes que perciben y me hacen saber que el suyo… es el dolor más grande jamás tratado, y así es para cada cual, porque lo propio afecta más que lo ajeno y a todos hay que creer y tratar con respeto y empatía.
Pero tras ver el partido de este increíble deportista, que jamás da una bola por perdida, que nunca se rinde, que solo ante el dolor inexcusable se detiene, bajado la raqueta y aplaudiendo al rival, sin buscar excusas, se da uno cuenta de la verdadera importancia de la voluntad de vencer para superar todo. En la correcta planificación y en la actitud están los gérmenes del éxito.
Cantaba Joan Manel Serrat la elegía por Ramón Sijé, nacida de puño y letra del poeta Miguel Hernández: “Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento”. Nada de lo humano nos es ajeno y menos el dolor, pero hay un punto donde acaba la ciencia y el conocimiento, y queda un tránsito que todos hemos de surcar con coraje y honor para vivir y convivir con ello.
En nuestra mano quedará intentar curarlo y en su efecto aliviarlo o paliarlo, pero hay que poner un mucho de cada parte y ser valiente, porque aún quedan muchas contiendas que dirimir.