El verdadero mérito del descanso estival es que permite reencontrarnos con nuestro verdadero yo, el calmo y sosegado, el que vive relajado los días que logra reunir, sin despertador, sin atascos, sin reuniones, ni discusiones, salvo por la mesa del chiringuito en lo alto de la montaña, en la tasca arrocera de la playa o en la cola del museo correspondiente. Naturalmente excluyo a los familiares, que son parte consustancial de nuestros quebraderos diarios y sin los cuales sería difícil hallar sentido a esto que llamamos vida.
Sé que lo que voy a decir a continuación pueda parecer muy sesgado, y pido disculpas por anticipado para quien se pueda ofender, pero nada como vivir en una gran ciudad para disponer de un centro de salud y/o un hospital de referencia cercano en caso de emergencia. Mejor no quieran comprobar la odisea en caso de que esto suceda en una cala perdida o en una cota elevada, y por supuesto multiplíquenlo si es fuera del país de origen. Matinal con trinos y noches con sinfonía de cigarras y olor a campo.
Tal vez esta realidad que experimentamos los urbanitas solo en fechas señaladas permita identificarnos con quienes moran en el ámbito rural diariamente y han de padecer estas circunstancias y carencias de manera cotidiana: recorrer kilómetros y kilómetros, y no de ecuaciones como decía el anuncio, para recibir los consejos del personal sanitario y, si así lo prescribe, la adquisición de los fármacos ya es otra aventura que merecería otro post en solitario.
"Recorrer kilómetros y kilómetros, y no de ecuaciones como decía el anuncio, para recibir los consejos del personal sanitario y, si así lo prescribe, la adquisición de los fármacos ya es otra aventura que merecería otro post en solitario"
Con todo y con esto, la entrada es una excusa para comentar dos notas que me han llamado la atención estos días de asueto. Una más liviana y otra más grave. Empezando por la más ligera.
Una mujer anciana usó durante décadas como tope de puerta una pieza de ámbar valorada en 1 millón de euros y una antigüedad que superaría los 38 millones de años. Naturalmente la anciana, fallecida hace 35 años, murió sin conocer el verdadero valor e incluso fue víctima de un robo donde le sustrajeron diversos objetos, sin que nadie reparase en ella.
La otra nota ya es más preocupante y conste que no las estoy equiparando. Una ex modelo de fama mundial reconoció que hace años renunció al tradicional procedimiento médico frente a un cáncer de mama (mastectomía con radioterapia, quimioterapia, terapia hormonal y reconstrucción de la mama) y que su caso se hallaba en remisión clínica gracias a la meditación y al rezo en la playa, apostando, según sus palabras por un “enfoque intuitivo, holístico y guiado por el corazón”.
Ambas notas te dejan perplejo y casi sin habla, pero mientras la primera resulta curiosa y haría valorar lo que tienes sin prejuicios; la segunda, y más como profesional de la Medicina, inquieta por cuanto tiene de cuestionamiento del orden científico y del rigor de la especialidad oncológica por parte de una persona, de relevancia social, pero sin ningún conocimiento que pone en grave riesgo su propia salud por una iluminación de su espíritu (recordemos el caso de Steve Jobs y su cáncer tratado de la misma forma natural e intuitiva con un desafortunado desenlace).
"No conocemos los detalles del historial clínico, ni del diagnóstico de esta persona, pero la noticia expresada en esos términos puede desanimar a los pacientes a seguir un camino penoso y lleno de secundarismos y abonar la deserción de los tratamientos basados en evidencia científica"
No conocemos los detalles del historial clínico, ni del diagnóstico de esta persona, pero la noticia expresada en esos términos puede desanimar a los pacientes a seguir un camino penoso y lleno de secundarismos y abonar la deserción de los tratamientos basados en evidencia científica.
Debemos saber el verdadero valor de las cosas y si no lo sabemos, preguntarlo. La duda nunca puede ofender, porque aporta luz y transparencia. Los profesionales sanitarios sabemos el verdadero valor de la salud y no especulamos, ni jugamos a la ruleta rusa. Por supuesto que no todas las rocas van a tener ese valor tan increíble y que la mayoría serán pedazos de cuarzo, feldespato o mica.
Pero cuando hablamos de salud hay que mantener rigor y precisión, que siempre puede haber tratamientos complementarios, pero nunca sustitutivos. El efecto contagio de estas actitudes es muy peligroso y conviene seguir las recomendaciones especializadas y no de iluminaciones propias del séptimo sello de Zoroastro.