Tras años de otoño, nos estamos adentrando aceleradamente en un invierno demográfico que nos debe obligar a transformar profundamente la organización de nuestro Estado del Bienestar para reenfocar sus prioridades y hacer frente a un nuevo contexto. El sistema sanitario y el seguro de salud son los escenarios dónde se desarrollarán con mayor crudeza las consecuencias negativas de la falta de previsión o de la tardanza en enfrentar las transformaciones necesarias. Ya hemos iniciado las reflexiones y tomado algunas iniciativas, pero debemos avanzar más y hacerlo más rápido.
El avance científico y tecnológico y el desarrollo exponencial de la capacidad de resolución médica, son uno de los factores decisivos para explicar el incremento de la esperanza de vida en nuestra sociedad. Esa realidad, combinada con tasas de natalidad muy bajas, está provocando un envejecimiento acelerado de nuestra población y un aumento de la tendencia a la cronicidad de todas las enfermedades. La pluripatología, cada vez más frecuente en los segmentos de edades avanzadas, supone un gran reto para el sistema sanitario en su conjunto y, en particular, para las aseguradoras del ramo de salud.
El envejecimiento de la población y sus características patológicas producen un incremento del gasto asistencial socio sanitario. Algunos estudios apuntan que casi el 60% del gasto en sanidad de una persona se produce después de los 65 años, en caso de sobrevivir a esta edad, y una tercera parte, después de los 85. Por lo tanto, a medida que avanza la edad media de nuestras carteras de asegurados, aumenta la ratio de siniestralidad. Esta realidad, además de impulsar al alza los costes, pone de manifiesto una de las debilidades de nuestro modelo asegurador. Al tarificar el precio de las primas, en los contratos de seguro deseguro, de duración anual, en función del riesgo, que aumenta exponencialmente con la edad, el impacto en precio “expulsa”, por alto coste, a las personas mayores cuando más necesitan atención, y cuando sus ingresos se reducen, al llegar a la jubilación.
La evolución de la Medicina impone también la necesidad de incrementar la duración de los contratos del seguro de salud más allá de un año
Debemos avanzar hacia otro modelo que reparta mejor los costes a lo largo de la vida del asegurado.Teniendo en cuenta, además, que la evolución de la Medicina impone también la necesidad de incrementar la duración de los contratos del seguro de salud más allá de un año, para poder acompañarle, en las necesidades de personalización, predicción y prevención que la tendencia de los patrones de morbilidad y de avance científico demandan. Lo que es inviable sin aumentar los niveles actuales de colaboración público-privada.
El diseño de modelos de financiación gestión, y obligaciones en resultados, compartidos entre el sector público y el privado, como existen en la mayoría de los países europeos, debe ser el camino. Potenciar la colaboración fortalecerá el Estado de Bienestar y mejorará la atención y los cuidados que reciben los ciudadanos, al hacer más eficiente el uso de todos los recursos. En un momento de profunda transformación social y económica, como el que atravesamos, la experiencia del seguro de salud en nuestro país, tanto en la gestión deriesgos como en la gestión de la prestación sanitaria, puede y debe serde gran utilidad. Ahora, debemos ser capaces de aprovecharla.