Todos contra el racismo

Jefe de las Unidades del Dolor del Hospital Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Si algo he aprendido acerca de lo bueno de las redes sociales es su capacidad para propalar campañas de denuncia de actos incívicos, conductas impropias, comportamientos denunciables, gestos improcedentes, comentarios insultantes, etc., procederes todos que, cuando se repiten por los cuatro puntos cardinales, cuestionan la ética de un país.

En mis más recientes tribunas en este prestigioso diario digital, www.Consalud.es, líder de su segmento, he hablado y denunciado el estado de soledad y violencia que están sufriendo determinados sectores profesionales y demográficos, haciendo especial incidencia en el tema de género, pero inconscientemente olvidé escribir sobre otro, en el que ahora repararé.

Me refiero a las conductas supremacistas, de orgullo de raza, de xenofobia, de discriminación étnica y, aunque no me guste la palabra, toca citarla, de racismo, porque indica un odio extremo a semejantes sólo por su origen, acento, color de su piel, religión, cultura, como si un ser humano fuera superior a otro sólo por haber nacido a una altitud y latitud dadas, frente a otro considerado inferior por ser de otras; creer en deidades diferentes a las propias; cumplir ritos ancestrales diferentes; etc.

"Hemos vivido recientemente en España un espectáculo tan lamentable como condenable en un estadio de fútbol de 1ª división"

Gente que ignora habilidades y competencias como la inteligencia, la sensibilidad, el talento, la creatividad, la locuacidad global y en cambio prepondera los rasgos de los ojos, el perfil de los labios y la nariz, la tez del rostro, el deje, la gastronomía, el país de nacimiento, sus costumbres, etc., para fundamentar sus argumentos de ira inexcusable, de odio insuperable, de ignorancia supina. Decía Einstein que “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Hemos vivido recientemente en España un espectáculo tan lamentable como condenable en un estadio de fútbol de 1ª división, donde un jugador de alcance mundial ha sido objeto de múltiples gritos proferidos de entre la masa (impune y anónima), que no solo le insultaban por su procedencia y el color de su piel, sino que cuestionaban su condición humana. El acoso y ataque del colectivo, en este caso, refleja cobardía y vileza.

Por desgracia este mismo jugador ya ha sufrido gritos vejatorios semejantes en otros campos de juego y las respuestas de los jueces sobre el terreno han sido muy laxas, pero lo mismo que las de los gestores públicos, garantes de los derechos y libertades individuales y colectivos, no solo del ámbito deportivo, sino de las diferentes administraciones políticas: Nada, solo buenas palabras de condena, pero ninguna acción contundente y ejemplarizante, como ya sucede en otros países más enérgicos e intolerantes contra esta barbarie.

"Nada, solo buenas palabras de condena, pero ninguna acción contundente y ejemplarizante, como ya sucede en otros países más enérgicos e intolerantes contra esta barbarie"

Imagino que por razones antropológicas que se me escapan, los espectáculos deportivos han sido tradicionalmente el foro donde el público espectador iba a desfogarse, a soltar su mala baba, su adrenalina más concentrada. Supongo que esto será una reminiscencia de eventos que se pierden en la noche de los tiempos, como los juegos olímpicos de la Grecia Clásica; el circo, las luchas de gladiadores y las carreras de cuadrigas en el Imperio Romano; los torneos entre caballeros de lanza y maza en ristre medievales; etc.

Hay personas que creen que adquirir una entrada para un espectáculo deportivo, especialmente fútbol, quizá por ser masivo frente a otros, les confiera una carta blanca para convertirse en trogloditas, energúmenos, psicópatas que confunden las canchas con el diván de su terapeuta, cavernícolas coléricos que solo acuden para insultar al rival y se abstraen del evento y de las acciones por las que han pagado un precio nada baladí, convirtiendo la anécdota en categoría.

Quizá el público actual sea más moderado respecto al antiguo. A mi juicio no tiene sentido, ni valor alguno, juzgar hacia atrás en el tiempo conductas que hoy reprobamos, porque son pasadas y que, aunque en verdad arrastraban una carga despectiva que hoy sí contemplamos, entonces no había una conciencia cívica ni medios técnicos para localizar a esos endemoniados.

"Urgen campañas de educación y concienciación colectivas, porque si los más pequeños acuden con sus progenitores a los campos, con toda la ilusión de ver a su equipo, el de sus mayores, no puede ver a éstos convertidos en diablos desgañitándose contra tal o cual contrario sólo por haber nacido allí o aquí, y ser de esta manera y no de otra"

Hemos evolucionado y si bien los actos coercitivos han de ser efectivos; hay que darles suficiente visibilidad, no esconderlos por muy vergonzantes que sean; aplicar los protocolos habilitados para tal fin; y sancionar, con la ley en la mano, como merecen, a esas entidades que amparan a salvajes (algunos de ideología extrema) en vez de perseguirles enérgicamente y expulsarles de sus entidades; y por supuesto que cumplan las sanciones (cierre y/o suspensión).

Pero urgen campañas de educación y concienciación colectivas, porque si los más pequeños acuden con sus progenitores a los campos, con toda la ilusión de ver a su equipo, el de sus mayores, no puede ver a éstos convertidos en diablos desgañitándose contra tal o cual contrario sólo por haber nacido allí o aquí, y ser de esta manera y no de otra. A mayor abundamiento, es posible y hasta seguro que el equipo propio del bárbaro cuente entre sus filas con personas de idénticos rasgos que los del bando oponente (musulmán, oriental, latino, etc.), ¿no deberían éstos reprender a sus propios aficionados?

"Mientras exista un solo racista, hay racismo. No basta con el postureo cosmético y oportunista. Hay que actuar YA con diligencia e intensidad"

Hay que asumir que ese fenómeno existe y combatirlo. Mientras exista un solo racista, hay racismo. No basta con el postureo cosmético y oportunista. Hay que actuar YA con diligencia e intensidad: desde casa, en el interior de la familia; desde la escuela, con la importante labor pedagógica de los maestros; desde los medios, también cómplices con los lenguajes recargados; desde las instituciones deportivas, garantes del civismo; y desde las administraciones públicas fomentando un relato inclusivo y solidario.

Cabría esperar mayor implicación de las empresas que se publicitan en esos campos. Que se pueda asociar su marca a conductas deleznables podría ser un riesgo que, por omisión, tal vez no quisieran correr, lo que impelería a los propios equipos a implicarse, aunque solo sea por una cuestión crematística. Pero me surge una duda, ¿qué ocurrirá cuando pase el ruido mediático?

No crean que, aunque no los haya citado hasta el final, no existen sucesos de racismo también en la Medicina. Sanitarios de diferentes rasgos, orígenes, acentos, religiones, etc., trabajan en España, y sufren episodios de menosprecio, burla y racismo que no alcanzan las primeras planas de los grandes rotativos, ni abren informativos en medios televisivos. Por supuesto, como no podía ser de otra manera, condeno enérgicamente desde esta tribuna esas acciones infames y muestro mi afecto y solidaridad con quienes las padecen.

Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.