Tiempo de balance

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Nunca he tenido claro si debía regirme por el año académico (de septiembre a agosto) o por el año lectivo (de enero a diciembre). En mis años de infancia, adolescencia y juventud el criterio que preponderaba era el primero. Cuando te incorporas al mundo laboral, la función impositiva te marca el segundo criterio porque tienes que cerrar balance, y ajustar lo contable antes de que termine el año fiscal.

Ya ven, todo evoluciona. Las ilusiones de los años mozos van girando como el planeta y describiendo órbitas que nos llevan de un lado para otro, nos voltean hasta el mareo, pero debemos mantener la compostura porque eso es lo que se espera de nosotros. Como decía William Ernest Henley en su poema “Invictus” «…soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma» y nada puede ni debe alterarnos.

Sin embargo, en tiempos de incertidumbre, de rabia contenida, el estrés personal o colectivo, agita la coctelera de nuestro ánimo y vuelca sin reparo el producto, independientemente del caos u orden interno resultante, como cuando haces un plato a la carrera y no reparas en preciosismos ni tiempos de cocción, en puntos de sal ni temperatura: las consecuencias o apreciaciones de los comensales serán imprevisibles e incómodas. ¡Maridajes o secuencias y experiencias gastronómicas al traste!

"Aún no han inventado la bola de cristal donde observar, como el ojo de buey, qué nos deparará el mañana, aunque muchos preferimos ir contra el viento y nadar frente a la corriente predominante, no por llamar la atención, sino porque está en nuestra naturaleza"

En ocasiones hacemos de la necesidad virtud y cuanto peor estamos, mejores saldos lanzamos. Uno lleva demasiados años de ejercicio a sus espaldas y está bastante curado de espanto, apenas le sorprenden situaciones nuevas, porque lo que hoy está recto, mañana puede torcerse, y no conviene acostumbrarse ni a la armonía ni al equilibrio porque en el fondo son tan etéreos como las nubes, el viento, el destino, la felicidad…

Con los años ganas en paciencia y tolerancia y aciertas a entender que no merece la pena perseguir logros, por muy sugestivos que se presenten, porque la realidad es que somos nosotros los que corremos delante y el destino, sea cual fuere, termina por alcanzarnos. También es verdad que, si hacemos las cosas regularmente bien, hasta rozar la monotonía, obtendremos unos efectos muy parecidos y predecibles, aunque el azar es muy antojadizo y nos espera siempre agazapado a la vuelta de la esquina.

Comer y beber bien, relacionarse, dormir lo suficiente, hacer ejercicio, evitar riesgos innecesarios, es lo que resumimos en dos palabras, vida saludable. Aún no han inventado la bola de cristal donde observar, como el ojo de buey, qué nos deparará el mañana, aunque muchos preferimos ir contra el viento y nadar frente a la corriente predominante, no por llamar la atención, sino porque está en nuestra naturaleza.

"Una mano ha ayudado a otra, y otra a la siguiente, y entre todas han mostrado lo mejor de nosotros mismos. Sí, somos un gran país"

Esta última ha mostrado su cara más amarga asolando parte del litoral mediterráneo, especialmente la provincia de Valencia con un saldo fatal de 223 víctimas mortales y cuantiosos daños materiales valorados en miles de millones. Con ser graves los segundos, son reparables. Los primeros invitan al desasosiego y al llanto amargo porque nada podrá ya reparar las bajas humanas, por eso mismo mantener vínculos sociales además de saludable puede ser solidario.

El único solaz lo hayo en la voluntad de sus gentes por salir adelante, en el esfuerzo colectivo por superarse y salir adelante. Vivimos en un gran país, somos muy afortunados por su altitud y latitud, por su clima, por sus tradiciones, por sus gentes, por su solidaridad. Una mano ha ayudado a otra, y otra a la siguiente, y entre todas han mostrado lo mejor de nosotros mismos. Sí, somos un gran país.

Feliz Navidad y que en el 2025 la prosperidad pueda ser compartida. No lo estropeemos. ¡Amunt Valencia, no us oblidem!

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