El viernes 20 de marzo, el General Miguel Angel Villaroya, Jefe del Estado Mayor de la Defensa dijo en su intervención <<En esta guerra irregular y rara que nos ha tocado vivir, en la que nos ha tocado luchar, todos somos soldados>>.
Tiene toda la razón el General Villaroya cuando dice que todos somos soldados en esta lucha contra el maldito virus COVID-19. Todos estamos luchando como soldados contra el virus, independientemente del como en función de nuestras obligaciones profesionales estemos pasando esta epidemia. Porque muchas personas están de forma directa luchando como soldados contra el virus ya sea en hospitales, cuidando el orden, transportando personas a su trabajo o haciendo que no falten alimentos ni medicinas a la población. También son soldados los docentes que hacen que miles de estudiantes puedan seguir sus estudios por una modalidad nueva hasta ahora no explorada para la mayoría, las clases on-line, tarea que les aseguro que es bastante más complicada que de forma presencial. También son soldados las personas que ceden locales o aportan fondos o alimentos para que la lucha contra el virus pueda continuar, los periodistas que continúan informando y entreteniendo en los medios de comunicación o tantas otras personas de profesiones fundamentales para que la vida siga lo más normalizada posible dentro de estas grandes dificultades. Pero no olvidemos que también son soldados, las personas que permanecen encerradas en casa entendiendo lo fundamental que es su lucha serena, paciente y anónima para vencer al COVID-19 impidiendo su expansión.
Diariamente oímos recomendaciones sobre como protegernos higiénicamente contra el virus, que debemos hacer o no hacer cuando tenemos que salir a la calle por algún motivo ineludible para alimentarnos o comprar fármacos, además de enterarnos diariamente de las cifras preocupantes y aún crecientes de casos nuevos, muertes y personas que han superado la infección. Yo no soy virólogo, ni especialista en virus, pero como doctor en biología molecular e investigador conozco bastante bien las vías moleculares de interacción de células y organismos, y como los fármacos pueden actuar sobre ellas, puntos en que podría encontrarse algunas de las claves para vencer al virus. Por eso, en estos días he echado un poco en falta la respuesta a algunas cuestiones que seguramente la mayoría de los españoles quieren también saber. Entre ellas destacaré dos: 1.- Sabemos de verdad como infecta el virus a las personas, tema probablemente muy importante para poder desarrollar una vacuna o un fármaco contra él y 2.- Por qué está haciendo el COVID-19 esos estragos en nuestro país, y también en Italia en las personas de edad más avanzada. Dividiremos este resumen en dos pequeños artículos para abordar estas dos cuestiones.
Un fármaco utilizado contra la malaria como es la cloroquina, en concreto la hidroxicloroquina ha sido utilizado en la lucha contra el COVID-19 en hospitales chinos, incluido en Wuhan
En cuanto a la primera cuestión, parece según varios artículos publicados en revistas de prestigio internacional, que el virus utiliza una proteína, la enzima convertidora de angiotensina de tipo 2 (ACE2) para infectar las células humanas. El virus COVID-19 utiliza una región llamada dominio de unión al receptor (receptor binding domine en sus siglas en inglés RBD) para unirse a la proteína ACE2 localizada en las células humanas. Este es un mecanismo de infección que también utiliza el virus del síndrome respiratorio agudo grave (SARS). Pero el COVID-19 no se ha parado ahí. A diferencia de otros virus similares, parece que el COVID-19 tiene otras proteínas potenciales por las que se puede unir a las células humanas. Una de estas proteínas del virus se puede unir a la proteína CD147 en las células humanas. La relevancia de esta proteína CD147 en el COVID-19 surgió a raíz de un estudio realizado por investigadores chinos demostrando que al bloquear la proteína CD147 la transmisión del virus en células humanas en cultivo se inhibía. Esta proteína CD147 es una vieja conocida por los virólogos ya que el parásito protozoo de la malaria, Plasmodiumfalciparum, lo utiliza para infectar los glóbulos rojos. Esta proteína, perteneciente a la superfamilia de las inmunoglobulinas, estimula también células estromales para producir metaloproteasas, es decir, para facilitar la degradación de proteínas de la matriz extracelular, alterando las células y tejidos. La proteína CD147 se ha identificado en células como las epiteliales y endoteliales y en leucocitos. También se ha observado una expresión elevada de CD147 en células tumorales, lo que se ha relacionado en algunos artículos científicos con un riesgo mayor de resistencia a la quimioterapia, además de predecir un mal pronóstico en la progresión del tumor.
Dicen los investigadores chinos tener más esperanzas en bloquear la proteína CD147 que la ACE2 para parar el virus. De hecho, un fármaco utilizado contra la malaria como es la cloroquina, en concreto la hidroxicloroquina ha sido utilizado en la lucha contra el COVID-19 en hospitales chinos, incluido en Wuhan. Parece ser que en algunos estudios que se han realizado de forma más controlada, la hidroxicloroquina es eficaz en reducir la propagación del virus cuando la carga viral aún no es muy importante. En los protocolos que ahora se siguen en España también me han comentado que se incluye la hidroxicloroquina dentro de los tratamientos establecidos. En Francia desde marzo se está siguiendo una investigación con un número reducido de pacientes positivos para COVID-19 combinando hidroxicloroquina y azitromicina, fármaco este último utilizado para infecciones bacterianas asociados a neumonía y bronquitis. Los resultados muy preliminares parecen esperanzadores.
Habría que pensar explorar otros frentes como intenar conocer en toda su extensión como el virus afecta a las células humanas en su propagación
No todos los tratamientos que se están intentando utilizar contra el COVID-19 han tenido éxito. También se han intentado utilizar algunos retrovirales que han sido eficaces en el tratamiento del VIH. Sin embargo, según se ha publicado en el New England Journal of Medicine en un estudio en el que se trató 90 pacientes ingresados graves positivos a COVID-19 con la combinación opinavir-ritonavir, no resultó en beneficio alguno. Esto no quiere decir, no obstante, que no se siga investigando sobre esta vía.
La lucha continua. Será clave para vencer al virus, no solamente la generación de una vacuna, que no hay que ocultar tiene muchas dificultades, habría que pensar explorar otros frentes como intentar conocer en toda su extensión como el virus infecta a las células humanas para su propagación. Quizás por esta vía también descubramos nuevas proteínas y mecanismos moleculares como potenciales dianas terapéuticas, hasta el momento desconocidas. Incluso podríamos, por que no, llevarnos alguna sorpresa agradable en esta guerra si descubrimos que algún arma farmacológica que ya tengamos pueda ayudarnos a ganarla.