Vivimos un momento crucial para la sanidad. Es un momento marcado por los retos demográficos, con una población que aumenta y tiene una esperanza de vida mayor, de incremento de la cronicidad y de llegada de tratamientos y terapias innovadores. Esta situación se repite en todos los países de nuestro entorno, en todas las Comunidades Autónomas y, de manera especial, en aquellas con factores como una densidad de población mayor, como la Comunidad de Madrid. En este contexto, por mucho que se empeñen en decir lo contrario, en su actual configuración, ni la sanidad pública podría sobrevivir sin la privada, ni tampoco esta última sin la primera.
Existe una clara interdependencia derivada de los conciertos, pero además comparten profesionales, equilibran los flujos de acceso y se complementan en tecnología. Esas funciones y recursos, en unas ocasiones, se distribuyen de manera consciente y planificada y, en otras, responden a una mecánica ya hecha que es fruto de múltiples decisiones individuales que han confluido en la misma dirección.
"Ni la sanidad pública podría sobrevivir sin la privada, ni tampoco esta última sin la primera"
El resultado de toda esa cooperación y reciprocidad es un beneficio mutuo que, en el caso de la Comunidad de Madrid, está demostrado. Igualmente puedo asegurarles que la colaboración de la sanidad privada con la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid constituye, además, una apuesta por la eficiencia. Juntos trabajan para aprovechar al máximo los recursos con los que cuentan, cuidando las condiciones en las que se relacionan para procurar su sostenibilidad.
Por otra parte, hay que recordar que la Comunidad de Madrid es la región española con un mayor porcentaje de ciudadanos titulares de seguros privados de salud (38,1%, frente a la media nacional del 24,4%), sumando 2.567.365 asegurados de prestación de servicios, un número que ha crecido más en los últimos tres años (394.924 nuevos) que en los siete anteriores (276.773 nuevos).
Esto da un valor importante a la sanidad privada, la cual, en estrecha y fundamental colaboración con la sanidad pública, no podría ser de otra manera, ofrecen a los pacientes, su razón de ser, unos niveles de excelencia que las hacen líderes en prestación de servicios, en nivel formativo de sus profesionales, en innovación, en asistencia, etcétera, dentro de los países más avanzados a nivel internacional.
La colaboración público-privada en sanidad revitaliza el sistema y lo hace de manera eficiente y con total garantía. Tenemos una sanidad pública fuerte, con un largo camino de avances por recorrer, y la sanidad privada debe seguir apoyando el sistema, un sistema que satisface las necesidades de la sociedad.