Una embarcación navega con rumbo de colisión si al ser detectado su ángulo de demora o marcación se mantiene constante en el tiempo, independientemente de la velocidad, de su rumbo o del tiempo entre observaciones.
Calma, ni soy un experto navegante ni les voy a dar la turra a los Patrick O´Brien, pero esta expresión es tan real y auténtica respecto a una nave como podría ser aplicable a cualquiera de nuestros semejantes “cuando se desvía de la senda correcta”.
Cuántas veces no hemos oído decir aquello de “esta persona o aquella lleva una trayectoria intachable” o “sigue un camino recto y llegará lejos”, porque como tome una deriva que le aleje de esos presuntos objetivos imaginables, “habrá perdido el rumbo, el norte o girará sin parar como una veleta en un día de ventisca”.
Dice el refrán popular que “Dios escribe recto sobre renglones torcidos”, porque el destino es muy antojadizo y no siempre lo que arranca con buen pie, a velocidad moderada y una progresión continua, llega a la parada anhelada, y los bandazos del azar le acaban llevando lejos, muy lejos de lo previsto.
Es frecuente que acudan a nuestra consulta pacientes con hábitos no siempre saludables y acabamos convertidos es desfacedores de entuertos con quienes viven en el filo de la navaja, acabando nuestros consejos, advertencias, diagnósticos, sugerencias, como quieran llamarlo, en el pozo de los deseos no cumplidos, cuando no en la papelera del exterior de la consulta, si son descuidados, o en el cubo de la basura de sus casas si al menos son detallistas.
"El personal sanitario no está para amargar la vida a nadie, sino todo lo contrario y a menudo nos vemos convertidos en prácticos del puerto o controladores aéreos que ven con la suficiente proyección hacia dónde se encaminan los pacientes"
Obviamente estas conductas no son generales ni responden a un patrón universal, y lo mismo que miles de transportes terrestres, marítimos o aéreos llegan a su destino, sin novedad, la mayoría de las pacientes hacen caso porque su verdadera y única voluntad es superar sus conflictos de salud, con mayor o menor éxito, como digo con frecuencia, según hasta donde alcance la ciencia, atajando desde la causa o atemperando las consecuencias.
Pero cuando hay una turbulencia, un oleaje desmedido, un suelo resbaladizo, etc., tales transportes pueden sufrir daños de diferente consideración que van de la levedad a la máxima gravedad, e incluso la muerte. Y con ello me refiero a las conductas y consumos temerarios de quienes perseveran en hábitos tóxicos, léase tabaco, bebidas alcohólicas, fármacos sin control o directamente sustancias estupefacientes tan perjudiciales solas o combinadas.
En estos casos se perturba el paralelismo, porque mientras el azar puede llevarnos a cualquiera del cielo al infierno, del triunfo al fracaso, del progreso al retraso, seguir estas pautas peligrosas sólo conduce a quienes las siguen al estrépito, a la frustración, a la derrota sin paliativos, a malograr carreras que podrían haber sido provechosas, a tirar por la borda el trabajo propio o del entorno de años, y a precipitarse al barranco. A fin de cuentas, terminar la singladura antes del tiempo previsto y con secuelas evitables.
El personal sanitario no está para amargar la vida a nadie, sino todo lo contrario y a menudo nos vemos convertidos en prácticos del puerto o controladores aéreos que ven con la suficiente proyección hacia dónde se encaminan los pacientes.
Por suerte, como decía con anterioridad, la mayoría atraca con éxito en su lugar de destino y algun@s de l@s que no… no será porque no fueron advertid@s de que esa vía no era la idónea, que era imprescindible abandonarla y retomar por otros derroteros.
"Las indicaciones que invitan a la moderación en la conducción de las propias vidas, en ocasiones, no evitan los siniestros, pero sí disminuyen la incidencia y magnitud de estos"
La capacidad de hacer previsión condiciona el tiempo presente. Cuál será la mejor ruta para seguir, estará condicionada por la meta que se pretenda conseguir y en ese inciso cabría pensar que salir con mala mar no es conveniente, como tampoco lo es adentrarse en la montaña con ventiscas.
Las indicaciones que invitan a la moderación en la conducción de las propias vidas, en ocasiones, no evitan los siniestros, pero sí disminuyen la incidencia y magnitud de estos.
Una señal de curva peligrosa puede resultar una inversión más rentable que un centro especializado en atender politraumatismos. Alertar sobre riesgos anunciados es un deber profesional y no puro paternalismo, pues convoca a la responsabilidad y participación de las personas.
Podemos advertir a pacientes, familiares, amigos… que ciertos caminos no son los más adecuados, invitando a su abandono, pero a veces lo único que nos permiten es contemplar y confirmar su rumbo de colisión, para su postrera evaluación de daños.