El Diccionario de la Real Academia, define «tóxico» como aquello “que contiene veneno o produce envenenamiento. Aplicado a una sustancia, usado también como sustantivo masculino”. De la misma raíz común etimológica tenemos atosigar, que igual puede significar agobiar y presionar a alguien con exigencias que envenenar su vida.
Identificamos la famosa señal triangular con borde negro sobre fondo amarillo en que resaltan una calavera y dos tibias cruzadas, con algo nocivo, tóxico, que conviene no tocar y casi ni aproximarse, por lo que pudiera pasar.
Todos hemos oído hablar de los vertidos tóxicos que generan no pocas consecuencias para el ecosistema que integran naturaleza y seres vivos, logrando en muchos casos aniquilarlos o diezmarlos muy sensiblemente. Y pese a ello episodios de estas características se siguen produciendo por el poco o ningún celo de los causantes y la actitud tibia y en ocasiones dudosa, de las administraciones por velar por los intereses del medio y sus moradores.
Pero de un tiempo a esta parte el concepto se ha humanizado y aplicado a las relaciones sociales interpersonales, alcanzando un gran éxito a la hora de definir el trato con personas que deriva en relaciones destructivas y por tanto dañinas para la salud, haciéndose necesario evacuar a quien o quienes producen tal efecto, a ser posible lo más que alcance la vista, fuera incluso de la vía láctea, por aquello de las distancias.
"Raro es el gabinete que no lo aborda, porque estos especímenes están muy extendidos por todas partes y en todos los gremios, entornos, eventos, actividades, vamos, que somos susceptibles de estar rodeados y en muchos casos permanecer ignotos en su presencia hasta que sus efectos son devastadores"
Los psicólogos han acogido el ingenio de buen grado y raro es el gabinete que no lo aborda, porque estos especímenes (creo que se les podrá llamar así) están muy extendidos por todas partes y en todos los gremios, entornos, eventos, actividades, vamos, que somos susceptibles de estar rodeados y en muchos casos permanecer ignotos en su presencia hasta que sus efectos son devastadores.
Decía el personaje de Vito Corleone a su hijo Michael en «El Padrino» aquello de “ten cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos”. Y siguiendo con las citas fílmicas, en «El Señor de los anillos» Gimli indicaba que “cuanto más cerca del peligro, menor riesgo”. Tengo en casa una jarra con fondo transparente que en su base dice “al enemigo viendo hasta bebiendo”.
Ya saben que la liebre salta por donde menos te lo esperes, bien por una acción directa o como consecuencia del desgaste y erosión. Las secuelas del primero, a simple vista, parecen más sencillas de superar. Las segundas demandan un duelo propio. Y eso pasa por negación, ira, depresión y aceptación.
Hasta ahora no había hablado del terreno laboral, pero puede intuirse que es un campo abonado para este tipo de interacciones o relaciones, por ser frente de discrepancia continua y donde se dan no pocas situaciones de dominación, acoso, conductas humillantes u otras formas de abuso de autoridad, llegando a hablarse de “procedimientos tóxicos” del superior sobre el inferior, entre compañeros o de los subordinados al responsable, pudiendo derivar a situaciones de riesgo en el trabajo.
Experimento la comunicación y la pongo en práctica a diario con mis pacientes, intentando que sea terapéutica. Su ausencia o elusión puede generar choques frontales y estrés laboral si no hay la voluntad emocional o empática para acercar y aclarar posiciones.
"Experimento la comunicación y la pongo en práctica a diario con mis pacientes, intentando que sea terapéutica. Su ausencia o elusión puede generar choques frontales y estrés laboral si no hay la voluntad emocional o empática para acercar y aclarar posiciones"
Ni que decir tiene que en el entorno familiar y amistoso también existen, sin embargo, los remedios pueden ser más traumáticos por el grado de cercanía y sus consecuencias engendrar verdaderos trastornos y confusiones en todos los órdenes, incluido el legal.
Y es que el acostumbramiento puede jugar malas pasadas y nos hace ver espejismos, paraísos allá donde solo hay avernos o ciénagas, hasta que alguien con perspectiva, desde fuera, porque estos tóxicos suelen parasitarnos y vivir muy cerca, nos señala el conflicto que nosotros, encima del caso, no hemos sido capaces de advertir.
Tal vez ese grado de cercanía y por tanto de confianza intrínseca sea lo más pernicioso, porque tendemos a bajar la guardia frente a los cercanos, que suelen gozar de una confianza, ascendencia y posición privilegiada, de ahí que lleguemos a tildarlo de máxima traición y lo clasifiquemos como “puñalada trapera”, precisamente por lo inesperado de la misma.
Ahora solo tienen que pensar en su entorno hasta encontrar a esos seres que la entomología llama exodoideos y el resto simples “garrapatas”. Su presencia ya es peligrosa de por sí, pero si les dejas hacer y no los erradicas… se extienden y buscan colaboradores necesarios para consolidar sus efectos. Descifrar sus códigos y desmontar sus pretensiones tampoco resulta sencillo al contar con una presencia implícita o apariencia inofensiva.
Detectados a tiempo son más fáciles de purgar, como sucede con las enfermedades, de hecho, también se les podría comparar con patologías complejas y enrevesadas, solo controlables por la detección precoz. En caso contrario pueden contaminar cuanto pillan por delante.