Reemprender la marcha

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

El camino es largo y profuso. A veces intrincado, serpenteado, sinuoso, pedregoso, húmedo, resbaladizo…pero es el camino.

La marcha se inicia con el nacimiento. En sus primera etapas vitales es lento, ganando prestancia y seguridad con los años; más velocidad en la juventud, cuando rebosamos de plenitud y capacidad para el derroche; alcanzar una velocidad de crucero constante en la edad adulta; finalmente destilamos serenidad y calma en la senectud.

Pero hay altibajos en el camino que nos hacen replantearnos el avance, puede que hasta nos devuelvan al punto de partida, o bien nos hacen retroceder o incluso cambiar de dirección y sentido. Hay puntos de inflexión en la vida que nos alteran el horizonte, que modifican bruscamente el punto de fuga hacia el que dirigirnos.

Se puede cambiar de ritmo, de ruta, de meta, hasta de compañía, todo menos de protagonista, que va consolidando principios, valores vitales y, aunque parezca que todo es inmanente, el juego de relaciones fusiona nuevos cuadros.

Hay caminos que hubiera sido mejor no surcar y otros se nos quedan cortos

Hay paradas y marchas; tal vez oportunidades para reflexionar, para observar con detenimiento si lo recorrido ha tenido sentido alguno; hay momentos para mirar hacia atrás y ver el sendero que no se ha de volver a pisar, que diría Antonio Machado.

Hacemos camino al andar y hay quien nos sigue y comparte la travesía un trecho; algunos un instante como teloneros tangenciales; algunas personas son compañía; otras figurantes del paisaje e incluso hitos.

Hay caminos que hubiera sido mejor no surcar y otros se nos quedan cortos; hay caminos llenos de altibajos que se atraviesan a fuerza de sudar sangre y lágrimas; y otros en los que nos deslizamos como en balsas de aceite; hay caminos salpimentados de trabas, impotencia y rabia; frente a otros livianos y expeditos, cargados de dones y gracias…La dificultad en el sendero nos refuerza y genera enseñanzas o nos devuelve a la plácida noria.

Esta pandemia que vino en mancha de aceite lejana, lluvia ajena, al confluir en el mismo momento y lugar derivó en riada inclemente, dejando sorpresa y desolación, pero también catarsis y oportunidad de despertar solidaridad e identidades que refuerzan nuestra autoestima como seres capaces de compartir y renunciar, haciendo que nuestra zona de confort fuera albergue en la necesidad.

Muchas son las lágrimas derramadas por quienes ahora se ausentan, que inundan y empantanan los ojos de sus más próximos

Ojalá no la transitemos nunca más, pero por ahora poco o nada me hace abrigar tal esperanza, porque seguimos ignorando casi todo, incluso nuestras propias debilidades y capacidades, vacunas incluidas, y parece que, hasta su definitivo desarrollo y aprobación, seguiremos obligados a la prudencia y cautela.

Entre origen y destino muchas personas han tenido un viaje discreto, corto y gris; otras en carrusel y arco iris, si bien en todos los casos ya podían oírse los arrullos del final de sus vidas.

Muchas son las lágrimas derramadas por quienes ahora se ausentan que inundan y empantanan los ojos de sus más próximos, de los que lo hicieron en la distancia y de los que estuvieron hasta el último suspiro, exhalación por la que el alma inicia un nuevo viaje…Sí, yo estaba allí para dar testimonio, yo lo vi, yo lo sentí y me diluí como hoja al vaivén del viento.

También lágrimas por quienes quedamos en este lado, viudas, huérfanos y deudos, carentes del confort de su compañía. Sí, también son lágrimas egoístas pero comprensibles.

Ha habido una épica digna de ser cantada por bardos y aedos, batallas titánicas, luchas contra el destino, soldados desprovistos de coraza en el fragor de la batalla, espíritus indómitos, pero ya agostados, espadas envainadas y lanzas truncadas que no volverán a enervarse. Se han ganado el respeto y agradecimiento porque nos mostraron el camino correcto que nunca se ha de abandonar.

Ahora toca enjugar los lacrimales, deglutir el trago amargo, rendir homenaje y agradecimiento y avanzar con la lección aprendida. Mirar hacia delante y reemprender la marcha personal porque la vida y la ruta hacia el destino individual e irrepetible debe continuar. 

Su ejemplo nos guiará y la luz de su estrella nos iluminará siempre ¡Gracias por tanto, gracias por todo!

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