Vivimos en la era de las comunicaciones. La mayoría, hasta la fecha, nacimos con unos instrumentos tecnológicos que, a día del corriente, están obsoletos y encerrados en un museo para deleite de nuestros hijos y sonrojo de quienes les sucederán.
Y es que cada uno es hijo de su tiempo. Por causa de fuerza mayor al mismo nos vemos supeditados y en la obligación de a adaptarnos si queremos formar parte del presente y no ser una rémora o un lastre del pasado.
Lo que descubrieron Cajal, Courie, Einstein, etc., que muchos estudiamos como ciencia cierta, fue el sedimento sobre el que descansa el progreso, que viaja a la velocidad del sonido y cada minuto evoluciona gracias a los avances que nos hacen atisbar desarrollos exponenciales en un inminente futuro.
Uno de ellos es la llamada inteligencia artificial, sistema computacional creado por la mano humana que, a no tardar mucho, superará todos los campos de conocimiento conocido y avanzará, tal vez, por libre hasta escapar del control de sus creadores.
"En los últimos meses hemos sido testigos de varios ciberataques a instituciones sanitarias que bloquean y dejan inoperativos los sistemas informáticos de dichos entornos, con las graves consecuencias que ello reporta"
La ciencia ficción ya lo ha ilustrado y, a fe mía, que más vale que programen una “puerta de atrás” de salvaguarda para que no nos canibalicen. La reflexión ética es obligada. Consideraciones sobre las “tecnologías de la información” y conjeturas sobre “mundos virtuales” serán para otra ocasión.
Una de las perversiones de este progreso es el tema que intentamos abordar en esta tribuna, el “ransomware” o “secuestro de datos” en español que, según la Wikipedia, “es un tipo de programa dañino que restringe el acceso a determinadas partes o archivos del sistema operativo infectado y pide un rescate a cambio de quitar esta restricción”.
Siempre ha habido bárbaros, piratas, bandoleros, ladrones de guante blanco, y esta época no iba a ser menos. No todos los ladrones llevan un pañuelo al cuello, ni emplean la sirla o el revólver para sus atracos. Los modernos son consumados expertos informáticos dispuestos a hackear o piratear los archivos de cualquier entidad, a veces, por puro desafío, otras, y estas son las que nos ocupan, con intención maliciosa y lucrativa.
En los últimos meses hemos sido testigos de varios ciberataques a instituciones sanitarias (hospitales, centros de salud, residencias, etc.) que bloquean y dejan inoperativos los sistemas informáticos de dichos entornos, con las graves consecuencias que ello reporta para la gestión institucional así como para afectados, tanto en la paralización de sus procesos asistenciales como en la posible desprotección de los datos personales e historiales, con una clara y malévola intención: traficar y vendérselos al mejor postor.
"Creemos estar a resguardo con los programas antivirus, pero nos queda la duda razonable de que 'quien hizo la ley, también hizo la trampa'"
Creemos estar a resguardo con los programas antivirus, pero nos queda la duda razonable de que “quien hizo la ley, también hizo la trampa” y ello nos hace sentir sumamente vulnerables ante estos salteadores de caminos digitales que conocen los códigos de acceso y los revientan como un butronero socaba una pared sin apenas resistencia.
Cuando encima muchos departamentos ad hoc desarrollan planes de contingencia, con copias infinitas de seguridad y limitaciones de acceso con claves enrevesadas, y solo después del hurto parece que la avería se soluciona, pero anticiparse, lo que se dice anticiparse, como los economistas, nada. Todo a posteriori.
De otra parte, las instituciones pagan programas carísimos a empresas internacionales que se forran a costa de ingenuos compradores y luego nos enteramos de que tal o cual corporación vinculada a servicios de información extranjera dispone de un programa con nombre de un mitológico caballo alado capaz de sondear ordenadores y dispositivos móviles de cualquier ser sobre la faz de la tierra ¡Apaga y vámonos!
Sinceramente creo que no hay comportamiento más mezquino que robar lo más privado que tiene un paciente, como es su historial, que ni siquiera está a su acceso en la mayoría delos casos, que se presupone custodiado por instituciones de confianza y amparado por la ley de protección de datos, y al final la verdad es que está vendido en manos de cuatreros digitales.
"No hay comportamiento más mezquino que robar lo más privado que tiene un paciente, como es su historial, que ni siquiera está a su acceso en la mayoría delos casos, que se presupone custodiado por instituciones de confianza y amparado por la ley de protección de datos, y al final la verdad es que está vendido en manos de cuatreros digitales"
Pero no sobrándose con eso también paralizan la actividad asistencial, quirúrgica y de consultas, donde está en juego la salud de personas que llevan meses esperando esa cita y tal vez hasta puede que esté en riesgo la vida de muchos por tener que aplazar intervenciones por obra y gracia, y menuda gracia, de estos mangantes, porque no se les puede llamar de otra manera.
Cuando uno pone una puerta blindada, sistemas de videovigilancia, sensores de movimiento, etc., cree estar seguro de que nada le pasará… hasta que llega el cine y te enseña cómo y de qué manera robar bienes ajenos, y se te queda cara de don tancredo. Encriptación, cortafuegos y auditorías (externas e internas) periódicas de seguridad parecen insuficientes.
Estos delitos no pueden ni deben quedar impunes y estoy convencido de que las brigadas de delitos informáticos, de nuestras fuerzas de seguridad e Inteligencia, trabajan denodadamente para protegernos, pero, qué quieren que les diga, que a veces piensas en conservar el calcetín debajo de la cama con un pen drive por si eso de la nube es otra entelequia a disposición de cualquier carterista digital.