Vivimos días confusos, la ley se cuestiona, la justicia es justicia solo si está de nuestro lado y la polarización, que no el consenso, da sus frutos.
Algo parecido es lo que Enfermería está viviendo estos días en los que todos y cada uno de los que supuestamente tienen una cuenta pendiente, no se sabe si con la profesión o con los representantes de la misma, se suben a un mismo carro y deciden hacer leña de un ÁRBOL NO CAÍDO.
Como suele decirse, Enfermería es mucha Enfermería, y está integrada por un gran colectivo de enfermeras generalistas, especialistas y de práctica avanzada. Es la primera fuerza laboral de la sanidad y una disciplina universitaria independiente con un cuerpo de conocimiento propio que como otras disciplinas del ámbito de la salud bebe de fuentes comunes: Anatomía, Fisiología, Farmacología… que le permiten una actuación autónoma en el ámbito de los cuidados, pero también una actuación colaborativa decisiva en todo el proceso salud-enfermedad.
Una profesión sanitaria que mira sin complejos su pasado y apuesta por su futuro profesional siendo consciente de la complejidad del escenario y de la necesidad de la multidisciplinariedad, la ayuda mutua, la accesibilidad y el consenso para obtener resultados.
Fieles a este principio y al convencimiento de la capacidad de sus competencias, Enfermería acepta sin dudas la legalidad vigente fruto de un amplio debate que cristalizó en el Real Decreto (RD) 1302/2018, de 22 de octubre, por el que se modifica el Real Decreto 954/2015, de 23 de octubre, por el que se regula la indicación, uso y autorización de dispensación de medicamentos y productos sanitarios de uso humano por parte de los enfermeros (rogamos su lectura).
En él y gracias al consenso profesional queda matizado el RD previo, estipulando todas las garantías y profesiones intervinientes posibles. Obviamente lo que no puede controlar un RD es que los intervinientes digan sí en un foro institucional y no en un foro corporativo; tampoco se puede controlar que las organizaciones que representan a algunas profesiones intervinientes no consideren la opinión de sus propios colegas que forman parte de este foro profesional de consenso y tampoco se puede controlar que estas organizaciones desoigan a sus compañeros de profesión que se dedican a la asistencia, donde sencillamente este supuesto conflicto no es tal.
Todo esto hace pensar que quieren seguir “marcando el ritmo a Enfermería” y que desgraciadamente goza cada vez de más vigencia la célebre frase que a las enfermeras se nos viene a la cabeza, que no citaremos tal cuál, pero que alude a que debemos “saber más” en determinados momentos del día, pues es en esos momentos cuando se agradece nuestra capacidad profesional y se difuminan los férreos límites competenciales -¿acaso las disciplinadas enfermeras van a conseguir igualdad de oportunidades, una clasificación profesional ajustada a su formación, un reconocimiento institucional y social acorde a sus competencias rompiendo el status quo imperante…? ¡No se puede permitir!- pensarán.
Esta inquietud hace proliferar acciones jurídicas (como recurrir guías de prescripción, o recurrir todos los puestos directivos ostentados por enfermeras,….), peticiones exóticas (grupos distinguidos de clasificación profesional o un Estatuto Marco propio) y, por supuesto, algunos derroches de creatividad redactando manifiestos trasnochados basados en el corporativismo del miedo que se ilustran con el mantra del peligro (“es sólo cuestión de tiempo que alguien muera…”) como si las enfermeras detentáramos el monopolio de la negligencia y no actuáramos conforme a la Lex Artis en nuestra profesión.
En definitiva, parece mejor a estas entidades y personas concretas propagar la teoría del caos, de la conspiración y del ruido en vez del imperio de la ley, la razón y el consenso. Enfermería desde luego se queda con esto último y tiende la mano por enésima vez con tal de seguir hacia delante en lo que cree que además de estar basado en el consenso y en la evidencia, es un beneficio para las personas usuarias, la profesión y la atención sanitaria basada en valor.