Cantaba el mítico Vicente Fernández un viejo corrido mexicano compuesto por el ilustre José Alfredo Jiménez titulado «El rey» en el que decía "una piedra en el camino me enseñó que mi destino, era rodar y rodar…” y que los mariachis rasgaban lastimosamente en segunda voz… “rodar y rodar” …que en el fondo no eran sino las tribulaciones de un campero por mandar en su extensión y hacer lo que le viniera en gana entre sorbo y sorbo de tequila. Me tomo la licencia, que no el tequila, para emplearla como excusa de otros fines.
En la vida en general podemos interpretarla como una traba o aplicarla a los obstáculos que saltan a nuestro encuentro y en ambos casos deberemos superarla o esquivarla para continuar, lo cual no nos exime de caer a tierra como consecuencia de la misma y “rodar y rodar”, es decir, revolcarnos en el fango de la realidad, hasta recuperarnos y ponernos en pie de nuevo. El recuerdo del mito de Sísifo me resulta tentador, pero dejaré que ruede por esta vez.
Es un golpe de verdad, de efectividad, un choque contra lo existente que a veces nos abre los ojos cuando nos hemos acomodado demasiado, aunque también a veces produce daños de mayor alcance y nos retira de la prosa cotidiana hasta hacernos reflexionar y rehabilitar todo lo maltrecho.
En fechas inminentes tenemos una prueba de ello en forma de elecciones nacionales al Congreso y al Senado, de las que emanará un nuevo gobierno para el país. A quienes ya tenían programadas sus vacaciones les resulta más un meteorito que un canto rodado, en cambio para otros es más un canto del cisne en pos de una alternativa. Sea como fuere, para defensores y detractores de unas u otras opciones, será un hito más que un pedregal en medio del sendero.
"Todo lo anterior no ha sido sino un preámbulo para prevenirles contra los cálculos renales tan sumamente dolorosos cuando cursan con infecciones en vejiga y alrededores"
Ahora bien, hasta el día de autos, 23 de julio, será miríada quien “tire la piedra y esconda la mano”, como también nos evoca el refranero popular para signar a entes que increpan desde las sombras, tras seudónimos o simpáticos nicks ocultando su identidad, especialmente en redes sociales. Ya no nos pillan por sorpresa, porque en efecto “no ofende quien quiere, sino quien puede”.
Incluso el Nuevo Testamento (Jn 8, 1-11) nos recuerda que “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” como réplica ante las presuntas evidencias de un castigo por lapidación, porque en verdad todos cargamos con nuestra culpa y en no pocas ocasiones somos porteadores de las de los demás.
Y para abandonar esta pedregosa tribuna recurriré al antropológico dicho de que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces es la misma piedra” como apología de la sinrazón que nos lleva a errar en dos o más ocasiones ante idénticas circunstancias, prueba irrefutable de que no aprendimos lo suficiente en el primer envite, a pesar de nuestra inteligencia, que nos hace racionales frente a animales que sólo emplean la astucia o el instinto y así les va.
En fin, que todo lo anterior no ha sido sino un preámbulo para prevenirles contra los cálculos renales tan sumamente dolorosos cuando cursan con infecciones en vejiga y alrededores. Ojo, no confundir con «el mal de la piedra», que según el DRAE es el “deterioro que sufren las piedras de edificios y otras construcciones por efecto de los agentes corrosivos presentes en el aire”.
"Ya se le ha prevenido de la conveniencia de ingerir dietas adecuadas con poca grasa y muchos líquidos, sobre todo en esta época, tanto para recuperar fluidos evaporados en verano a través del sudor, como para evitar la formación de este tipo de cuerpos extraños"
Precisamente una persona cercana hace unas semanas tuvo un desagradable episodio que le llevó a urgencias y después de una noche de calvario, con espasmolíticos y analgésicos, analíticas, rayos y ecografías, fue devuelto al hogar conminándole a “expulsar al intruso” con un tratamiento ad hoc.
El protagonista de esta historia arrostró su cálculo renal hasta que finalmente debió expulsarlo atomizado, porque reconoció no ser consciente de salida abrupta alguna, pero el retorcimiento y la incomodidad previas, según su propio testimonio, debió ser insoportable, o cuanto menos no recomendable. No me olvido de otros cálculos nada matemáticos, como los biliares, lacrimales o salivares, para evitar evocaciones colectivas.
Ya se le ha prevenido de la conveniencia de ingerir dietas adecuadas con poca grasa y muchos líquidos, sobre todo en esta época, tanto para recuperar fluidos evaporados en verano a través del sudor, como para evitar la formación de este tipo de cuerpos extraños.
Recomendación que aprovecho para hacer extensiva a todo el público lector de esta tribuna, para que beban sano porque sería absurdo ignorar este consejo, vamos, que sería como “tirarse piedras contra su propio tejado”.
Como no quiero dejarlas en el zurrón, no puedo concluir sin evocar la piedra filosofal, capaz de convertir metales básicos en ricos, la costumbre infantil de tirarse chinitas, el incordio de la piedra en el zapato, y la dentera que producían la de afilar o la del mechero, ambas superadas por las nuevas tecnologías y hábitos saludables.
Y para coronar la cima, Einstein también recurrió a las piedras, al visionar un escenario distópico cuando dijo “No sé con qué armas se combatirá la Tercera Guerra Mundial, pero la Cuarta Guerra Mundial se peleará con palos y piedras”.