Frente a los múltiples retos que nos ofrece la vida, surgen diversas alternativas que retratan de buena manera nuestra personalidad, pergeñando nuestro carácter e incluso moldeando nuestra forma de ser, encofrando nuestro estado de ánimo en según qué momentos y dando cauce al grado de compromiso y responsabilidad.
Van desde afrontar cara a cara los problemas sin pensárselo dos veces, parar y sosegadamente reflexionar hasta hallar la respuesta idónea, pedir ayuda a gente de nuestro entorno familiar, amistoso y/o laboral, hasta pasar olímpicamente y “que salga el sol por Antequera”. Hay un verbo muy cacofónico pero que retrata muy bien esta última opción: “Procrastinar”.
Según el recurrente DRAE, que por fortuna no me cobra derechos ni licencia pese a citarlo con asiduidad, originalmente es una voz creada partiendo del adverbio «cras» (mañana, el día siguiente), toma su significado de «dejar para mañana, posponer, aplazar».
El valor añadido que incorporan los aros olímpicos le da una dimensión casi sideral o incluso hasta universal, redondeando lo poco o nada que nos importan ciertos asuntos sobre todo si no nos tocan de lleno o afectan directamente, sino de forma colateral, porque alguien considere conveniente converger sus necesidades con nuestros intereses, no siempre coincidentes.
El escrito suizo Robert Walser, maestro de Kafka, próximo a Dostoyevski y a Rousseau, reflexionaba sobre diversos aspectos de la vida y de la muerte, así como describía y enjuiciaba a las personas que iba encontrando a su alrededor mientras paseaba amablemente.
"Parece que ya no quedan oasis o zonas balsámicas en las que apacentar cuando otras te enervan, porque el caldo de cultivo de la tensión se ha extendido y contaminado a todos los ámbitos sin dejar aire que respirar, ni tierra sin quemar"
Es lo que le está ocurriendo a mucha gente con la actualidad informativa, da igual la sección, porque parece que ya no quedan oasis o zonas balsámicas en las que apacentar cuando otras te enervan, porque el caldo de cultivo de la tensión se ha extendido y contaminado a todos los ámbitos sin dejar aire que respirar, ni tierra sin quemar. Todo es hostil y solo nos queda el sosiego interior. También nos quedan los verdes valles pasiegos, como alegoría de la Arcadia feliz.
Mientras releía estos primeros párrafos, pues les aseguro que mi proceso creativo se construye a cada paso, reparé en las primeras letras del título …PAS… y recordé que hace unas semanas nos dejó un “ser de luz” al que un familiar directo definió como “persona altamente sensible” ¡Ojo, no confundir ni con “sensibilización central” ni con el gremio de los “ofendiditos”!
Se trata de personas que poseen una sensibilidad peculiar, diferente a la media y son capaces de captar, notar, evaluar, incorporar y reaccionar ante los estímulos externos e internos que se nos presentan. No se refiere a ninguna patología de salud mental, sino a un rasgo temperamental, referido más a su propia personalidad, más cercana a la poesía que al sensor de un ciborg.
Obviamente de personas así no se puede pasar olímpicamente, sino más bien tenerles presentes, empatizar con ellos, pero igual que con el resto de personas y atender sus comentarios, escuchar sus palabras, sugerencias y aportaciones, porque nunca sabes por dónde va a llegarte una buena idea.
Retomando el cauce inicial quiero que quede claro que algunas noticias, por no hacer “caldo gordo” con toda la actualidad, más parecen ocurrencias, cortinas de humo o globos sondas para distraernos de lo realmente trascendente, vamos, que son trampantojos, mientras lo importante sucede a nuestras espaldas, pero no quieren que fijemos la vista para actuar sin limitaciones.
"Algunas noticias más parecen ocurrencias, cortinas de humo o globos sondas para distraernos de lo realmente trascendente, vamos, que son trampantojos, mientras lo importante sucede a nuestras espaldas, pero no quieren que fijemos la vista para actuar sin limitaciones"
Cuando tengan esas sensaciones y sin grandes dispendios, vuélquense en la naturaleza, salgan a pasear, corran, monten en bicicleta, lo que mejor les venga, pero desconectando del ámbito cotidiano, la mayoría urbano, congestionado, colapsado, estresado. Vivimos demasiado deprisa y la vida, así vivida, se escapa entre los dedos y las rendijas del tiempo.
Ya hablamos la quincena anterior de gente tóxica, incluidos los que nos imitan sin citarnos, de todos ellos hay que prescindir y pasar olímpicamente, porque la vida sigue y mientras otros creamos, algunos se empeñan en poner palos en los radios de nuestras ruedas que, pese a todo, seguirán girando mientras la salud nos acompañe.
Y si dejásemos de ser espectadores a quienes mantener ocupados ¿qué pasaría en el escenario, habría función sin público al que distraer? El telón jamás se levanta si no hay respetable en las butacas, pero el espectáculo debe continuar.