Este pasado año 2023 nos trajo, entre otras muchas cosas, cambios en el Gobierno de España, y quiero referirme especialmente al producido en la cartera de Sanidad. La llegada al cargo de ministra de una nueva titular generó gran controversia por dos motivos: por un lado, el hecho de que ella misma sea médico y, de otro, que recaiga en persona tan alejada de lo esencial de la medicina, de la humanidad, de la entrega a la causa del paciente, de la vocación de servicio, significativamente ajena a la empatía, al sacrificio y a la solidaridad; fuertemente marcada por un credo político condicionante de un sectarismo reñido con el reconocimiento de TODOS los profesionales y la búsqueda de las mejores condiciones para ejercer en beneficio de TODOS los CIUDADANOS, de todos las personas.
Igualmente existe la preocupación ante la posibilidad de influencia en una Sanidad que debería ser sagrada, independiente de cualquier tipo de consideración política que pueda siquiera rozar su carácter necesario y libre. La conclusión, tras este nombramiento, es que, tal vez, el nombre de este Departamento se ha quedado un poco corto. ¿Quizás debiéramos hablar del Ministerio de Sanidad Pública? Consecuentemente cabe la proposición de la creación de un Ministerio de Sanidad, simplemente de sanidad, libre y consecuente.
Nada más lejos de mi intención que insinuar que el Gobierno no debe velar por lo público, y menos aún si hablamos del ámbito sanitario. Sin embargo, entiendo que “Gobierno de España” aplica a todos los españoles y no sólo, por ejemplo, a los de la función pública quienes, paradójicamente y de su parte, suelen escoger mayoritariamente la asistencia en sistema libre y privado. No se trata de comparaciones, son momentos de necesidad y de eficiencia, todo es necesario, público y privado.
Hay que centrarse en prestar el mejor de los servicios, el que es necesario e irrenunciable
Denostar, prescindir y demonizar cualquier parte de la sanidad, hoy escasa y en situación de necesidad, es atentar directamente contra los intereses sagrados de la salud de los ciudadanos. Irresponsable postura, propia de una brutal indigencia de compromiso con la salud de los ciudadanos. La ministra se ha mostrado como una saludable defensora de la Sanidad Pública, ensalzándola hasta extremos que, incluso quienes siempre formaremos parte indisoluble de ella, no atisbamos a ver. Al mismo tiempo, no defrauda en el discurso ideológico, comenzando por quitarle todo mérito a la Sanidad Privada para, finalmente, acabar demonizándola. Eso es atentar y despreciar los derechos humanos de los ciudadanos en lo mas sagrado que es en el derecho a la sanidad, al tiempo de vulnerar el derecho al libre ejercicio de la medicina, este último imprescindible como auténtica garantía de responsabilidad del acto sanitario.
La Sanidad es una. Los profesionales tienen idénticas obligaciones para con sus pacientes, obligaciones que, en libertad, deben de estar protegidas y garantizadas. Hay que centrarse en prestar el mejor de los servicios, el que es necesario e irrenunciable. Dejemos de prostituir con espurias ideologías algo tan primordial en la vida y en los derechos de todas las personas.