Hace unos días se anunciaba que las mascarillas “pronto” dejarán de ser obligatorias en interiores. Una noticia muy esperada a nivel general pero que va a despertar dos situaciones, alegría y temor en las distintas personas.
Desde prácticamente el inicio de la pandemia, la mascarilla se ha convertido en un elemento indispensable en nuestro día a día. Con la mejora de la situación sanitaria, es decir, de los datos epidemiológicos, y teniendo en cuenta las medidas ya tomadas en otros países, parece que la mascarilla dejará de ser obligatoria en interiores. Esto supone un paso más hacia la vida que conocíamos antes. Durante los dos últimos años muchos hemos reaprendido el significado de salud, así como formas nuevas de sentirnos seguros o de intentar controlar el contagio. Por lo que esta situación puede llegar a despertar cierta sensación de malestar ya que la mascarilla es una forma de intentar controlar la posibilidad de contagio. Quitarnos la mascarilla significa “perder el control”, al menos en parte, por lo que tendremos que reajustar nuevamente esos aprendizajes y adaptarlos a la situación.
Con este nuevo escenario, es probable que aumenten las sensaciones de incertidumbre y que aparezcan nuevos miedos o que se intensifiquen algunos que ya existían. Desde el punto de vista psicológico, sabemos que la necesidad excesiva de control es una de las principales variables detrás de las conductas desadaptativas y/o de los trastornos de ansiedad. En este caso, será importante tratar de llevar a cabo una exposición gradual y progresiva a aquellas situaciones que nos generen ansiedad, de manera que demos margen a nuestro cerebro a romper las asociaciones que se han generado y reforzado durante estos dos últimos años. Es decir, hay que dejar de pensar que “no mascarilla = peligro”.
Por si no fuera suficiente, en muchas ocasiones, tendemos a ponernos en el peor de los escenarios posibles en un futuro, lo cual no hace más que aumentar la sensación de peligro y descontrol.
Esta asociación, puede establecerse en dos sentidos, en función de probabilidad de contagio o de posibilidad de contagio. Aunque parezca un juego de palabras, si atendemos a los matices de estas dos variables podemos entender cómo surgen y se mantienen los miedos. Cuando el planteamiento está en base a la posibilidad, el mensaje que nos lanza nuestro cerebro es la respuesta a la pregunta: ¿es posible contagiarme si no uso mascarilla? En cambio, si nos planteamos la duda desde la probabilidad la cosa cambia, es decir: ¿cuál es la probabilidad de que teniendo en cuenta los datos objetivos de la situación, me contagie si no uso mascarilla?
Por si no fuera suficiente, en muchas ocasiones, tendemos a ponernos en el peor de los escenarios posibles en un futuro, lo cual no hace más que aumentar la sensación de peligro y descontrol. Tratar de analizar los datos de una forma objetiva puede ayudarnos a manejar esa incertidumbre.
El aumento de la demanda de profesionales de la psicología desde que comenzó la pandemia es un hecho, no hay duda de que esta situación nos ha afectado a toda la población en mayor o menor medida. Por ello, si el malestar se mantiene o aumenta en valores significativos es muy recomendable buscar ayuda profesional, como el servicio que se brinda en Grupo Virtus, con sesiones individuales o grupales, para compartir nuestra perspectiva con personas en nuestra misma situación.