¿Han realizado alguna vez un simulacro en su edificio, junto a su comunidad de vecinos; en su centro de trabajo, junto a sus compañeros; en el colegio de sus hijos; o en la universidad, mientras estudiaban; reproduciendo una situación de máximo estrés, donde se exige una coordinación y una aplicación lo más rápida posible de respuestas a una contingencia que pone en peligro las vidas de todas las personas?
Es un ejercicio muy complejo que debe ser regulado por expertos en evacuación; por expertos en la gestión de riesgos y siniestros, como extinción de fuegos o inundaciones; por expertos en terrorismo, en caso de una amenaza organizada; por expertos en explosivos, en caso de una carga programada; por expertos en salud pública, en caso de una amenaza biológica; expertos en guerra híbrida o ciberataques a infraestructuras…
Fíjense que he utilizado dos palabras: complejo y expertos. Y quiero reincidir sobre ello, porque no se trata del experimento de un “cucamonas”, ni de un “brazatortas”, ni de un “pinchaúvas” que ha visto un tutorial en redes sociales o la temporada completa de una serie de éxito en una plataforma digital.
La aplicación de medidas extraordinarias ha de ser planificada gracias a estos ensayos o simulacros para que, llegada la ocasión real, donde el verismo supera con creces a la ficción en que la gente guapa no se despeina ni se mancha la ropa, se puedan aplicar las medidas justas, correctas, atinadas, eficientes... así hasta agotar los adjetivos del diccionario de la Real Academia.
"La aplicación de medidas extraordinarias ha de ser planificada gracias a estos ensayos o simulacros para que, llegada la ocasión real, donde el verismo supera con creces a la ficción en que la gente guapa no se despeina ni se mancha la ropa, se puedan aplicar las medidas justas, correctas, atinadas, eficientes... así hasta agotar los adjetivos del diccionario de la Real Academia"
Cuando el personal de vuelo da instrucciones para evacuar un avión o hacer uso de mascarillas, puertas de emergencia o rampas, hay que confiar en la logística previa de mantenimiento y suministro. Si la oficina de farmacia carece de un producto (por ej. pañales) en su recámara, reclama a un almacén de zona que abastece a todas las oficinas de la región en tiempo mínimo, evitando el desabastecimiento y/o el colapso del espacio propio.
No proceden ni los gritos desaforados, ni las ocurrencias de un mentecato, ni las estupideces de un negacionista, dispuestos a permanecer en el peor lugar, en el peor momento, como si de la “Orquesta del Titanic” se tratara, manteniendo el ritmo para mostrar una falsa seguridad como si con ellos no fuera la cosa para finalmente acabar auto inmolándose, fruto de la desesperación, de la torpeza, de la ignorancia, de la descoordinación.
Empecé a trabajar hace muchos años con un equipo médico pequeño, con unas dimensiones que se ajustaban a mis necesidades, pero sobre todo a mis capacidades. Alguien tuvo la disparatada idea de sugerir mi nombre para más altos propósitos, sobredimensionando los equipos, los recursos, los insumos, etc. De inicio me apuré, pero pronto alguien me explicó que “todo era cuestión de proporciones”. Finalmente rechacé la oferta por considerar que “cada uno debe dirigir aquello para lo que está preparado a fin de no perder la perspectiva ni llegar a la incompetencia”.
Por suerte hay expertos en dirección de equipos masivos en grandes compañías empresariales, en grandes centros hospitalarios, en el ejército, en marketing, en logística, capaces de mover ingentes cantidades de personas, de maquinarias, de containers, de megabuques cargados hasta tapar la visión de las meganaves que las transportan y donde el reparto del peso es mucho más que apilar contenedores, requiere el conocimiento de un experto estibador. Elegir entre el Canal de Suez o el Cabo de Buena Esperanza encarece los fletes o implica demora.
He trabajado en múltiples estructuras hospitalarias públicas y privadas, y todas ellas requieren unas dotes de mando dignas de mención. Como todo el mundo he visto de todo: grandes aciertos y también desaciertos. Por suerte nunca estuvo en juego mi vida ni la de mis inmediatos semejantes.
Puede que hubiera una suerte de azar a mí favor, pero prefiero pensar que todos los recursos contra graves riesgos estuvieran revisados constantemente para garantizar nuestra tranquilidad, por supuesto me refiero en primer lugar a los pacientes, luego al personal administrativo y finalmente al resto del personal sanitario, por aquello de ser los más habituados a capear con situaciones de estrés.
"La tecnología es una baza que juega a nuestro favor y ya nos anticipa muchos riesgos de manera precoz para poder aplicar medidas urgentes, pero si no les prestamos atención, si negamos las advertencias, de nada sirven tales avisos"
No quiero dejar pasar la ocasión para mencionar la trascendencia del factor humano a la hora de la toma de decisiones personales e intransferibles. La tecnología es una baza que juega a nuestro favor y ya nos anticipa muchos riesgos de manera precoz para poder aplicar medidas urgentes, pero si no les prestamos atención, si negamos las advertencias, de nada sirven tales avisos.
Al pastor que le advirtieron de la llegada del tren y negó los consejos, sólo le quedó lamentar la pérdida de su rebaño. En cambio, el que atendió la amenaza incipiente del lobo, salvó a la mayor parte de su prole ovina.
En momentos críticos hay que saber coordinarse, establecer jerarquías, fijar claramente la cadena de mando, marcar las pautas de la logística en función de las prioridades (que fluctúan según el momento) y administrar con talento los recursos, humanos y materiales, no “a tontas y a locas”, con lo que se desperdiciarían muchos de estos, cuando las urgencias señalan otras necesidades.
La ayuda, la solidaridad, tanto física como económica, ha de canalizarse sabiamente y bajo un estricto control para que llegue en tiempo y forma al mayor número de beneficiarios, pero si no se obra con destreza, lo que se hace es derrocharlos y pocas cosas sientan tan mal como sentir desaprovechada, malgastada o defraudada cualquier ayuda, tanto humana como material.
Melancolía es poco. Ira, rabia y furia reflejan mejor el estado de ánimo, pero incluso en los peores momentos hay que ser educado y controlar toda expresión de violencia, sobre todo física, porque ese tipo de reacciones jamás son la respuesta más correcta. Ya ven, una vez más eludo cualquier cita o relación política. Uno debe ceñirse a su especialidad y no desmadrarse.