La definición de “salud” de la OMS señala que se trata de un estado de bienestar o de equilibrio. Cuando surge la enfermedad, además del hecho patológico que puede tener varios determinantes, se rompe el equilibrio de lo cotidiano, de aquello que hemos llegado a asumir como natural y que por conocido nos resulta seguro. Con independencia de los síntomas de la enfermedad, según el nivel subjetivo de aprensión, aparecen una serie de sensaciones de incertidumbre, ansiedad, confusión y desconfianza. La recuperación de la salud dependerá de la actuación biomédica e, igualmente, de la capacidad del entorno del paciente (entre otros, además de la familia, de la consulta o del hospital en caso de haber necesitado ser ingresado) de nivelar esa ruptura del equilibrio de lo cotidiano que ha sufrido junto con la enfermedad.
La ruptura del equilibrio constituye en cada persona un conflicto, entendiendo por el mismo una situación distinta, que puede tener una gradación en función de la dificultad que implica la recuperación del estado inicial. Ello lleva al paciente a sentirse más limitado y, por consecuencia, más frágil. Siente que ha perdido el confort, aquello que le proporciona bienestar y comodidad. Nuestra mente siempre busca la máxima eficiencia en todas sus acciones, es decir, el mejor resultado con el mínimo esfuerzo. La mente busca comodidad y el cuerpo confort. Cuando nos encontramos en una situación no confortable lo que se ha generado es una insatisfacción, algo negativo para recuperar el equilibrio.
El grado de satisfacción por los servicios prestados por la sanidad privada es tan elevado que “el 92% de los entrevistados señala que podrían recomendarlos a familiares y amigos”
Partimos del convencimiento de que la calidad asistencial trasciende a la propia asistencia sanitaria. En el “Barómetro de la Sanidad Privada 2017”, estudio de ámbito nacional basado en una encuesta de 2.967 entrevistas a titulares de un seguro de salud privado, cuando analiza el uso de los motivos para haber elegido la sanidad privada, concluye que no es por la capacitación de los médicos, que “está igualada por los entrevistados en la importancia que le conceden”, sino que en su caso particular y siempre contemplando que tienen la opción de elegir, los entrevistados se decantan por la sanidad privada al conceder más valor a:
- La información que reciben sobre su problema de salud.
- El trato personal recibido.
- El confort de las instalaciones.
- La rapidez con que les atienden.
El grado de satisfacción por los servicios prestados por la sanidad privada es tan elevado que “el 92% de los entrevistados señala que podrían recomendarlos a familiares y amigos”.
Otro estudio más reciente, en este caso el “Libro Blanco de la Sanidad Privada de la Comunidad de Madrid”, de septiembre de 2018, elaborado por nuestra Asociación de Clínicas y Hospitales Privados de Madrid y la consultora Deloitte, señala que un volumen importante de los centros sanitarios privados madrileños dispone de acreditaciones de calidad (entre ellas ISO 9011;2008) además de encuestas de satisfacción de pacientes que avalan la excelente calidad asistencial ofrecida a los pacientes. Más del 50% de los pacientes que acuden a los centros privados de Madrid recomendarían activamente esos hospitales, frente al 7,8% que desaconsejaría esos centros. La valoración que recoge el “Libro Blanco” relativa a los servicios generales (puntuada de 0 a 100) es:
- Horarios de visita - 93
- Comodidad de las habitaciones - 92
- Limpieza de las instalaciones - 89
- Confort de las instalaciones - 88
- Alimentación, aseo, TV - 82
- Facilidad de aparcamiento - 52
En definitiva, los servicios complementarios a la asistencia sanitaria de la sanidad privada en la Comunidad de Madrid están ofreciendo un “plus”, un valor añadido que aglutina las características adicionales y diferenciales de una serie de servicios complementarios relacionados con el confort (accesibilidad, comodidad, limpieza, menús, etc.), que trasmiten una sensación de calidad que genera una mayor satisfacción, y coadyuva a recuperar ese equilibrio perdido, al que nos referíamos al principio, y que resulta igualmente importarte para restablecer la salud.