La nevera

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Pocos electrodomésticos hay en la casa más visitados que la nevera, junto con el receptor de televisión y la lavadora, que tantas satisfacciones dan a pequeños y mayores, especialmente en verano, coincidiendo con la canícula, con los máximos rigores de la temperatura ambiental, y donde recalamos para avituallarnos especialmente de refrigerios que nos ayudan a aclimatarnos mejor al solsticio veraniego.

Quién no ha sentido en más de una ocasión el deseo de meterse en la nevera para superar los momentos más tórridos de los meses centrales del verano y echarse hasta una siesta tapadito con una toquillita por eso de no resfriarse… Pero claro, es inevitable recordar que también son cámaras frigoríficas.

La función primordial es conservar los alimentos que requieren de una cadena de frío y que de esa manera no se echen a perder. Paralelamente está la función de enfriamiento, útil todo el año para toda clase de bebidas, pero a menudo innecesaria en invierno, donde, en algunas latitudes, llega a hacer tanto frío o más a la intemperie que en el recipiente ad hoc.

Cada vez que vamos al supermercado siempre hay gente previsora que repasa concienzudamente las provisiones existentes y repara en las ausencias para sobrellevar la semana y alimentar a quienes moran alrededor del aparato. Pero también hay un modelo de consumidor/a que trata de hallar la inspiración carrito/cesta en mano delante de las baldas de esos centros de consumo masivo.

"La nevera es un símil de la vida, aunque casualmente todo lo que introduzcamos esté inerte, pero es a los demás a los que nos permite conservarnos vivos y coleando, evitando enfermedades por la mala conservación que llevaban a la muerte a tantos, décadas atrás"

Pánico me da este último ejemplar, pues cuando sales sin una idea preconcebida de aquello que precisas, acabas volviendo con las bolsas llenas de “cosas innecesarias”. Recuerdo una entrevista a ese genio de la guitarra flamenca que es Raimundo Amador que contaba que “iba al hiper a por unas pilas y regresaba con el carro lleno”. Y quien suele pagarlo son las despensas y/o alacenas de la cocina y sobre todo la nevera.

Como en todo electrodoméstico existen recomendaciones sobre la manera de optimizar su espacio y para ello hay sugerencias sobre su tope de capacidad. Reconozco saber de personas que tienen que cerrar las puertas de sus frigoríficos a presión, como esos acomodadores de pasajeros del metro en Japón a horas punta.

A esos seres les da igual que les hablen de litros, metros cúbicos o se lo traduzcan en “campos de futbol” (LOL), porque toda su obsesión es saturar esas estanterías con cosas, sean las que fueren, pero llenar para superar complejos de carestía pretérita o complejos de clase que no puede ver desierta su nevera porque “eso es de indigentes”.

Cámara frigorífica

Y es que las neveras, al igual que los móviles, los coches, las viviendas, lo dicen todo de sus propietarios, ya sea por su coste final, bajo consumo, su localización en la casa, sus dimensiones, su capacidad, si está llena o vacía, si tiene más bebida que comida, si rebosa de carnes y pescados o más de frutas y verduras, si tiene recipientes vacíos, botes o botellas semivacías, esos vasitos de yogur casi concluidos, esos envoltorios casi huérfanos de embutido (observen que eludí hablar de fiambres para no hacer el chiste fácil), esa tarrina de ensaladilla a medio concluir… que algunos inquilinos de tu casa “dejan amablemente” cuando tienes hambre, llegas exhausto por la noche de operar o pasar consulta y sólo queda el envase, el cordel o la arandela de la lata “por el miedo al qué dirán”.

Más allá de esta percepción no quiero olvidar a tantas familias que no pueden satisfacer sus necesidades, que no llegan a fin de mes y apenas tienen para alimentar a sus seres queridos, que viven en precario por mil y una vicisitudes. Decirles a esas personas cuáles son los mínimos proteínicos, vitamínicos, etc., es un deber de los especialistas, pero que muy difícilmente pueden satisfacer porque su nivel de ingresos y/o sus apoyos sociales son escasos cuando no inexistentes.

En definitiva, que las neveras son sinónimo de muchas cosas, para lo bueno y para lo malo, y que todos deberíamos poder elegir cómo, cuánto, cuándo y dónde llenarla. La nevera es un símil de la vida, aunque casualmente todo lo que introduzcamos esté inerte, pero es a los demás a los que nos permite conservarnos vivos y coleando, evitando enfermedades por la mala conservación que llevaban a la muerte a tantos, décadas atrás.

"La nevera es el sitio donde a veces metemos las cosas o personas con la idea de que reflexionen sobre su actitud, por si necesita una mejora, como por ejemplo a los árbitros o algunos políticos o quizá también habría que hacerlo con el personal sanitario y, si me apuran, hasta con algún que otro paciente"

Pero también son un reflejo de la sociedad, porque antes tenían unas dimensiones y una estética, y ahora tienen otra absolutamente diferente porque hemos cambiado nuestro modelo de vida, el tamaño de nuestras casas, la disponibilidad de tiempo limitada para comprar y vernos obligados a congelar…

La nevera es el sitio donde a veces metemos las cosas o personas con la idea de que reflexionen sobre su actitud, por si necesita una mejora, como por ejemplo a los árbitros o algunos políticos o quizá también habría que hacerlo con el personal sanitario y, si me apuran, hasta con algún que otro paciente.

El último grito, y casi nunca mejor dicho es que ya han inventado las neveras inteligentes que detectan sus carencias, se autodepuran para evitar malos olores, son el soporte de televisiones y hasta se comunican con el supermercado para chivarle nuestras necesidades.

Así que yo les voy previniendo de que no se paseen en paños menores o como sus madres les trajeron al mundo delante de las modernas neveras…no vaya a ser que un día les veamos con las carnes al aire…eso sí, ¡muy bien conservadas!

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