Es una paradoja llamativa lo poco que la población sabe del medicamento y de la industria farmacéutica, que lo investiga, desarrolla y produce, cuando sólo en España 25 millones de personas consumen al menos un medicamento al día, lo que les permite combatir sus enfermedades y en la mayoría de los casos seguir adelante con sus vidas olvidando su condición de enfermos crónicos. Los medicamentos innovadores son los responsables del 73% del incremento de la esperanza de vida en los países desarrollados.
Hay muchas razones. El medicamento de prescripción está muy regulado; en Europa no se puede hacer publicidad sobre él a la población general, por lo que históricamente la industria farmacéutica ha concentrado su comunicación en los profesionales sanitarios. Las compañías, por la regulación y por la propia complejidad del medicamento, y al contrario que otros sectores, tampoco han promovido demasiado la relación con los medios generalistas en materia informativa. Incluso la población establece una extraña relación de amor-odio con el medicamento: al fin y al cabo, el fármaco que deben tomar y que les permite seguir con su vida es también un recordatorio de que están enfermos, lo que no es plato de gusto, y menos en un tiempo en que la enfermedad y la muerte tienden a ocultarse.
Estas y otras razones contribuyen a la realidad del escaso conocimiento sobre un producto, el medicamento, y un sector, la industria farmacéutica, vitales en la sociedad moderna. Y la falta de conocimiento, ya se sabe, contribuye a alimentar mitos y sobredimensionar errores.
La industria farmacéutica hace tiempo que está en un proceso de transformación que implica una mayor apertura a la sociedad
La pandemia ha hecho volver la vista hacia la industria farmacéutica. Primero, temiendo que una situación tan difícil, dentro y fuera de España, pudiera poner en riesgo el suministro de medicamentos. Y luego, y cada vez con mayor premura, reclamando un tratamiento cuanto antes contra el coronavirus.
La industria farmacéutica hace tiempo que está en un proceso de transformación que implica una mayor apertura a la sociedad. Quizá lo más llamativo en los últimos años ha sido su apuesta pionera en Europa por la transparencia. Primero se empezaron a publicar las sanciones y mediaciones en aplicación de los códigos de buenas prácticas. Luego, las colaboraciones con organizaciones de pacientes. Y desde hace cinco años, las colaboraciones con organizaciones y profesionales sanitarios.
Estas medidas, sin precedentes en otros sectores, no salieron de la nada. Respondían a una evolución profunda, que se apoyaba en el progreso de los citados códigos de buenas prácticas, cada vez más exigentes e integrados en el tejido íntimo de las compañías, y en una progresiva toma de conciencia de que ni la sociedad moderna iba a permitir que la industria farmacéutica siguiera siendo algo ajeno, desconocido, ni las propias compañías podrían permitirse una menor presencia social cuando son las responsables de un instrumento tan delicado y crítico como el medicamento.
En línea con esta realidad, las compañías farmacéuticas en España han ido apostando en mayor medida por la comunicación, abriendo poco a poco un camino complicado. Hoy, por desgracia en el marco terrible de la crisis sanitaria, confluyen ambas tendencias: la voluntad de la industria farmacéutica de darse a conocer mejor y la demanda social.
La experiencia de Farmaindustria en estos meses de pandemia constata el interés. El esfuerzo informativo realizado desde la Asociación para explicar cómo está el sector respondiendo a la crisis se ha traducido en más de 3.300 impactos en medios de comunicación en poco más de un semestre. A la vez, los perfiles en redes sociales han registrado un aumento de seguidores. Las cuentas en Linkedin y Twitter, las más relevantes de Farmaindustria (segunda patronal farmacéutica mundial en ambos casos), han incrementado sus comunidades en un 25%.
La propia industria tiene un papel protagonista en la difusión de conocimiento sobre su realidad
Más allá de las cifras, ligadas a lo extraordinario de la situación, la lectura parece clara y es doble. De un lado, hay un interés por parte de la población, y por tanto por parte de los medios, sobre el sector del medicamento. La pandemia muestra hasta qué punto la economía y el bienestar social están condicionados por la salud y ésta por la disponibilidad o no de medicamentos, con lo que el interés por la información ha llegado para quedarse.
De otro, la propia industria tiene un papel protagonista en la difusión de conocimiento sobre su realidad. Interesa saber sobre el sector a través de sus propios protagonistas. Contenidos puramente divulgativos (sobre qué es un ensayo clínico o cómo es el desarrollo de un medicamento), explicaciones de los portavoces, experiencias de profesionales de las compañías farmacéuticas, datos sobre la actividad del sector… han despertado una gran respuesta. Hay otros canales (medios de comunicación, investigadores, gestores y profesionales sanitarios, etc.), pero interesa recibir información también de primera mano.
Las compañías farmacéuticas y asociaciones como Farmaindustria tenemos una gran responsabilidad y también una oportunidad. Con información rigurosa y clara podemos contribuir a satisfacer el interés sobrevenido por nuestro sector, y también a reducir la distancia en cuanto a conocimiento social con respecto a otros sectores. El desafío es grande, puesto que trabajamos en el ámbito sensible del cuidado de la salud, pero tenemos el conocimiento, la capacidad y, ahora, la demanda. Acabemos con la paradoja.