Global vs Local

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Decía Leonardo Da Vinci “no he perdido ante la dificultad de los retos, sino contra el tiempo”. Y es que a menudo son las manijas del reloj y las hojas del calendario las que marcan el ritmo y ocasionalmente la ruta por encima de la complejidad misma de los problemas que se van presentando y alterando nuestro aliento.

Primero la naturaleza humana tiende a presagiar los males y miedos, en vez de analizar con frialdad y detenimiento los problemas, buscando su origen y contexto y, amparándose en la experiencia, fraccionarlos, tratando de hallar respuestas inteligentes que los mitiguen o neutralicen.

Por fortuna, una parte de la humanidad obra por la segunda vía, pero no olvidemos que otra se deja llevar por el desorden y la confusión. Resta concretar los porcentajes para conocer de qué lado se decantará el conflicto.

Desde hace 75 años no hemos vuelto a tener guerras mundiales, aunque sí conflictos locales. Nos han puesto los pelos como escarpias en Oriente Medio, Centro América, África, Los Balcanes et al, pero sin poner en verdadero peligro la integridad mundial. Las primeras demandaron soluciones globales. En las siguientes, los focos estaban muy regionalizados y las correspondientes respuestas fueron locales, aunque los promotores se encontrasen muy alejados.

"Todos hemos adoptado las medidas descritas con mayor o menor disciplina, con superior e inferior imaginación, con más o menos recursos… pero solo para contener su expansión y frenar al condenado virus"

En idéntico periodo, el sistemático ataque al planeta en forma de contaminación muy agresiva ha derivado en un Cambio Climático que está alterando el orden normal del planeta, como consecuencia de la continua destrucción de la capa de ozono que protege la tierra. No ha existido una conciencia planetaria y se pensaba que contaminar lejos no tendría repercusión global como si el viento y el agua no viajasen.

Hasta el día de la fecha no hay una reacción mundial coordinada, solo buenos propósitos, pomposas declaraciones, acuerdos multilaterales vacíos y vídeos de famosos denunciando el deshielo.

En este tiempo de modernidad, en materia de salud hemos afrontado epidemias agudas de cólera, de malaria, de VIH, de ébola, en algunos casos se han hallado vacunas y en otros paliativos que han frenado una tendencia que en tiempos fue alarmante y hoy sabe afrontarse con criterio y determinación, generalmente local.

Desde hace siete meses el Planeta se ha vuelto del revés, como un calcetín, a cuenta de la Pandemia de Corona Virus, ya universalmente conocida como Covid19 para recordarnos lo efímero de la existencia humana, lo leve que es el hilo del que pendemos y lo crujiente que es el firme que pisamos. Todo parece llevarnos a futuros difícilmente previsibles.

Y pese a todas las desgracias, todos los malos ratos, todos los sinsabores, todos los confinamientos, las mascarillas, los geles, los guantes el condenado bicho se ha hecho escurridizo fuerte en todo el globo terráqueo. Todos hemos adoptado las medidas descritas con mayor o menor disciplina, con superior e inferior imaginación, con más o menos recursos… pero solo para contener su expansión y frenar al condenado virus.

"Esta es una tragedia global, pero en lo que nos concierne hay que exigir con determinación un acuerdo nacional y regional para luchar todos en el mismo frente y derrotar juntos al enemigo"

Pueden entenderse las rivalidades continentales e intercontinentales, las hemisféricas, las internacionales, pero cuesta mucho trabajo asimilar las diferencias internas entre un gobierno nacional y uno regional. Pudiera parecer que el distinto color político de ambas administraciones justificaría las discrepancias, pero en esta “piel de toro” nuestra se las han “tenido tiesas” hasta correligionarios del mismo partido, así que no vale como excusa.

Mas bien lo explicaría la terquedad y obstinación para eludir el diálogo y aproximar posturas, tal vez porque no se priorice el bien común sino anteponer los intereses políticos partidistas por encima de los de la colectividad, olvidando su función social y vocación de servicio, ignorando los valores éticos, los sentimientos de la comunidad, porque ceder pareciera de cobardes, cuando de lo que se trata es de negociar y alcanzar pactos, sin vencedores ni vencidos.

Pero de esta pandemia, que ya ha dejado muchos víctimas en su camino entre nuestras fronteras, debemos salir reforzados todos como humanidad y no solo nosotros, porque el enemigo es invisible y muy poderoso.

Mostrar a los cuatro vientos las disensiones, como en el duelo a garrotazos del maestro Goya, sólo nos debilita y evidencia el cainismo que yace latente desde hace tantos años y que algunos parecen no querer cicatrizar. 

Esta es una tragedia global, pero en lo que nos concierne hay que exigir con determinación un acuerdo nacional y regional para luchar todos en el mismo frente y derrotar juntos al enemigo.

En esta estúpida lucha partidista, ante el enemigo común y planetario, deberíamos replantearnos estrategias oportunistas y con escasas miras. Cuando arde la parcela contigua debo ser solidario e inteligente y apagar su fuego ante de que llegue a mi lindes.

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