Hay líderes políticos, sin señalar filiación, ni origen geográfico, ni etario, ni por latitud, ni por altitud, ni por género... que parecen no ser conscientes de todas las dimensiones de un fenómeno titánico, colosal, que les supera y desborda por los cuatro costados. Sobre sus actitudes y aptitudes sería un tema para la reflexión y controversia.
Curiosamente, ante tal circunstancia ponen cara de póker como queriendo transmitir la falsa sensación de seguridad, sugiriendo que conservan la calma, guardan la compostura y poseen el conocimiento necesario que les faculta para tomar decisiones, cuando en realidad tienen tan poca o menos idea que el común de los mortales, porque conservar las apariencias siempre es importante. También es verdad que entre la indiferencia y la calma impostada existen analogías.
Cuando llegan los periodos electorales, como el que vivimos en la Comunidad Autónoma desde la que les escribo, escuchamos toda clase de promesas, ofertas, conjuros... que no son sino cebos que en su mayor parte no se cumplirán, sobre todo cuando depende de imponderables su cumplimiento.
Los efectos secundarios de nuestra actual situación no han hecho más que empezar a manifestarse y a desplegarse como los largos cuellos de la Hydra mitológica
Ahora, suenan muy bien y atraen la atención de los incautos que se creen cuanto les dicen sin pararse por un momento a valorar las posibilidades reales de cumplir tales propuestas. Claro que el voto del cándido y del hermeneuta valen igual, pero a estos últimos es más difícil seducirles.
Al mismo tiempo salen diferentes análisis demoscópicos que pretenden convencernos de haber fotografiado las voluntades de la colectividad como anticipo de los futuros resultados electorales y que también pocas veces se cumplen, salvo en alguna honrosa excepción.
Conocí a un profesor universitario del ramo que presumía de "clavar los resultados", pero ha llovido mucho desde entonces y me temo que este buen maestro descanse plácidamente lejos de los pronósticos cuantitativos y cualitativos. Pareciera que algunos análisis se enuncian con vocación de crear tendencia y opinión.
Pero quiero darle una vuelta más a las dimensiones ciclópeas de ciertos fenómenos que nos vuelven a todos del revés y que requieren aún, y parece que por largo plazo, la opinión de expertos científicos, lo que a todas luces es una redundancia, pero como quiera que las tertulias televisadas y radiadas han llenado las ondas de opinadores que creen saber de todo, convendría aclarar el origen de los conocimientos, raíz y fundamento que les capacita realmente para manifestarse y asesorar a quién manda. Así no nos darán sopas con honda.
El otro día, en una charla distendida y multidisciplinar, varias amistades concluimos que los efectos secundarios de nuestra actual situación no han hecho más que empezar a manifestarse y a desplegarse como los largos cuellos de la Hydra mitológica.
Haber nadado y guardado la ropa garantiza un porvenir más tranquilo, pero hoy hasta el más previsor puede estar sufriendo las consecuencias o empezar a hacerlo de manera inminente
Así las cosas, un efecto primario queda enterrado o menoscabado por el secundario, el terciario y ya no digamos el cuaternario... Perdiéndose en la noche de los tiempos el origen de los sesudos argumentos iniciales que habrán de adaptarse a la realidad del último minuto, incluyendo las sucesivas mutaciones del bicho.
Estos episodios, a los que llamamos crisis, suelen extenderse como mancha de aceite, difuminándose entre las capas generalmente más débiles de la sociedad, porque suelen ser los que disponen de menos recursos, incluida la información adecuada y esta potencialidad siempre capacita mejor a quien la dispone en cantidad y en calidad.
Por algo suele decirse que las crisis son poco democráticas. Esta última que estamos atravesando pareciera haber hecho estragos por doquier, pero repito, el que puede, puede y el que no, menos o nada.
Haber cubierto las primeras necesidades con los recursos restantes de la crisis de 2007 ha dejado las arcas públicas globales bastante desfondadas y es ahora cuando empiezan los análisis sobre los recursos que les quedarán a nuestros sucesores.
Haber nadado y guardado la ropa garantiza un porvenir más tranquilo, pero hoy hasta el más previsor puede estar sufriendo las consecuencias o empezar a hacerlo de manera inminente. Queda no obstante la lluvia de recursos financieros que la Unión Europea ha prometido y que todos esperamos sin saber cómo se van a distribuir. Mantener la cabeza despejada supone en estos momentos una esperanza.
Por eso, incluso en medio de la tormenta, conviene tomarse un tiempo para pensar y recapacitar cuál será el siguiente giro de timón, porque un error a estas alturas puede ser desproporcionado, mientras que una decisión acertada puede salvar los destinos del conjunto. Quizá todo dependa de un giro muñeca. El ejemplo palmario y reciente lo tuvimos en la “estenosis” del canal de Suez.