Dicen los expertos en motor que el uso, aunque yo diría abuso, seguido de los frenos del vehículo puede generar un desgaste y calentamiento excesivo de las pastillas, rebajando sensiblemente su efectividad, disminuyendo el agarre de los neumáticos, y si encima estos han perdido su dibujo original, ya hablaríamos de planeamiento y no de conducción. En síntesis, más riesgo para la integridad del vehículo y de sus ocupantes.
En la vida, como en la familia, con los amigos, en el trabajo, en el ocio, etc., hay que saber conducirse juiciosamente, evitar en todo momento calentamientos excesivos que nos pueden llevar a consumir pastillas de otra clase y sobre todo no pasarnos de revoluciones que nos obliguen a pisar en seco el freno porque, en según qué situaciones del firme o del propio interesado, provocan choques verbales y/o emocionales.
Conviene ajustar la velocidad al trazado y aumentar la distancia de seguridad. Si existen señalizaciones en la ruta es para tomarlas en consideración. En una conversación, la escucha y atención a los gestos acompañantes orientan sobre el ritmo adecuado.
Lo hemos visto estas últimas semanas en personas que renegaban de dos chavales que están dejando huella vistiendo la camisola de España en la Eurocopa 2024 de Alemania, solo por ser de origen inmigrante, pero, sobre todo, algo me indica que les molesta el color de su piel, como si eso fuera suficiente para tratarles de forma distinta al resto de abanderados de La Roja.
Lo estamos padeciendo con una conocida presentadora de TV entre cuyos méritos no he encontrado formación médica como para venir dando lecciones sobre diagnósticos y tratamientos pediátricos, y osar poner de vuelta y media a profesionales sanitarios de la pediatría, la enfermería, etc., y cuestionar sus facultades como si “hablase ex cátedra”.
"El mensaje que envía el dolor tiene significado diferente para quien lo padece que para quien lo estudia con el fin de aliviarlo"
Veamos. Suelo decir, tanto a mis pacientes como en mis manifestaciones escritas, que “quien más sabe de un dolor es quien lo padece”. Con ello hago alusión a la sintomatología, a los efectos, a las reacciones personales e intransferibles, porque cada uno de nosotros somos un mundo aparte y hay que abordar la casuística con respeto y empatía, tratando de ponerse en el lugar del otro. El mensaje que envía el dolor tiene significado diferente para quien lo padece que para quien lo estudia con el fin de aliviarlo.
Pero de ninguna de las maneras ese discurso debiera compararse con la formación científica adquirida durante los años de universidad, el periodo de residencia para la especialidad, el posterior ejercicio diario que demanda un estudio constante y actualizado de las técnicas, tratamientos, composición y posología o ritmo de aplicación.
Podrá haber mejor o peor praxis, mayor o menor simpatía, más o menos habilidad, alto o bajo rendimiento, pero no se puede consentir que desde ciertas plataformas “todólogos” den lecciones sin ninguna clase de preparación, solo por haber visto tutoriales en redes sociales o haber leído publicaciones de menudeo sin ningún rigor científico en el revistero habitual.
Hay pacientes que se acercan desde la curiosidad, incluso desde cierta ansiedad, pero sobre todo desde el respeto, preguntando por detalles que han visto o leído aquí o allá, tratando de hallar respuestas para sus problemas concretos, cuando en verdad la ciencia aún no ha avanzado. Es duro tener que aceptar que aún no hay tratamientos para ciertas patologías y ahí sí se agradecen apuestas por alternativas que a algunos les van bien, pero sin vender bulos ni especular.
"Podrá haber mejor o peor praxis, mayor o menor simpatía, más o menos habilidad, alto o bajo rendimiento, pero no se puede consentir que desde ciertas plataformas “todólogos” den lecciones sin ninguna clase de preparación, solo por haber visto tutoriales en redes sociales o haber leído publicaciones de menudeo sin ningún rigor científico en el revistero habitual"
La ciencia está progresando a pasos agigantados y la implementación de la inteligencia artificial, la realidad aumentada, etc., está favoreciendo progresos que hace años hubieran sido inimaginables, pero no lancemos las campanas al vuelo, no hagamos ciencia ficción.
Cuestionar lo conocido valdría si no diera ningún resultado, pero incluso Thomas Alva Edison, inventor de la bombilla, antes de su hallazgo, realizó más de un millar de intentos, pero nunca desfalleció. Cuando dio con el ingenio declaró “ahora conozco mil formas de cómo no hacer una bombilla”, porque nunca vio como fracasos sus intentos. Usemos la ciencia a conciencia y con paciencia.
En libros, películas, series, los autores, en caso de no ser del gremio sobre que el que versa su obra, recaban las opiniones expertas de profesionales del sector para que asesoren, sugieran y chequeen la veracidad y exactitud de afirmaciones, expresiones, dejes, posturas, vestimenta, vocabulario, etc., de los protagonistas para ajustarse al máximo a la realidad.
No es un constructo imaginario, simplemente es la reproducción de lo que sucede a diario en un hospital, una comisaría, un juzgado, etc., porque el lector/espectador demanda verismo, autenticidad, dado que para la fantasía ya existen otros registros donde todo es inventado. Divulgar de modo eficaz no debe embozar el rigor del contenido porque las palabras tienen sus consecuencias si no se interpretan del modo adecuado.
Por lo que a mí respecta no quiero pasarme de frenada. Aparco el ordenador para buscar el solaz y el remanso allá donde se junta el horizonte con el infinito y donde no hay problemas de aforo para pensar, reflexionar y descansar. La felicidad no es una meta, es el camino, y con buena compañía mejor ¡Ya nos veremos!