Estar quemado

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

El verbo quemar es de esos comodines que nos sirven para múltiples oraciones. Podemos quemarnos el paladar, las pestañas, la piel; quemarnos cuando “jugamos con fuego”; cuando lo tocamos; y obviamente “quemar etapas” y “quemar las naves”, etc. Pero también cabe otra interpretación, en reflexivo, “quemarse", que aplicamos cuando alguien se harta de una situación y termina “chamuscado”, no por las brasas, sino por conductas ajenas o por los propios hechos que pueden amargarte la vida.

En las últimas temporadas se ha disparado el número de partidos de fútbol que disputa un profesional del balompié, en parte por la competición, pero sobre todo por el deseo de sus gestores de incrementar los beneficios multiplicando el número de encuentros disputados. Clubes, patrocinadores, televisiones y entidades internacionales comprometen la seguridad y el físico de los jugadores por un afán crematístico.

Sin embargo, el límite de resistencia de estos está empezando a manifestarse y las lesiones de largo recorrido, antes extrañas, hoy empiezan a hacer acto de presencia desde los primeros partidos. Alegan que no hay pretemporada, que solo se busca el ingreso por los partidos amistosos y fruto de ello los jugadores se están quemando.

"Cuando uno pisa por primera vez una facultad de Medicina ha de ser consciente de todas las contrapartidas que va a acarrear este modelo de vida de actualización continuada y permanente humanismo"

No es casual que sea en otros deportes de alta competición como los relacionados con el motor, tanto automovilismo como motociclismo, donde se han incrementado el número de pruebas y la potencia de los motores, por lo que proporcionalmente aumenta el riesgo de accidentes, algunos incluso con fatales consecuencias.

Sin embargo, en ambos casos, la gente apela a los beneficios que los deportistas obtienen por sus sacrificios, como si fuera baladí o cosa menor una grave lesión por no decir directamente la muerte. En verdad las carreras de estos profesionales son bastante más cortas que en el resto de actividades, pero también sus márgenes de beneficio les dan para vivir varias vidas a ellos y a sus sucesores, pero repito, ¡a qué precio!

Ya me conocen y saben que esto solo es el preámbulo del verdadero tema que quiero abordar, que en este caso se refiere, como no podía ser de otra manera, a mi colectivo, el sanitario, donde tantos profesionales pasamos infinidad de horas, sacrificando buena parte de nuestra vida personal, y por supuesto no también remuneradas como los anteriores. No escribo para quejarme de esto último, sino del tiempo desmedido y del sacrificio.

Últimamente estamos leyendo que muchos jóvenes colegas no soportan la tensión que demanda esta actividad y acaban abandonando por otra presuntamente más liviana. Puede que el progreso tecnológico haya facilitado muchas de nuestras tareas, pero todo lo relacionado con el esfuerzo individual no ha variado un ápice.

"Esta profesión requiere dedicación y paciencia, pero también el respeto y la compensación razonable más cuando pensamos que la salud es el principal activo de las personas"

No somos mejores que nuestros predecesores y por ende tampoco que nuestros sucesores. Entiendo su malestar y su quemazón, pero en el fondo forma parte de este trabajo. Cuando uno pisa por primera vez una facultad de Medicina ha de ser consciente de todas las contrapartidas que va a acarrear este modelo de vida de actualización continuada y permanente humanismo. Al margen quedan factores estructurales o coyunturales, como los medios disponibles, el centro de trabajo, los compañeros, los ingresos...

La progresiva presión a los profesionales por parte de las organizaciones y la demanda asistencial ya es consustancial a esta profesión y como en el mito de Sísifo, “la repetición del esfuerzo inútil conduce a la melancolía”. Esta profesión requiere dedicación y paciencia, pero también el respeto y la compensación razonable más cuando pensamos que la salud es el principal activo de las personas.

Siempre que se plantean estos asuntos intento enseñar a mis jóvenes colegas y alumnos que es mucho peor bajar a la mina, contraer neumoconiosis por respirar el polvo de allí y casi siempre ignorar si saldrán con vida. Hay infinidad de empleos que ponen en riesgo diario la existencia de quienes los desarrollan.

Debiéramos mostrar empatía y respeto por ellos, pues nos hacen la vida más fácil. Eso es lo que hacemos nosotros, los sanitarios, por la ciudadanía en general: aportamos nuestro granito de arena, por mucho que algunos lo conviertan en montaña.

Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.
Lo más leído