El pasado 12 de enero la revista Nature publicaba un estudio según el cual “la Inteligencia Artificial de Google tiene mejor trato con los pacientes que los médicos humanos, hace mejores diagnósticos y podría ayudar a democratizar la medicina”.
Dicho trabajo se hizo con pacientes simulados, pero sus resultados al parecer fueron más precisos en el diagnóstico de afecciones respiratorias y cardiovasculares, amén de alcanzar una muy alta empatía según su valoración.
Después de este “puntapié en salva sea la parte”, los autores del estudio señalan que quieren que “los resultados se interpreten con cautela y humildad” y admiten, tal vez para no ganarse más enemigos que "la medicina es mucho más que recopilar información: se trata de relaciones humanas”. Quizá tenían cita médica real y se curaron en salud. ¡Es broma!
Una vez más hablo desde mi experiencia y creo en la empatía que nace de la espontaneidad, en la frescura, en el trato humano, repito, trato humano como sinónimo de proximidad, de comprensión, de máxima confianza, pero también como expresión de la conexión entre seres vivos no entre humanos y máquinas.
Cierto que una máquina puede recopilar miles de millones de datos entre sus algoritmos, pero muy diferente es saber aplicarlos. Yo no ensayo mi sonrisa ante el espejo al lavarme los dientes, ni escribo los diálogos como si de un guionista se tratara para recibir pacientes en consulta. Todo fluye con naturalidad.
"Mi formación es continuada y con pasión, incrementándose al conocer casos muy específicos. No puedo competir con un súper procesador. Pero sé reconocer una sonrisa de agradecimiento cuando el alivio es total o parcial. Eso no lo cambio por todos los terabytes del universo"
Mi formación es continuada y con pasión, incrementándose al conocer casos muy específicos. No puedo competir con un súper procesador. Pero sé reconocer una sonrisa de agradecimiento cuando el alivio es total o parcial. Eso no lo cambio por todos los terabytes del universo.
Ojo, no descarto el perfeccionamiento constante de las máquinas. Incluso no desdeño que lleguen a mimetizar o clonar nuestra sonrisa, nuestros ademanes, nuestra forma de infiltrar, de sedar, de intubar, pero creo que aún faltan unas cuantas generaciones para que un replicante sepa interpretar un contexto y ocupe nuestro lugar a coste cero.
Es cierto que el tiempo de atención en consulta por paciente pudiera llegar a condicionar la percepción que tienen los afectados sobre las cualidades profesionales, éticas, psicológicas de su terapeuta, y en ese sentido el de la máquina fuera infinito, pero este determinante humano es acorde a los tiempos modernos de estrés y celeridad.
También hace unos días tuve conocimiento de la publicación en 2019 de un libro titulado “Compassionomics: The revolutionary scientific evidence that caring makes a difference”, escrito por los científicos Stephen Trzeciak y Anthony Mazzarelli, que aborda la presunta evidencia del poder curativo de la compasión y de la amabilidad. A priori, sin que se ofenda nadie, parece un manual de “buenismo”.
Para los autores “la compasión es una respuesta emocional al dolor o sufrimiento de otra persona que implica un deseo de ayudar”. A menudo se confunde con la empatía, a la que definen como “sentir y comprender las emociones del otro, mientras que la compasión también implica actuar”.
Compasión es una palabra trampa, porque por un lado puede interpretarse como comprensión, cercanía, pero por otro también podría interpretarse como cierta superioridad y distancia.
"Por mi ya dilatada carrera he advertido que los pacientes quieren sentirse comprendidos y que, desde la cercanía del trato y empatía, les provea de una solución idónea, no que su terapeuta sienta lástima, les compadezca o apiade de ellos"
Por mi ya dilatada carrera he advertido que los pacientes quieren sentirse comprendidos y que, desde la cercanía del trato y empatía, les provea de una solución idónea, no que su terapeuta sienta lástima, les compadezca o apiade de ellos. Serán tratados con diligencia y respeto a su dignidad hasta donde alcance la ciencia.
Claro que los sanitarios somos humanos y tenemos sentimientos, pero ante todo hemos de ser profesionales y no podemos dejarnos desbordar por las circunstancias, sino no viviríamos, padeceríamos por encima de nuestras posibilidades y sucumbiríamos al sufrimiento ajeno, dejando de cumplir con la función que la sociedad nos demanda: Curar y/o aliviar.
Nada tienen que ver los llamados medicamentos de uso compasivo, referidos a aquellos fármacos que son administrados antes de su aprobación por la agencia oficial pertinente y al margen de ensayos clínicos a fin de ponerlos a disposición de pacientes en condiciones especiales. Es otra historia en la que hoy no entraré, ni tampoco en la pintoresca pregunta del examen MIR 2024 de la que todo el mundo habla, porque descalifica, por su redacción, a quien la propuso.
Concluyo. Espero que aún me resten unos buenos años de ejercicio para seguir trabajando con emoción, pasión e ilusión y doy fe que también con alegría. Creo que las cosas que he visto las hemos compartido la mayoría de profesionales sanitarios y, dado que las historias clínicas permanecerán escritas para su consulta, podrán ser consultadas incluso por futuros replicantes médicos y no se perderán “como lágrimas en la lluvia”.