El culto al cuerpo, ¿puede ser patológico?

CS
Desde la antigüedad nos han llegado testimonios en pinturas, esculturas y textos escritos, de la importancia que la apariencia física ha jugado a lo largo de las diferentes culturas y generaciones del ser humano. Pero ya desde mediados del siglo XX, asistimos en las sociedades desarrolladasal fenómeno social que conocemos como culto al cuerpo. Estamos en la era de los gimnasios, la cirugía estética y la industria cosmética.

En línea con esta progresión, durante los últimos años han aparecido nuevas etiquetas diagnósticas que recogen una manera patológica de relacionarnos con nuestro aspecto físico. Así, la tanorexiadescribe una preocupación exagerada e irracional por tener la piel bronceada hasta límites nocivos y peligrosos. Las principales consecuencias físicas serían una piel quemada, seca y con manchas, envejecimiento prematuro y riesgo de melanomas. En el extremo contrario nos encontramos con la tanofobiao miedo irracional y desmesurado a la exposición de la piel al sol. Otro ejemplo de estas nuevas categorías es la necesidad obsesiva de realizar ejercicio físico para mejorar el aspecto corporal, también conocido como vigorexia.

Existe un extenso debate en torno a la adecuación o no de la inclusión de la tanorexia y la vigorexia en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) como nuevas categorías de enfermedad mental. Lo cierto es que, de ser recogidas por el mismo, se encontrarían a caballo entre los trastornos adictivos y el trastorno dismórfico corporal o dismorfobia. Éste último hace referencia a una preocupación importante y fuera de lo normal por algún defecto percibido en las características físicas (imagen corporal), ya sea real o imaginado.

Pero quizá, más que intentar encuadrar a las personas que presentan estos problemas en una u otra categoría diagnóstica, resulta prioritario entender y abordar dicha problemática desde el punto de vista terapéutico de la intervención psicológica. Esto implica necesariamente comprender qué papel juega el aspecto físico, o en este caso, una parte de dicha imagen exterior (el color de la piel, tener los músculos más o menos desarrollados…) en la descripción y valoración que hacemos de nosotros mismos. Estamos hablando de la autoestima, y más concretamente, del valor que otorgamos al aspecto dentro de la valoración global que hacemos de nosotros mismos como personas.

Por supuesto que las personas con un alto y fortalecido autoconcepto dedican tiempo y espacio al autocuidado, de hecho, ésta es una de las claves para sentirnos bien. La diferencia está en que dicho autocuidado pasa por el respeto y el mimo saludables hacia nuestro cuerpo, aceptándonos y queriéndonos tal y como somos. Sólo desde esa perspectiva, y no desde la negación y la necesidad de transformación de nuestro cuerpo, podremos empezar a sentirnos a gusto con el mismo.

Es importante tener en cuenta que los intentos por cambiar nuestro aspecto físico sólo llevan a una eterna frustración e insatisfacción con nuestra persona. Si colocamos el foco de nuestra estima en el juicio externo seremos siempre esclavos de los continuos vaivenes de las modas y los cánones de belleza establecidos en cada momento y lugar.


Ana Pérez Miguel
Psicóloga Clínica en Centro TAP, Tratamiento Avanzado Psicológico, en Madrid.
aperez@centrotap.es
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