El efecto placebo

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

El efecto placebo es un fenómeno ampliamente reconocido en la investigación médica. Hace referencia a las mejorías observadas en pacientes que reciben un tratamiento sin principio activo, siempre que crean estar recibiendo una terapia efectiva. Si bien durante décadas se consideró una mera ilusión, trabajos recientes podrían evidenciar que sus mecanismos son tanto biológicos como psicológicos, desafiando la frontera entre mente y cuerpo.

Las investigaciones apuntan a que el efecto placebo activa vías neurobiológicas concretas. Léase, al administrar un placebo analgésico, el cerebro libera endorfinas y dopamina, sustancias vinculadas al alivio del dolor y la sensación de bienestar. Ciertas imágenes cerebrales han confirmado que áreas como el núcleo accumbens y la corteza prefrontal se activan durante estos procesos, sugiriendo que la expectativa positiva modula la percepción de síntomas y moviliza una suerte de farmacia interna.

Al parecer, siempre dicho con prudencia, el condicionamiento clásico juega un papel muy relevante. Estudios con pacientes de Parkinson muestran que placebos administrados tras dosis previas de medicamentos reales generaron la liberación de dopamina en niveles próximos a los fármacos. Esto indica que el cuerpo aprende a responder a estímulos asociados con tratamientos efectivos, incluso en ausencia de estos.

"Trabajos recientes podrían evidenciar que sus mecanismos son tanto biológicos como psicológicos, desafiando la frontera entre mente y cuerpo"

El empleo de placebos en ensayos clínicos es bien conocido: permiten diferenciar entre la acción real de un procedimiento o tratamiento y las mejorías derivadas de la sugestión. Ahora bien, su papel va más lejos. Trabajos realizados sobre dolor crónico, depresión y síndrome de intestino irritable, muestran que el uso de placebos puede reducir síntomas de manera importante, sobre todo cuando van acompañados de una comunicación médica empática.

Una muestra destacada es el ensayo con pacientes asmáticos donde un placebo inhalado, presentado como broncodilatador, mejoró la función respiratoria tanto como un fármaco real. Curiosamente, cuando los mismos pacientes recibieron el fármaco sin saberlo, su efectividad disminuyó. Esto reseña la importancia del contexto psicológico en la respuesta terapéutica.

Pero no debemos ignorar que, aunque prometedor, el uso deliberado de placebos en la práctica clínica conlleva dilemas éticos. Engañar a un paciente contradice principios de transparencia y autonomía. No obstante, estudios recientes proponen enfoques alternativos, como el uso de placebos abiertos, donde el paciente sepa que recibe una sustancia inerte, pero entiende su potencial efecto. En casos de dolor crónico, esta estrategia ha mostrado eficacia sin menoscabar la confianza médico-paciente.

"Pero no debemos ignorar que, aunque prometedor, el uso deliberado de placebos en la práctica clínica conlleva dilemas éticos"

Haciendo también de abogado del diablo he de mencionar que existen algunas consideraciones o condicionantes importantes, como el retraso en el tratamiento de efectividad contrastada, es decir, confiar sólo en un placebo podría retrasar la administración de tratamientos médicos comprobados, especialmente en enfermedades graves o progresivas, lo que podría modificar el pronóstico del paciente.

También conviene mencionar el riesgo de dependencia psicológica que algunos pacientes pueden desarrollar hacia el placebo, lo que dificulta la transición a tratamientos convencionales o la aceptación de que el placebo no tiene un efecto real sobre la enfermedad en curso.

Además, existe el efecto nocebo, su contraparte negativa: expectativas pesimistas pueden exacerbar síntomas o generar efectos secundarios, incluso con tratamientos reales, lo que haría peor el remedio que la enfermedad.

Es imprescindible destacar que el efecto placebo no cura enfermedades orgánicas avanzadas, como cáncer o infecciones graves. Su acción se limita a síntomas subjetivos o condiciones influenciadas por factores psicosomáticos.

El conocimiento médico actual busca integrar el entendimiento del placebo en terapias convencionales. Es el caso de optimizar la comunicación clínica para potenciar la respuesta a tratamientos o diseñar intervenciones que combinen fármacos con estrategias psicológicas.

En un estudio de 2018, pacientes con migraña que recibieron un placebo etiquetado como fármaco potente experimentaron un alivio comparable al sumatriptán, sugiriendo que la percepción como tratamiento potente influye en su eficacia.

En resumen, el efecto placebo no es una curiosidad anecdótica, sino una ventana a la compleja interacción entre mente y cuerpo. Aceptar su legitimidad no debilita la medicina basada en la evidencia, sino que enriquece su práctica, recordando que la curación no reside únicamente en moléculas, radio frecuencias, magnetismo o electricidad, sino también en la capacidad humana de esperar, confiar y creer.

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