Recientemente podíamos leer en las páginas de La Vanguardia que “las escuelas suecas dan marcha atrás en el uso de pantallas y vuelven a los libros de texto”. El titular, si me lo permiten, no podía ser más inquietante porque, con la excusa de la distracción y la pérdida de atención y comprensión lectora, se está dando un salto hacia atrás en el tiempo.
Ya saben que “las opiniones son como la nariz… cada uno tenemos la nuestra”. Gozo de la plena libertad que me concede el diario ConSalud.es y procuro manejarla con precaución y mesura, como el volante de un vehículo pesado, como la aguja en una punción, como el ajuste de las aspas de un molino eólico. Pero intentaré argumentar mi punto de vista.
Desde que Johannes Gutenberg inventara la imprenta allá por 1450, el conocimiento, hasta entonces en poder de los eclesiásticos y hombres de ciencia con acceso a los libros amanuenses, se generalizó porque ponía negro sobre blanco lo que permanecía más en la tradición oral, en el “boca/oreja”, y solo gracias a expertos calígrafos, se perpetuaba en papiros manuscritos. Pero la impresión logró propalar y difundir el conocimiento a través de los libros.
El formato papel ha sido imprescindible para extender el saber enciclopédico y universitario, la literatura universal, la prensa, la cartelería, la propaganda. Mientras no hubo alternativa, nadie reparaba en el consumo desaforado de pasta de papel, en el impacto medioambiental salvaje que estaba generando “tirar” millones de libros, de periódicos, de pasquines, etc., al día, cuando además no había apenas reciclaje o sus técnicas estaban en pañales.
"La interoperabilidad y globalización no tienen por qué suponer una amenaza"
El comienzo de la era digital y su paulatina implantación ha traído consigo un ahorro colosal en tinta, pero sobre todo en papel. Toneladas se derrochaban día tras día en oficinas, facultades, empresas, editoriales, para poner en la calle el fruto impreso del trabajo, con la consiguiente huella ambiental, pero entonces nadie parecía tenerla presente. Ya saben que hasta que no se les pone nombre a las cosas, es como si no existieran.
El papel ha llegado a todo el planeta, lo ha recubierto varias veces, pero iba siendo hora de atender los reclamos del cambio climático y de sus baluartes, las asociaciones de protección del medio, que llevan décadas izando la voz, las mismas que las grandes potencias, generadoras de contaminación, ignorándoles. Ha llegado el momento de decir basta ¡Qué lejos quedan los tiempos de fotocopiar apuntes o fracciones de textos!
Cierto que no es lo mismo el ámbito urbano que el rural, el de países avanzados que los que están en vías de desarrollo, el de sociedades más tecnológicas que el de otras más primitivas y, por tanto, el progreso no avanza paralelo ni simultáneo, sino a dos, tres, cuatro o más velocidades. Y la sustitución por las pantallas de gadgets como pc´s, móviles, tablets, poco a poco llega, pero hasta el 5G aún les queda a muchos.
Sinceramente no creo que el ámbito universitario y menos el de un país modélico como Suecia pueda privarse del avance tecnológico que conlleva el ahorro energético de recursos naturales tan valiosos como son los bosques asolados para la producción de papel. La interoperabilidad y globalización no tienen por qué suponer una amenaza.
"Convendría tener una visión global y holística, que no parcial e interesada sobre las nuevas tecnologías y sus beneficios, tanto a corto, medio y largo plazo. Adiestrar en las nuevas tecnologías y cooperación sin olvidar el desarrollo de habilidades y valores individuales"
Si me lo permiten, en el fondo, lo que subyace son los vicios de todo exceso. Saben que soy un defensor a ultranza del buen uso de las redes sociales. Repito, del buen uso, no del abuso. Rechazo y condeno a quien utiliza esta herramienta como un ariete para torcer o doblegar voluntades, a quien publica contenidos violentos de palabra o imagen y, aunque en el fondo el objetivo es social, como su propio nombre indica, pese a que algunos sólo explotamos su capacidad difusora, distrae demasiado de otros fines mucho más relevantes.
Leer, comprender, estudiar y aprender es un cuádruple sacrificio que todos hemos hecho y hasta aquí nos ha traído, con mayor o menor éxito, pero sin esfuerzo intelectual, no hay capacidad comprensora que valga. Sin “arrestos, fatigas o ánimos” no se logra triunfar en ningún terreno y para quienes se distraen con cucamonas, arrumacos o garatusas, da igual el formato, porque más tiene que ver con sugestiones o prejuicios personales que con superficies o plataformas.
Convendría tener una visión global y holística, que no parcial e interesada sobre las nuevas tecnologías y sus beneficios, tanto a corto, medio y largo plazo. Adiestrar en las nuevas tecnologías y cooperación sin olvidar el desarrollo de habilidades y valores individuales. Por experiencia propia sé de la difusión que alcanzan blogs y tribunas como esta, pero igual con revistas científicas, prensa de todo tipo, literatura, etc., que no lograrían en formato papel.
Toda innovación genera daños colaterales y problemas de adaptación, tanto para alumnos como para docentes, pero hay que sobreponerse a ellos. Gracias al progreso avanzamos, pero hay quien convierte la existencia en una permanente dicotomía entre lo digital o lo analógico, la realidad explícita o la realidad virtual, la inteligencia artificial o la inteligencia natural. Si ambos modelos son compatibles, ¿por qué tener que elegir? ¡Ni un paso atrás, por favor!
Ah, y una última petición: lean con su hij@s, fomenten su hábito de lectura desde temprana edad, porque eso invita a emular esa buena tradición y déjense en paz de “cargas cognitivas, capacidades comprensoras y/o fatigas visuales”, el que quiere leer y aprender, lee y aprende. Cierto que el artículo que mentaba al inicio ni confirma ni desmiente que los nórdicos aprendan a leer desde la cuna, pero las buenas costumbres, nunca se pierden.