Probablemente sean los funambulistas los mayores expertos e interesados en “tensar la cuerda” para conservar el equilibrio cuando están en lo más alto. Centran la atención del respetable y su concentración debe ser máxima para mantener la estabilidad allá donde nadie quiere estar, en el lugar en que muchos sentirían vértigo y desde el sitio en que la caída es mortal de necesidad.
Pero a buen seguro que si oyen o leen esa expresión no piensan en estas personas, sino en el trasfondo que sugiere. Dado que no he hallado ninguna definición ad hoc, les daré mi propia y humilde versión de “tensar la cuerda”, que es “llevar una situación a su límite de resistencia o límite de fatiga, por encima del cual corre el riesgo de deformarse o incluso fracturarse de modo irreversible, superando la resiliencia de los materiales, como en el caso de los muelles, resortes, etc.”.
Es aplicable no sólo en geología con los metales, de donde proceden estos dos conceptos, sino en todos los órdenes de la vida: la familia, el trabajo, la política, la economía, la sociedad, la medicina, y un largo etc. de ámbitos donde las cosas pueden “ponerse al rojo vivo” y estirarse como goma de mascar a fin de sacar todo el meollo o jugo.
La tensión adecuada es necesaria para conseguir la función: más tensión puede romper la cuerda y poca la deviene en inútil, bien como senda del equilibrista o como instrumento tractor.
Pero encierra un cariz negativo en sí misma y es que todos los extremos son siempre indeseables y generan consecuencias impredecibles, salvo que no importe el resultado, ni los daños, ni las consecuencias, porque sólo se persiga el máximo rendimiento, o el propio interés, sin preocuparse por los efectos directos y/o colaterales.
Curiosamente es una expresión positiva en música, tal vez porque se emplee mejor “afinar instrumentos como la guitarra” que “tensar la cuerda”, porque de ello derivará un sonido más preciso, prácticamente perfecto.
"Creo que hacer un llamado a la concordia y al sosiego no es practicar un uso instrumental de tribunas como esta, sino una cita para el reencuentro, la convivencia, el debate y la discusión amable y deliberativa"
Los humanos podemos producir melodías e incluso interpretarlas de viva voz o mediante artefactos a tal uso, pero no somos de viento, ni de madera, ni de metal, ni de cuerda, ni de percusión.
Somos de carne, ligamentos y hueso, practicamos deporte y ocio activo, sentimos, padecemos y, por regla general, conocemos nuestros umbrales, más allá de los cuales no deberíamos llegar, porque entraríamos en ese otro terreno que frecuento y que prefiero no referir en esta tribuna, que es el dolor, solo que afectaría no solo al campo biológico, sino al emocional, laboral, ideológico, etc.
Saben de sobra que me guío con pies de plomo cuando transito por caminos farragosos que no son de mi competencia, pero esta pincelada sólo es una invitación para “destensar la cuerda” en la vida real en la que todos tenemos opinión, voz y voto, y creo que hacer un llamado a la concordia y al sosiego no es practicar un uso instrumental de tribunas como esta, sino una cita para el reencuentro, la convivencia, el debate y la discusión amable y deliberativa.
"La ausencia de dialogo y de altura de miras nos deja a todos en la cuerda floja, en un pantanal sin salidas y en el que nadie gana"
Hay que pensar y repensar muy bien las decisiones, buscando el máximo consenso, el bienestar colectivo, sin encender “las calderas de Pedro Botero”, ni caldear los ánimos, ni permitir que vuelvan fantasmas del pasado que llevan años durmiendo el sueño de los justos, y allí conviene que permanezcan. Comunicar eficazmente, también supone metacomunicar, es decir, aclarar los términos de la propia comunicación. “Conviene apaciguar los ánimos porque las aguas están bajando demasiado revueltas”.
La ausencia de dialogo y de altura de miras nos deja a todos en la cuerda floja, en un pantanal sin salidas y en el que nadie gana (solo algún tipo de “pescadores de fortuna”). Quizá habría que apelar al estoicismo para ayudarnos a remontar emocionalmente las vigentes incertidumbres. Aplicar la moderación, la sabiduría, la justicia y la fortaleza vendría muy bien en estos tiempos de dolor.
Conozco muy bien este campo, lo vivo, lo explico, lo alivio y a veces hasta lo curo. Malo es aquel que se escapa de mi control, pero cuando los pueblos no acercan posturas y no dudan en causárselo entre ellos, no hay remedio posible. Recapacitemos, por el bien de todos.
El bienestar de la mayoría debería estar por encima del bienestar de la minoría, sin discriminarla, pero apelando a la comprensión, lo contrario nos aboca al conflicto.
Decía Michel de Montaigne que “la palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha”. Nuestro cuerpo es un juego de equilibrios mecánicos y bioquímicos. De la gestión de su diálogo y dialéctica surgirá la homeostasis, la dinámica intencional y el encuentro emocional, lo contrario es el shock, el colapso y la destrucción.