Desinformación

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

La semana pasada dejaba entrever un concepto que ahora quiero desarrollar: la desinformación, como mecanismo para generar confusión, desorden, caos, y, como mala hierba, sembrar inestabilidad, discordia, hasta hacer bueno aquel viejo axioma “divide y vencerás”.

Damos por sentado que la información veraz es necesaria y una obligación de todo estado democrático para mantener a la ciudadanía en forma y plenitud al conocer cuanto sucede a su alrededor. Ese es el objetivo fundamental de la prensa libre, generar noticias como instrumento intermediario y articulador entre realidad y ciudadanía.

Podremos discutir si la elaboración de las noticias en bruto para una mejor asimilación conlleva una dosis de manipulación según la persona y/o el medio que lo elabore, pero es el precio que hay que pagar al permitir la intervención de la mano humana.

En bruto probablemente la gente no sabría entresacar las informaciones del torrente de datos, de ahí la necesidad de una edición de las mismas, lo mismo que sucede con las materias primas en la industria: no podrían ser consumidas directamente por el usuario final. Sin embargo, en este caso, damos por bueno el resultado porque la producción en serie evita las taras, salvo en casos puntuales que son retirados tras un riguroso proceso de revisión.

"No dudo que cada fuente diga la verdad, su verdad, porque 'la' verdad en estado puro tal vez no exista, pese a que todos creemos estar en posesión del 'tarro de las esencias' y guadar la equidistancia"

En el caso de la información siempre recomiendan contrastar varias fuentes, de las que emanará el juicio propio. Ojo, no dudo que cada fuente diga la verdad, su verdad, porque “la” verdad en estado puro tal vez no exista, pese a que todos creemos estar en posesión del “tarro de las esencias” y guardar la equidistancia. Pero es complicado.

Muchas veces oímos la expresión, “hasta aquí la información, a partir de ahora la opinión”. Conste que este axioma se puede interpretar y reutilizar en infinidad de profesiones: en mesas de redacción, consejos de administración, reuniones de servicio hospitalarias, etcétera.

Los hechos son sagrados, las opiniones son libres”, dijo Charles Prestwich Scott, editor de The Guardian hace poco más de un siglo, y eso sirve para abogados, empresarios, periodistas, médicos, profesores universitarios…Los datos son incuestionables, pero su interpretación ya es “harina de otro costal”. Lo que para unos es poco para otros mucho, todo depende del ojo que mira.

Tampoco recomiendo la desinformación ni la sobreinformación, la primera, porque es una invitación a vivir al margen de la realidad hasta convertirse en ermitañ@s; la segunda, por el riesgo de saturación intelectual, salvo que dirijan un periódico, un programa de máxima audiencia o una agencia de inteligencia. Pero insisto, ni es buena la carencia ni el exceso.

"En el presunto momento de ponerle cierre a esta pandemia la desinformación vuelva a campar a sus anchas, generando dudas e incertidumbre"

Ocasionalmente un cambio de enfoque puede arrojar luz y en otras situaciones el cambio de contexto modifica el significado de los datos y la comprensión de lo acontecido.

Sin embargo, la desinformación juega en otra Liga, la de los tramposos, la de los tahúres, la de los soldados de fortuna que brillan con ventaja sabiendo el resultado antes de que haya terminado la partida porque tergiversan cuando no mienten sobre los datos y sobre esa falacia construyen argumentos que casualmente emplean como ariete para destruir empresas, juntas directivas, direcciones, claustros, países…

Todos nos cuestionamos por qué una mentira corre más deprisa que una verdad, por qué un rumor viaja a la velocidad del sonido y una certeza anda con pies de plomo. Quizá la idiosincrasia de cada país, región, ciudad, barrio o incluso individual dentro de un conjunto aún mayor lo justifiquen, y expliquen por qué en unos países dan alas a un “cuchicheo” y en otros sería motivo de ofensa, desmentido al segundo o llanamente descreído.

Otro elemento a considerar es que se pierde más tiempo intentado desmentir ciertos bulos que simplemente pasando por encima, ignorándolos, aunque el daño ya esté hecho, porque su única pretensión cierta es desacreditar, cabalgando encima de infamias, falacias o exageraciones. Y por supuesto, siempre responden a intereses bastardos, no son fruto del azar espontáneo, ni siquiera como carne de “meme” en redes sociales.

"En el ámbito sanitario son constantes las informaciones, sobreinformaciones, desinformaciones, y hasta deformaciones sobre principios activos que curan de una vez para siempre"

En estos últimos dos años hemos pasado todas las fases anteriores y, en un curioso proceso de centrifugado, todas al mismo tiempo. Hemos pasado de querer saber, a querer saber mucho más, a no saber a quién creer y finalmente no querer saber nada por asqueamiento, desinterés y apatía.

Todo este juego tiene una finalidad: influir en la opinión de la potencial audiencia, sea profesional o público en general, movilizando simpatías o creando un marasmo paralizante.

Pasamos de convertir en héroes a responsables políticos y sus portavoces, en villanos insoportables y faltos de crédito “por mor de los cables que lo manejan todo” y hoy nos hacen mirar hacia a un lado y negar, y mañana hacia otro y asentir. Cambian los personajes, pero las dudas razonables siguen. Y en el presunto momento de ponerle cierre a esta pandemia la desinformación vuelva a campar a sus anchas, generando dudas e incertidumbre.

En este contexto han surgido observatorios de la verdad que añaden aún más confusión desde una presunta independencia que no está exenta de subjetividad, así la información añade otro capítulo de verificación.

En el ámbito sanitario son constantes las informaciones, sobreinformaciones, desinformaciones, y hasta deformaciones sobre principios activos que curan de una vez para siempre el cáncer, las dietas milagro, los beneficios ocultos de una bebida o un alimento, las técnicas definitivas que sanan de una vez por todas una enfermedad hasta hoy incurable, el fantasma de la energía nuclear, la guerra bacteriológica… y podría seguir hasta sacar los colores a más de un@, pero “que cada palo aguante su vela”.

Si hubiera un manantial del que brotaran las verdades universales tendríamos una referencia inexorable, aunque mucho me temo que rápido habría quien alertara de su uso, otros tratarían de sacarle partido comercial e incluso quien pretendiera envenenarla para convertirla en perjudicial. Y es que la calma parece no satisfacer ni convencer a todos por igual.

Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.
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