El interés por establecer la posible relación entre el consumo de huevos y el aumento del colesterol en sangre, y en consecuencia el incremento del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, sigue existiendo en la actualidad en parte de la población.
Para poder entender la causa de esta creencia popular, debemos profundizar un poco más en aquellos factores que pueden influir en el desarrollo de este tipo de enfermedades. Y es que por lo general, el origen de las afecciones cardiovasculares se debe, en buena medida, a la coexistencia de toda una serie de factores de riesgo como malos hábitos, tipos de alimentación o formas de vida poco saludables, que pueden predisponer a las personas al desarrollo de la aterosclerosis, un elemento común y básico para padecer afecciones cardiovasculares.
De estos factores destacan entre otros, las hiperlipidemias, es decir, trastornos del metabolismo de las grasas o lípidos, que se caracterizan por un aumento en sangre de las mismas, principalmente del colesterol LDL y los triglicéridos.
En aquellas poblaciones en las que la dieta era rica en grasas saturadas, las personas presentaban mayores tasas de colesterol en sangre y una mayor morbilidad o mortalidad por enfermedad coronaria
A lo largo del tiempo se han realizado infinidad de estudios clínicos para establecer la medida en la que ciertos hábitos alimenticios pueden condicionar o modificar los niveles de grasa en sangre. Uno de ellos, en el año 1980, concluyó que en aquellas poblaciones en las que la dieta era rica en grasas saturadas, las personas presentaban mayores tasas de colesterol en sangre y una mayor morbilidad o mortalidad por enfermedad coronaria.
Sin embargo, esta conclusión que hoy se sigue considerando válida y aceptada por la comunidad científica, fue complementada por la deducción errónea que aseguraba que si las grasas saturadas animales eran nocivas para la salud, todas debían serlo, desaconsejando de la dieta alimentos como la mantequilla, los pescados grasos, los mariscos, y por supuesto los huevos. Este fue, sin duda, el inicio de la controversia.
Lamentablemente, aunque tal afirmación fue muy pronto rechazada por los resultados de numerosos estudios clínicos que afirmaban lo contrario, como el Estudio Anitschkow o diversas publicaciones de la American Heart Association, así como de autores de prestigio mundial como McNamara, Dussaillanto Katz, lo cierto es que ha sido algo universalmente aceptado y trasladado a la opinión pública, dando lugar al que probablemente haya sido uno de los mayores errores de las últimas décadas.
El huevo tiene un contenido relativamente bajo en calorías y grasas saturadas
Entonces, la ingesta de huevos, ¿es o no perjudicial para la salud cardiovascular?
En primer lugar, conviene resaltar que el colesterol tiene un papel importante en el organismo, ya que es un componente fundamental de las membranas plasmáticas presentes en las células animales, especialmente en el cerebro y la médula espinal. Además, es precursor de las sales biliares, que ayudan a que el cuerpo descomponga las grasas, así como de las hormonas corticosteroides, que regulan funciones cardiovasculares, metabólicas, inmunológicas, y homeostáticas, y es impulsor de la vitamina D.
Por otro lado, es cierto que la yema de huevo es rica en colesterol. Pero, a diferencia de otros alimentos que también lo son, el huevo tiene un contenido relativamente bajo en calorías y grasas saturadas, aspectos que sí influyen en los niveles de lípidos en la sangre.
Con estas bases se han venido realizando permanentemente estudios clínicos con el objetivo común de establecer la posible relación, si es que se establece, entre la ingesta de huevos y la incidencia de enfermedades cardiovasculares. Hoy disponemos de numerosas evidencias científicas que indican que el colesterol que procede del huevo es menos relevante para aumentar el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, que las dietas ricas en grasas saturadas.
La ingesta de huevos, hasta uno al día, dentro de una dieta equilibrada, y con unos hábitos de vida saludables, no modifica el riesgo para padecer enfermedad cardiovascular
Es más, estas investigaciones sugieren que la incorporación del huevo a la dieta podría aportar beneficios adicionales, promoviendo un perfil lipídico menos aterogénico, es decir, con menor riesgo para que las arterias se obstruyan.
Por tanto, a pesar de la gran inercia en las recomendaciones de restricción del consumo de huevos, que se ha mantenido durante décadas, la comunidad científica acepta de forma unánime que la ingesta de huevos, hasta uno al día, dentro de una dieta equilibrada, y con unos hábitos de vida saludables, no modifica el riesgo para padecer enfermedad cardiovascular.
Restringir de forma generalizada el consumo de huevos puede privar innecesariamente a las personas de otros muchos beneficios de uno de los alimentos más completos que existen.
Como dice el científico I. Gray, ya es hora de que disipemos el mito que rodea la relación entre el huevo y las enfermedades cardiovasculares, y le devolvamos al lugar que le corresponde en nuestra alimentación, donde puede hacer una valiosa contribución a una dieta sana y equilibrada.