Cada día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, tenemos que tomar decisiones que, en menor o mayor medida, acondicionan nuestra vida y tal vez condicionan la de muchos de nuestros semejantes, conforme al nivel de responsabilidad personal, familiar, laboral… que tengamos con ellos.
Ante dos o más opciones toca la ardua tarea de elegir y hay que procurar acertar, o al menos errar en lo mínimo, porque el 100% de efectividad no es humano. Sería conveniente en este inciso recordar que elegir supone, al tiempo, renunciar. Quizá las nuevas inteligencias que vienen a tratar de sustituirnos puedan “dar en el clavo” en el total de las situaciones, si bien carecen del factor que nos hace diferentes a las personas respecto a las máquinas. Pero de eso ya hemos hablado. Regreso al punto de partida.
Como sanitarios tenemos muchas competencias y asumimos demasiadas obligaciones que parecen ir ligadas al cargo por el mero hecho de ser personal asistencial, médico y de enfermería. Sobre nuestras espaldas recae la dura papeleta de sanar y cuidar pacientes y por tanto se espera que adoptemos resoluciones firmes y seguras porque está en juego la vida o la integridad funcional de semejantes. No hay mucho margen de error, porque este podría acarrear un trastorno superior.
Ya saben que eficiencia es la “capacidad de lograr los resultados deseados con el mínimo posible de recursos” y para lograrla hay que conocer bien el proceso y repartir las tareas en función de las competencias óptimas. La eficacia a cualquier precio puede resultar muy gravosa. Que recomendemos una dieta no significa que la elaboremos o que indiquemos una higiene postural no supone que la apliquemos, sino que la supervisemos.
"La eficacia a cualquier precio puede resultar muy gravosa. Que recomendemos una dieta no significa que la elaboremos o que indiquemos una higiene postural no supone que la apliquemos, sino que la supervisemos"
Podría imaginar cómo es el rol del maquinista de un convoy del metro, o del capitán de marina mercante al frente de un gran buque portacontenederos, o del comandante de una nave 747 de líneas aéreas con un centenar de pasajeros a su cargo… Cada cual hemos adquirido una formación, tenemos unas habilidades y unas destrezas que nos hacen singulares y nos capacitan para nuestros trabajos y a fe mía que no somos intercambiables.
Nuestras herramientas son las jeringuillas, los bisturís, las pinzas, las tijeras, la palabra y la atenta escucha inspiradoras de confianza, etc., y hay que tener tanto o más pulso que un orfebre o un relojero para no temblar, la voz tampoco, señal aparente de duda o lo que es peor, de miedo. Lo mismo que los anteriores deben asumir los mandos de sus respectivas naves con fortaleza física y si me apuran hasta de ánimo, porque hay mucho en juego.
No imagino a ninguno de los anteriores soltar de pronto su instrumental dejando al albur del destino la suerte de aquellos por los que tiene que velar, precisamente porque cuando las decisiones afectan a otros la responsabilidad a la hora de tomarlas es aún mayor si cabe.
"La sanidad en general y los profesionales sanitarios en particular, nos hemos convertido desgraciadamente en muñecos del pimpampum de energúmenos, por fortuna mínimos, que cargan sus iras, su rabia y frustración, algunas sin nexo con patología orgánica alguna, sobre la persona que está tratándole, bien porque no le guste lo que oye o bien porque no quiere aceptar lo que se le está explicando o proponiendo"
Creo que es precisamente en esos momentos cuando más firme tiene que estar la mano y el espíritu, porque de lo contrario es mejor que se dediquen a otras tareas con menor grado de responsabilidad y recompensa.
Pero tampoco puedo imaginar a estos recibiendo improperios todos los días, dudando de su reputación y la de sus familiares, recibiendo acusaciones y denuncias basadas en bulos y con toda una poderosa herramienta mediática en contra, propalando los mismos sin contrastar nada, solo por zaherir y erosionar a quien está al frente de la nave, tenga ésta la forma y dimensiones que tenga.
La sanidad en general y los profesionales sanitarios en particular, nos hemos convertido desgraciadamente en muñecos del pimpampum de energúmenos, por fortuna mínimos, que cargan sus iras, su rabia y frustración, algunas sin nexo con patología orgánica alguna, sobre la persona que está tratándole, bien porque no le guste lo que oye o bien porque no quiere aceptar lo que se le está explicando o proponiendo.
"El malestar de la sociedad puede obedecer a múltiples causas y por tanto el alivio no solo vendría del mundo sanitario simplemente porque mantiene servicios de 24 horas todos los días"
Siempre lo digo: para eso mejor recurran a quien pregunta poco, el arte veterinario, o a otras vías para el desahogo y apelen a la razón y nunca a la razón de la fuerza. El malestar de la sociedad puede obedecer a múltiples causas y por tanto el alivio no solo vendría del mundo sanitario simplemente porque mantiene servicios de 24 horas todos los días.
Solo una cosa para terminar: no se hagan caso de quien más parlotee, sea del color que fuere. Tomen sus decisiones libremente sin que nadie les coaccione, coarte y/o amenace. Ponderen los argumentos y moderen sus reacciones. La vida puede ser un viaje hermoso sobre todo cuando vas bien acompañado de sentido común y simpatía.
P. D.: Ya saben que en esta tribuna jamás hablo de política, porque ni es mi fuerte ni es mi competencia. Y por supuesto, como dicen al final de las películas, todos los personajes son ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.