Ciencia y conciencia

Alfonso Vidal
Jefe de las Unidades del Dolor de los Hospitales Sur, La Luz y Valle del Henares de Quirónsalud

Según el Diccionario de la RAE, ciencia es “el conocimiento estructurado obtenido mediante observación y razonamiento, y del que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables empíricamente”. Mientras que la conciencia es “el conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar ética y moralmente la realidad y los actos, sobre todo los propios”.

El mundo gira hoy en torno a una pandemia que tiene confinada a buena parte de la población del globo. En una crisis sanitaria y humanitaria sin precedentes, solo comparable a un estado de guerra mundial, pero donde no hay tiros, ni cañonazos, ni misiles, ni invasiones, pero sí un poderoso y sigiloso enemigo que contagia a un ritmo desenfrenado y para el que a día del corriente no hay antídoto ni vacuna.

Aquí y ahora se plantea un análisis combinado de ciencia y conciencia para superar un bache de catárticas dimensiones. Decía el filósofo británico Aldoux Huxley, autor de la maravillosa novela «Un mundo feliz» que “quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”. Puede que sea un buen momento para que eso cambie.

"El engranaje del reloj se ha parado y costará mucho recuperar el pulso del corazón de los países, recobrar la aceleración hasta alcanzar la velocidad media de crucero y volver a la normalidad"

En este tiempo de encierro, más o menos voluntario, según las diferentes geografías y capacidades coercitivas de los gobiernos, nos hemos sometido a un proceso de desaceleración, hasta frenar casi al completo la actividad de los países. El engranaje del reloj se ha parado y costará mucho recuperar el pulso del corazón de los países, recobrar la aceleración hasta alcanzar la velocidad media de crucero y volver a la normalidad.

Pero hasta ese idílico momento hará falta una ecuánime distribución de los recursos e insumos sanitarios y alimenticios pues perdura una desigual repartición de la riqueza y de la incidencia y repercusión de fenómenos epidemiológicos de este calibre. Dicha distribución tendrá que compensar esas diferencias sin hasta equiparar a los países, sí al menos dotar a todos de igualdad de oportunidades para luchar con el mal. De lo contrario, la tragedia no habrá hecho más que empezar y deberemos prepararnos para un cataclismo de consecuencias impredecibles.

Covid 19

Es posible que no todos los países puedan disponer de ciencia por no contar con recursos financieros y humanos; es poco probable que no hayan desarrollado una conciencia en torno al bien y el mal, enriqueciendo la ética y moral propias y colectivas; y, puestos frente a frente, seguro que estas últimas son contrastables y comparables entre sí, permitiendo extraer afinidades, porque es el momento de sumar, no de incidir en las individualidades.

El primer objetivo pura y llanamente es sobrevivir, tanto a escala individual como colectiva. Tanto en los aspectos físicos como emocionales. Seguidamente habrá que considerar la validez de los modos de relación, producción y distribución de esfuerzos y compensaciones. Finalmente reformular los objetivos y las metas en el nuevo contexto.

"Muchos de los nuevos pilares se apoyarán sobre la solidez de su ejemplo y sacrificio, que debemos honrar con el análisis de todo lo ocurrido para extraer conclusiones que nos sirvan para el futuro"

Para aunar esfuerzos todos deberemos sacrificar algo de nosotros, rebajando la arrogancia y la soberbia de algunos y ganando en humildad, sacando del baúl de los recuerdos la conciencia crítica que muchos tienen adocenada y esclavizada y olvidar las barreras que nos separan, recuperando valores morales enterrados y remar todos en una misma dirección.

No debemos ignorar la necesidad de reconstruir nuestra sociedad sobre los cimientos que crearon nuestros ancestros. Muchos de los nuevos pilares se apoyarán sobre la solidez de su ejemplo y sacrificio, que debemos honrar con el análisis de todo lo ocurrido para extraer conclusiones que nos sirvan para el futuro.

Tenemos que mirar para delante, sí, pero sin perder la noción del lugar del que venimos y porqué han pasado muchas de estas cosas, como la imprevisión, la falta de capacidad y liderazgo, la ausencia de unidad, la bochornosa autosuficiencia… Vamos, cargo de conciencia y autocrítica.

Que todo haya cambiado para que todo pueda seguir igual, en el decir de Lampedusa, parece que no será sostenible. Los peregrinos del Mayflower al menos tenían una fe a la que aferrarse en el nuevo mundo. Donde quiera que acabe esta singladura precisará de sacrificios y renuncias colectivas. De no ser así, lo mejor es que paren, y nos bajemos todos, porque no estaremos preparados para ir en la misma nave, ni al mismo tiempo, ni al mismo lugar.

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