Iniciado el proceso de vacunación de la Covid-19 son muchas las incógnitas que se plantean acerca de los grupos prioritarios que deben acceder a la vacuna y los efectos adversos que puedan tener las vacunas en los pacientes. Los pacientes con cáncer son uno de esos grupos poblacionales catalogados como de alto riesgo.
ConSalud.es charla con el doctor Enrique Grande, jefe del Servicio de Oncología Médica del MD Anderson Cancer Center de Madrid y jefe de Investigación Clínica de la Fundación MD Anderson España sobre cómo ha impactado la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 en los servicios hospitalarios de Oncología y los pacientes oncológicos, las dudas sobre las vacunas y el proceso de vacunación de los pacientes con cáncer.
¿Cómo habéis vivido los oncólogos la pandemia de Covid-19 y cómo ha afectado a los pacientes con cáncer?
La pandemia ha cambiado la forma en la que tradicionalmente hemos hecho Oncología y tratado a los pacientes con cáncer en nuestro país. La primera ola fue devastadora, porque en mi vida profesional nunca he visto tanto fallecimiento de una manera tan rápida y sin conocer cómo poder atajar la enfermedad y cómo proteger a los pacientes. Esa sensación de falta de control fue tremenda.
Por sacar algo positivo, a lo largo del año sí que fuimos adaptándonos hasta convivir con el virus. Porque donde antes todo era incertidumbre y retrasos en diagnósticos y en tratamientos curativos, ahora pues prácticamente hemos conseguido darle la vuelta y tener unos tiempos de tratamiento cercanos a lo que había antes de la pandemia.
"La pandemia ha cambiado la forma en la que tradicionalmente hemos hecho Oncología y tratado a los pacientes con cáncer"
Todas las medidas de seguridad y de protección que hemos adquirido con el tiempo y hemos aplicado en la práctica clínica, sin duda, han contribuido.
Desde el punto de vista del profesional sanitario, de todos aquellos que atendemos a los pacientes con cáncer, puedo decir que todos hemos ido cayendo paulatinamente. De hecho, antes de irnos de vacaciones hicimos un recuento de los profesionales que habíamos estado afectados por la Covid-19 y se aproximaba al 50% de todos los sanitarios. Pero hemos salido adelante y estamos en el camino para frenar el virus.
Las organizaciones de pacientes con cáncer han denunciado en varias ocasiones que la pandemia de Covid-19 ha tenido sus efectos sobre la atención a los enfermos oncológicos e incluso alertaron sobre los infradiagnósticos de la enfermedad.
Es cierto. Por unos motivos o por otros, hubo muchos quirófanos que se cerraron, muchas pruebas diagnósticas que se retrasaron y esto lógicamente impacta en el estadio en el que se diagnostican los tumores. Conocemos que existe una relación lineal entre el estadio de diagnóstico y el pronóstico de la enfermedad: cuanto más avanzado es el diagnóstico inicial, peor es el pronóstico y menos armas tenemos para combatir los distintos tumores.
No obstante, tengo una visión un poco distinta al trabajar en un centro privado. Creo que los centros sanitarios privados, o por lo menos los monográficos como el MD Anderson, tuvimos la enorme suerte de ser considerados ‘libre de Covid-19’, aunque nadie se libró porque antes o después hizo su aparición y tuvimos que pasar la enfermedad. Pero, a pesar de ello, continuamos con nuestra actividad asistencial en la medida de lo que pudimos y recibimos muchas segundas opiniones precisamente de pacientes que vivieron con angustia esos retrasos en el diagnóstico.
"El miedo de los pacientes a acudir a los hospitales públicos que estaban centrados en la Covid-19 hizo que estos asistiesen a las clínicas privadas. Nosotros nos ocupamos de agilizar los diagnósticos y tratamientos contra el cáncer"
Por ejemplo, a nosotros acudieron pacientes que se notaban un bulto y en los centros públicos no se consideraba una urgencia o porque los servicios de Urgencias se encontraban completamente saturados por el fenómeno de la Covid-19 y tenían pánico a acudir a ellos. Estos usuarios tenían miedo a asistir a hospitales públicos, quizás porque estaban más masificados y más centrados en la atención a la Covid-19, y se decidieron por acudir a clínicas privadas donde intentamos agilizar todos esos trámites de diagnóstico y tratamiento iniciales.
¿Cómo se sentían esos pacientes? ¿La pandemia ha tenido también un impacto psicológico?
Psicológicamente ha sido devastador. Creo que difícilmente, alguien que no padece en primera persona un cáncer, con lo que conlleva de incertidumbre en el pronóstico y el miedo al tratamiento y a la enfermedad en sí… Si a eso se le añade el miedo a salir de casa, a asistir al centro sanitario en el que se le está tratando… Teníamos una sensación de falta de confianza en todo lo que nos rodeaba, todo aquello que estaba de la puerta de casa hacia afuera: coger un transporte público, atravesar la puerta de un hospital, etc.
Por muchas medidas de limpieza y prevención que se tomase, ese miedo estaba ahí. Estos pacientes saben que están inmunocomprometidos y esa incertidumbre para ellos fue devastadora.
Ahora, con el proceso de vacunación de la Covid-19 se ha abierto una nueva etapa esperanzadora. ¿Qué lugar ocuparán los pacientes oncológicos en este tiempo? ¿Y qué posición han tenido en el desarrollo de las vacunas?
Quisiera lanzar un mensaje respecto a las expectativas sobre las vacunas contra la Covid-19. Este 2020 ha sido un año nefasto y en el que también hemos aprendido mucho pero, sin embargo, el 2021 se abre como un año de muchas expectativas y en el que se prevé como volvamos a la normalidad.
Pero cuidado con las expectativas y el manejo de las mismas. El problema está en que hasta que la vacunación sea eficaz contra el coronavirus van a pasar meses, muchos meses. Por esta razón, debemos seguir insistiendo en la distancia social, el lavado de manos, el uso de mascarillas, evitar las aglomeraciones, ventilar los espacios… Con todo lo que conocemos ahora y lo que se ha vivido, no podemos dar pasos atrás.
De cara a cómo va influir la vacunación contra la Covid-19 en los pacientes oncológicos, hay que decir que es curioso porque los estudios clínicos reportados hasta ahora establecieron como criterio de exclusión para participar en estos ensayos padecer un cáncer o un tratamiento oncológico activo. Por tanto, no tenemos ninguna evidencia científica sobre la actividad y la seguridad de las vacunas sobre los pacientes oncológicos.
¿Qué significa esto, que los pacientes con cáncer no se tienen que poner la vacuna? Pues no, todo lo contrario. Hay que hacer un ejercicio de sentido común, en la medida de lo posible, acerca del riesgo que tienen nuestros pacientes en caso de ser contagiados por Covid-19 y cuál es la evidencia que tenemos sobre el impacto de su inmunización. Bajo mi punto de vista, los pacientes oncológicos y aquellas personas con tratamiento oncológico deben recibir la vacuna y ser considerados como grupo de muy alto riesgo. Merecerá la pena ese riesgo de recibir la vacuna.
Es cierto que no todos los pacientes son iguales, el tipo de tumor, el estadio de la enfermedad, la edad o el tipo de tratamiento que están recibiendo pueden condicionar esta decisión. Ahora, disponemos de un amplio rango de terapias distintas no solo quimioterapia o radioterapia, por lo que los efectos adversos de una posible vacuna variarán dependiendo del tratamiento que reciba el paciente.
Habrá que considerar dos veces el sentido que tiene administrar la vacuna a un paciente que está recibiendo una quimioterapia de altas dosis porque la inmunidad no sea competente en ese momento. Quizás merece la pena esperar. Sin embargo, pacientes que estén recibiendo tratamientos dirigidos o quimioterapia a dosis estándares… Ese riesgo-beneficio se inclina claramente porque sí reciban la vacuna.
¿Ha echado en falta que se incluyesen a pacientes con cáncer en los estudios clínicos de las vacunas contra la Covid-19?
Tenemos que seguir aprendiendo, seguir generando datos, manejando a los pacientes y adaptándonos a lo que conocemos. De tal manera que pacientes que reciban la vacuna ahora, tendrá que reportarse la eficacia y los efectos adversos que puedan tener. Nos ha tocado vivir esta época y hay que estar a la altura. Nadie conoce qué va a pasar pero sí que está en nuestra mano seguir reportando de una manera activa porque en el futuro se van a beneficiar otros pacientes de estos datos.