Desde que aparecieron, las redes sociales se han mostrado como dos caras de la misma moneda en lo que a salud se refiere. Al mismo tiempo son ventanas a diversos problemas de salud que las personas sufren y comparten en redes, que desencadenantes de otras patologías o causantes de su empeoramiento. Esta realidad las convierte, además, en una herramienta para poder detectar diversas enfermedades y poder prevenirlas y mejorar su abordaje.
Una realidad que ha constatado durante los dos últimos años el proyecto STOP liderado por la ingeniera informática Ana Freire. Un proyecto que encuentra a usuarios en riesgo de sufrir un problema de salud mental y cuyas campañas lanzadas en las Navidades de 2020 y 2021 “llegaron a medio millón de personas de todo el territorio español”, explica a Influcare Freire, profesora y vicedecana de Impacto Social e Innovación Académica de la UPF Barcelona School of Management, de la Universidad Pompeu Fabra. Este importante impacto permitió, continúa, “un incremento de un 60% del número de llamadas al teléfono de prevención al suicidio”.
El suicidio, de hecho es la principal causa de muerte en la juventud española (las personas de entre 15 y 29 años) solo por detrás de los tumores
Con la pandemia, los problemas de salud mental crecieron exponencialmente. Una situación que afectó especialmente a las personas más jóvenes. Según datos de la Asociación Española de Pediatría (AEP), en torno a un 10 % de los niños y un 20 % de los adolescentes tenían algún problema de salud mental antes de la pandemia. “Hoy en día, esas cifras han aumentado hasta un 47 % de personas afectadas, entre niños y adolescentes”, señalaron en nota de prensa.
El 2020 fue un año fatídico en lo que respecta los problemas de salud mental. Incrementaron los casos de patologías como la depresión, la ansiedad, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). A eso se suma una detección cada vez mayor de inicios precoces de algunas patologías de naturaleza neurobiológica, como denunciaban a este medio desde la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría (SPI-AEP).
Con la pandemia también se han incrementado los intentos de suicidio. Nuestro país alcazaba los 11 suicidios al día y las 200 tentativas, un aumento de casos que alcanzaron por primera vez en España los 14 en menores de 15 años, lo que suponía el doble del año anterior. El suicidio, de hecho es la principal causa de muerte en la juventud española (las personas de entre 15 y 29 años) solo por detrás de los tumores, según recoge el Observatorio del Suicidio en España.
Uno de los objetivos del Proyecto STOP es “cambiar las cifras actuales de suicidio”
En los últimos años se ha visto que la mejor manera de llegar a los jóvenes es a través de las redes sociales, lugar en el que Freire y su equipo aterrizaron en 2017 para desarrollar un proyecto con el que detectar de forma precoz estas patologías y ayudar a los usuarios a acceder a la atención que precisan.
LAS REDES SOCIALES PARA LLEGAR A LOS JÓVENES
El proyecto STOP parte de la utilización de Inteligencia Artificial para estudiar los problemas de salud mental en redes sociales. Como señalan en su página web, el objetivo es “cambiar las cifras actuales de suicidio”. Para ello han generado un algoritmo que encuentra patrones relacionados con alto riesgo de suicidio, depresión o TCA y lanzan campañas focalizadas dirigidas a usuarios que coinciden con un perfil de riesgo.
“Nosotros estudiamos cómo se comportan en redes sociales los usuarios con estos perfiles. Filtramos por distintos patrones teniendo en cuenta "el género y los temas de los que hablan”, indica Ana Freire. El algoritmo desarrollado por su equipo detecta a partir de cómo se comportan en redes y las imágenes que publican si son personas que sufren abusos secuelas, acosos, tienen problemas económicos, consumen sustancias, muestran autolesiones… “En el caso de las imágenes, por ejemplo, nos fijamos en si se publican lágrimas, lo que pueden relacionarse con suicidio o depresión”.
Freire: “Nuestro objetivo es encontrar a estas personas que llegan a través de campañas publicitarias y mostrarles los teléfonos de contacto”
Además del contenido, este sistema también vigila la actividad de los diferentes usuarios: si se relaciona con otras personas en redes sociales, si tiene apoyo social, amigos que interactúan con ellos… “Otro punto que controlamos es el patrón de sueño, es decir, si hay al menos seis horas en las que no hay actividad. El insomnio se ha asociado a la depresión”, manifiesta Freire.
Para cada uno de los comportamientos de riesgo el algoritmo se fija en el contenido publicado y la actividad, y clasifica los perfiles que están en riesgo de los que no. “Con los usuarios de riesgo definidos creamos campañas dirigidos a ellos”. Tras las campañas de Navidad de 2020 y 2021, que duraron un mes, quieren lanzar nuevas acciones más amplias, que esperan conseguir gracias a las donaciones que recogen a través de un Crowfunding.
Aunque las redes sociales pueden relacionarse con diferentes problemas de salud mental, en estos espacios también se encuentran pacientes sin diagnóstico que no han ido a consulta médica y necesitan ayuda. “Nuestro objetivo es encontrar a estas personas que llegan a través de campañas publicitarias y mostrarles los teléfonos de contacto”, concluye Freire.