Santiago Ramón y Cajal es uno de los investigadores más importantes de la historia de España. Nacido en 1852 en la localidad navarra de Petilla de Aragón, alcanzó el reconocimiento más importante de su carrera profesional con 54 años, cuando, en 1906, ganó el Premio Nobel de Medicina junto al italiano Camillo Golgi por su trabajo sobre la estructura del sistema nervioso.
Precisamente, la cuenta oficial en X del Premio Nobel, @NobelPrize, realizó hace unos días una publicación en la que enlazaba a un artículo de su página web escrito en inglés titulado “Vida y descubrimientos de Santiago Ramón y Cajal”. “A finales del siglo XIX, Santiago Ramón y Cajal utilizó sus dotes artísticas para transmitir a otros lo que había visto en su microscopio, produciendo hermosos dibujos que ilustraban el funcionamiento de nuestro sistema nervioso”, reza la mencionada publicación, que está acompañada de uno de esos dibujos.
Y es que fue en 1887, a los 35 años de edad, cuando se produjo el acontecimiento clave que marcaría para siempre la carrera científica de Ramón y Cajal y de la neurociencia moderna en general. Un acontecimiento que, como les sería reconocido a ambos casi 20 años más tarde con el Premio Nobel, estuvo marcado por la aportación de Camillo Golgi.
“Todo era nítido, como un boceto con tinta china”
Golgi, natural de la provincia Italiana de Brescia, en la región de Lombardía, había inventado 14 años atrás una nueva técnica de impregnación de la plata -reazione nera-, que acabó siendo conocida como la técnica Golgi. Esta “reacción negra” es producto de la reacción entre el bicromato de potasio y el nitrato de plata, y el científico italiano la usó para teñir la mielina del sistema nervioso central y poder estudiar sus alteraciones. En aquellos años, sin embargo, su difusión era todavía muy limitada.
En el citado 1887, Luis Simarro Lacabra, un psiquiatra interesado en, como Ramón y Cajal, la investigación histológica, le mostró por primera vez al joven médico navarro material impregnado con la técnica de Golgi. Precisamente, Ramón y Cajal acababa de volver de Valencia, a donde había viajado para ponerse al día de los avances tecnológicos en materia de neurociencia.
“Las ideas bullían y se agitaban unas con otras en mi mente"
“Fue allí, en casa del Dr. Simarro, donde por primera vez tuve ocasión de admirar aquellas famosas secciones de cerebro impregnadas por el método de la plata del sabio de Pavía", escribió en su autobiografía el propio Ramón y Cajal, quien por entonces solo llevaba un año estudiando el sistema nervioso. “Bastaba solo una mirada”, añadió tras quedar embelesado por la mera observación de las muestras impregnadas por la plata de la técnica de Golgi.
Gracias a este método, las células nerviosas aparecían pintadas de color negro oscuro “hasta sus más finas ramificaciones” sobre un fondo amarillo transparente: “Todo era nítido, como un boceto con tinta china”. “Las ideas bullían y se agitaban unas con otras en mi mente. Una fiebre por publicar me devoraba”, sentía entonces el investigador, que hoy día da nombre a uno de los hospitales más famosos de España.
A partir de entonces, Ramón y Cajal trabajó en la retina, el cerebelo y la médula espinal, aplicando a los tejidos la técnica de Golgi, la cual modificó un poco. Curiosamente, los científicos solo se vieron una vez en la vida, para recibir el galardón conjunto en Estocolmo en 1906. De hecho, Ramón y Cajal rebatió el primer discurso de Golgi, quien creía en las redes neuronales reticulares. Es el español, por su parte, siempre fue un firme defensor de la contigüidad -y no de la continuidad- de las células individuales.