El alzhéimer, como indican desde la Fundación Pasqual Margall, "es una enfermedad cerebral, no contagiosa, progresiva e irreversible, que altera de forma gradual la memoria y otras funciones cognitivas, afectando a la habilidad para aprender, razonar, hacer juicios, comunicarse y llevar a cabo actividades cotidianas. Además, es frecuente que aparezcan cambios en la conducta y el comportamiento. Todo ello, a consecuencia de la progresiva pérdida de neuronas y de las conexiones entre ellas". Pese a que una de cada dos personas está tocada por esta enfermedad, sigue existiendo mucha desinformación sobre ella.
Por este motivo, la Fundación Pasqual Margall (@fpmargall) anima a través de su cuenta de X a realizar un test para poner a prueba nuestro conocimiento sobre el alzhéimer y los falsos mitos entorno a esta enfermedad.
Es por eso que la Fundación repasa los diez mitos sobre esta condición:
- Es un problema de memoria: es mucho más, desde la Fundación destacan que la pérdida gradual de memoria es uno de los síntomas característicos de la enfermedad. Pero también incluye otros síntomas como la desorientación, las alteraciones del lenguaje, dificultades para razonar, cambios en la conducta y pérdida de la autonomía.
- Es normal perder la memoria con la edad: con la edad nuestro cuerpo y cerebro envejecen. Los cambios son normales y la dificultad de realizar determinadas funciones, como olvidar donde hemos dejado las llaves, son habituales con el paso del tiempo. Son consecuencias normales del envejecimiento, pero si nos impide realizar nuestro día a día podemos estar ante los primeros síntomas del Alzheimer.
- Recuerda detalles de hace años, no puede tener alzhéimer: la capacidad de recordar con detalle hechos que sucedieron hace mucho tiempo pueden crear dudas acerca del diagnóstico. Y es que, el Alzheimer afecta a la región del hipocampo, que tiene un papel clave en la formación de nuevos recuerdos. Por eso, las personas con Alzheimer tienen problemas con los recuerdos recientes y no los lejanos y consolidados.
- Demencia y alzhéimer es lo mismo: falso, son términos que a menudo se confunden. La realidad es que, la demencia abarca la pérdida de capacidades cognitivas, en general. Mientras que el Alzheimer es la principal, pero no la única, causa de demencia.
Las causas son ambiguas y el tratamiento sigue en fase de investigación
- Demencia senil: este concepto no responde a ningún término médico oficial, es una expresión que se refiere a la demencia como consecuencia del envejecimiento. Lo cierto es que, cuando una persona presenta signos de demencia, sea a la edad que sea, es porque algún trastorno la está causando. Pero, envejecer no siempre implica desarrollar una demencia.
- Hay una prueba que diagnóstica el alzhéimer: no, actualmente no hay ninguna prueba que lo diagnostique con total certeza. Sin embargo, hay investigaciones acerca de biomarcadores que están avanzando rápidamente en el ámbito de la detección. Pero esto implica la existencia de algunos síntomas.
- Si uno de mis padres lo ha tenido, yo también lo sufriré: falso. Que una persona haya sufrido la enfermedad de Alzheimer no significa que sus hijos también la vayan a desarrollar. En la mayoría de los casos el Alzheimer no es una enfermedad hereditaria, apuntan desde la fundación.
- La culpa es de las “placas seniles”: no. Un cerebro con alzhéimer produce una pérdida de neuronas provocada por la acumulación de placas de proteína beta-amiloide -antes llamadas ‘placas seniles’- y de ovillos neurofibrilares de proteína Tau. En cualquier caso, estas placas pueden estar presentes en cerebros de personas sin síntomas.
- Hay medicamentos que frenan su avance: desde la Fundación desmienten la existencia de medicamentos actuales que puedan curar o detener el avance de la enfermedad. En esta línea, las investigaciones y ensayos continúan.
- Es una lotería y no podemos hacer nada para evitarla: las causas que originan esta enfermedad se desconocen. Pero la hipótesis de que su origen es multifactorial, cada vez cuenta con mayor evidencia. Sin embargo, existen algunos factores de riesgo como la edad, genética, hábitos de vida y vida social que pueden incidir.