Del siglo XV al siglo XX, la medicina ha evolucionado a pasos agigantados, pero la tradición también. Hasta hace relativamente pocos años, el momento del parto era realmente arriesgado. Mientras que en España, según datos de 2017, las muertes maternas por cada 100.000 partos son menos de diez, en África occidental superan las 250 muertes por cada 100.000 partos.
Sin embargo, la situación en España ha cambiado significativamente con respecto a siglos anteriores. Calos de Bonrostro, ginecólogo e investigador, ha compartido un hilo en X (antes Twitter) cómo era un parto de una reina hace unos siglos. “Casi 500 años separan el primer parto de Isabel la Católica del primer parto de la reina Sofía, el primero de una monarca española asistido en un hospital”, comenta.
Las mujeres de la realeza escribían su testamento al completo cuando se acercaba la fecha del parto
A lo largo de la historia, los partos regios han sido “grandes acontecimientos”, como señala el doctor. “Sin embargo, el parto resultaba realmente arriesgado hasta hace pocas décadas”, asegura el investigador. Por este motivo, las mujeres de la realeza escribían su testamento al completo cuando se acercaba la fecha.
La figura de la matrona, 500 años antes, también estaba presente, aunque con algunas diferencias. En el caso de los partos regios, “la reina era privada en muchos casos de la privacidad deseable en tales circunstancias”, matiza Bonrostro. Según explica el ginecólogo, los nobles tenían acceso a la sala del parto. El objetivo era evitar la suplantación del recién nacido.
La tradición se impuso en la época de María de Portugal, madre de Pedro el Cruel, nacido en el siglo XIV, “después de que la reina intentase hacer pasar por suyo el hijo de otra mujer”, relata el investigador.
“Le costó cumplir con la costumbre castellana de que el parto fuese presenciado por testigos”
Por su parte, según el cronista Hernando del Pulgar, en el parto de Isabel La Católica: “Le costó cumplir con la costumbre castellana de que el parto fuese presenciado por testigos” y “cumplió con la condición de que su cara fuese cubierta con un velo, no solo ocultaba su vergüenza, sino también el que nadie pudiese detectar en ella un rictus de dolor”.
Algo similar ocurrió en el primer parto de Isabel de Farnesio, la segunda esposa de Felipe V. El especialista relata que, en este caso, los testigos fueron “presidentes, los consejeros de Estado, jefes de ambas casas reales, el comisario general de Cruzada, entre otras muchas autoridades”.
Las historias más trágicas vinieron de Isabel de Portugal e Isabel de Braganza. Isabel de Portugal, en su séptimo embarazo, sufrió una fuerte hemorragia y fiebres elevadas. Poco después la reina murió, con tan solo 35 años. Isabel de Braganza “pareció morir en el parto” y la decisión de los médicos fue realizar una cesárea. “Al extraer la niña que llevaba en su seno y que nació sin vida, lanzó la madre tal grito, que manifestaba que no había muerto aún, como creían los médicos, los cuales hicieron de ella una espantosa carnicería”, cita Bonrostro al cronista Villaurrutia.
Gracias a los avances en Medicina, especialmente en ginecología, la mujer puede parir con seguridad en gran parte del mundo. Aunque el miedo a perder la vida en el parto continúa en ciertos países, algunos métodos como la cesárea son una de las intervenciones quirúrgicas más frecuentes del momento.